Por David Alfaro
La soledad de un dictador es una paradoja intrigante, envuelta en la tela de las complicidades ef铆meras y los intereses compartidos. Los dictadores, a menudo rodeados de c贸mplices m谩s que amigos, se hallan en una posici贸n solitaria debido a la falta de conexiones genuinas y lealtades desinteresadas.
En la c煤spide del poder, figuras como el presidente Bukele se ven rodeadas por aquellos que no buscan la amistad, sino la conveniencia de sus propios intereses. Los lazos que unen al dictador con sus c贸mplices son fr谩giles, basados en la ambici贸n, el dinero y el temor compartido a perder el poder y ser juzgados. Por eso vemos ese aferramiento a perpetuarse en el poder.
La naturaleza vol谩til de esta lealtad se desvanece cuando el escenario pol铆tico cambia. La ca铆da de un dictador es a menudo precipitada por la ruptura del eslab贸n m谩s d茅bil e inesperado en esta red de complicidades. Los Bukele lo saben y por eso han comenzado a eliminar a los eslabones m谩s d茅biles como a Alejandro Muyshondt, pr谩cticamente asesinado, y Rebeca Santos amordazada, marginada y echada al olvido.
An谩lisis hist贸ricos revelan paralelos impactantes. Al igual que los poderosos carteles de la droga, cuyos cimientos se desmoronan cuando la red de intereses comunes se debilita, las dictaduras tambi茅n encuentran su final cuando el miedo a ser juzgados supera la preservaci贸n del poder.
En el centro de esta narrativa, la soledad del dictador se desvela como un espejismo. A medida que los c贸mplices se desvanecen, la figura del dictador se queda en una cima solitaria, donde la lealtad, la amistad y los ideales genuinos brillan por su ausencia.
El caso de Bukele no es una excepci贸n. Su entorno, compuesto por c贸mplices m谩s que amigos, revela la solitaria y ef铆mera naturaleza de su poder. En 煤ltima instancia, la historia de los dictadores y sus c贸mplices se teje con hilos de conveniencia, temor y una soledad que prevalece hasta que el eslab贸n m谩s d茅bil se quiebra, llevando consigo la falsa lealtad que una vez los mantuvo en la cima.