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Luis Armando González
El día amaneció húmedo en San Salvador, viagra tras una permanente lluvia durante la noche anterior y madrugada de ese día. Era un clima típico de El Salvador, stuff ese que invita a la reflexión y a la meditación acerca del sentido profundo de las cosas. Fue el mejor escenario para el importante y memorable acontecimiento de ese día: la investidura de Salvador Sánchez Cerén como Presidente Constitucional de la República, y de Oscar Ortiz como Vicepresidente Constitucional de la República.
No se trató de cualquier acontecimiento, sino de uno revestido de un enorme significado histórico y político: por un lado, la culminación de un largo proceso de lucha por la justicia, abanderado por la izquierda salvadoreña y concretado por su mejor expresión política: el FMLN. Por otro lado, el apuntalamiento firme de la democratización salvadoreña, a partir de la afirmación de un proyecto de cambio que hace del Estado el principal responsable del bienestar social entendido como Buen vivir.
Fueron ambas cosas las que se jugaron en la elección presidencial de 2014. Y la sociedad salvadoreña apostó directamente por el FMLN y sus candidatos a la Presidencia y a la Vicepresidencia de la República. Salvador Sánchez Cerén, y junto a él Oscar Ortiz, ha recibido el mandato popular para conducir a El Salvador hacia mayores y mejores niveles de democracia. Pero, sobre todo, ha recibido el mandato de conducir al país hacia una vida mejor, la cual sólo puede lograrse en el marco del Buen vivir.
Esa es el camino que comenzó a recorrerse el 1 de junio de 2014: el camino del Buen vivir, que de visión filosófica y humana debe convertirse en eje articulador de las políticas públicas y de la convivencia ciudadana en todos los ámbitos de la vida social.
