Guillermo Nova
La Habana/dpa
Pocas cosas representan tanto a Cuba como la rumba, esa mezcla de ritmos, bailes y canciones que tienen sus raíces en la cultura africana. Hoy, el Comité Intergubernamental de la Unesco reunido en Adís Abeba (Etiopía) declaró esta expresión cultural cubana Patrimonio Inmaterial de la Humanidad.
El origen de la rumba está en las capas más populares de la sociedad cubana, nace en la época colonial como una necesidad de expresión de la identidad africana a través de la música.
En un primer momento, la rumba fue una forma de enmascarar los toques de tambores de las religiones africanas que no se podían hacer abiertamente por miedo a la represión de la Iglesia católica durante la época colonial española.
Los taburetes o los cajones de las mesas servían como instrumentos de percusión durante los descansos del trabajo.
“Con una música supuestamente profana y desacralizada se sacaba a flote todo ese sentir de esas capas primero esclavas, después libres y luego desposeídas, porque la rumba todavía está en las capas más bajas de la sociedad”, afirma a dpa Elías Ases, uno de los promotores populares más importantes de la cultura afrocubana.
El yambú, la columbia y el guagancó son los tres tipos de rumba en Cuba, que agrupa tanto ritmos musicales como a un estilo de danza. Los ritmos de los bailarines se marcan con las tumbadoras, unos tambores que se pueden afinar y que con los golpes improvisados ponen a bailar a los danzantes.
En el popular barrio de Centro Habana está “El Palacio de la rumba”, convertido en uno de los destinos favoritos por los turistas, pero también para muchos cubanos que lo consideran un templo de esta música.
El espacio es también la sede oficial del “Timbalaye”, el Festival Internacional de Rumba Cubana, donde se organizan conferencias teóricas, encuentros, conciertos y bailes en torno de la rumba, integrándose las tradiciones y la religión afrocubana.
“No hace falta un palacio, porque la rumba nace en la marginalidad, lo que había que hacer es el solar de la rumba”, asegura a dpa Salvador González Escalona, quien en la década de 1990 creó el “Callejón de Hamel”, un proyecto cultural comunitario que se ha convertido en uno de los mayores referentes de la cultura afrocubana.
Ese espíritu de solar, como se conocen a las casas de vecindad, se siente en el “Callejón de Hamel”, donde todos los domingos se celebra una de las peñas más populares de la rumba cubana.
Los orígenes humildes y africanos hicieron que durante mucho tiempo la rumba estuviese estigmatizada como música y baile de “pobres y de negros”. “No podemos negarnos a nosotros mismos, es nuestra cultura”, afirma González Escalona.
De las plantaciones de caña de azucar pasó a las tabernas y bares de las ciudades, pero sus bailes lentos y sensuales recibieron la discriminación y el rechazo de la sociedad más conservadora, por considerarlos indecentes e inmorales.
La danza no se baila erguida sino con las piernas semidobladas sosteniendo el ritmo y provocando a la pareja de baile con la falda o con una pañueleta en el cuello.
La repercusión de la rumba cubana ha sido internacional y el tiempo hizo que ese ritmo influyera en bailes como la salsa, la guaracha, la conga, el mambo o el cha-cha-cha.
Según las autoridades cubanas, la rumba reúne “a individuos de todo sexo, clase social, origen geográfico o creencia religiosa, lo que refuerza la cohesión social, el respeto mutuo y favorece las relaciones armoniosas entre individuos y comunidades”.
Pero en el mundo de la rumba pesa la sensación de que el reconocimiento internacional llega tarde y ahora el gran desafío es no terminar reduciéndose a un atractivo turístico.
“La visibilización de la rumba es importante, pero se ha convertido en un negocio y por eso ahora se preocupan y la premian”, expresa a dpa con tristeza Elías Ases.
Otros en cambio defienden que ante todo es identidad de un país. “Para los turistas puede ser un atractivo turístico, pero para nosotros son nuestras raíces, nuestros bailes, nuestros rituales”, afirma a dpa Jorge Enrique Salazar, director del grupo de rumba “Iroso Obba”.
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