1.1. Publicaciones de las FPL
Al igual que las demás organizaciones político-militares, find las Fuerzas Populares de Liberación (FPL) “Farabundo Martí” —surgidas el primero de abril de 1970—, tenían dos tipos de publicaciones: una, dirigida a las bases de la organización, más de carácter agitativo, y la otra, de carácter político-ideológico, orientada a los cuadros. En el caso de las FPL, publicaciones como El Rebelde, corresponden al primer tipo. Transmiten a las bases de las FPL elementos de denuncia de la realidad nacional, a la par que informan de las acciones militares de la organización. Por su parte, Estrella roja, estaba diseñada para la discusión de las grandes líneas estratégicas de las FPL. En ambas, priva una pedagogía política que apuesta mucho a la formación ideológica de los cuadros de las FPL.
En las publicaciones reseñadas en este trabajo, las FPL se encuentra en un período de consolidación de sus estructuras clandestinas y de su trabajo de masas a nivel nacional. Es el período que se abre a partir de 1972, año clave en la historia de las guerrillas salvadoreñas. La organización llevó a cabo diferentes acciones militares, incursionando en la capital y en diferentes lugares del país. El lapso de dos años entre el momento identificado como el de la fundación de las FPL (quizás más a nivel simbólico que otra cosa: A partir del 30 de marzo de 1970, Salvador Cayetano Carpio ponía su renuncia como Secretario General del Comité Central del PCS, con lo cual, el primero de abril, él y otros militantes comunistas que lo siguieron, partían de cero para fundar una nueva organización) y 1972 (año de gran significación para la historia de la lucha armada, pues también en ese mismo año se dio a conocer el Ejército Revolucionario del Pueblo, ERP, con la acción del Hospital Bloom), fue, según sus fundadores, un período de preparación y consolidación de la nueva organización. La primera acción pública de las FPL fue el atentado contra la embajada argentina en San Salvador, en conmemoración del primer aniversario de la masacre contra militantes de las organizaciones Montoneros, PRT-ERP y FAR, quienes fueron ejecutados sumariamente en la base militar “Almirante Rawson” de Trelew como represalia por su intento de fuga de la cárcel. La acción de las FPL tuvo lugar en agosto del año reseñado.
“La prensa habían informado ligeramente de la masacre” —afirmó Gerson Martínez, ministro de Obras Públicas en el momento en que se escribe este documento, conocido en las filas de las FPL como Valentín—. “Pero nosotros comprendimos la gravedad del crimen. Se decía que entre los patriotas muertos en prisión se encontraba la esposa del compañero Roberto Santucho, que fue asesinada en estado de embarazo. El hecho había indignado. Nos sentíamos identificados, pues sabíamos que aquella lucha era justa y que los métodos de los militares argentinos en esa época eran los mismos que los usados por los militares salvadoreños. Considerábamos que una acción de solidaridad educaba a nuestros militantes y a nuestro pueblo”.
El período cubierto en este libro abarca desde la aparición pública de las FPL en 1972 hasta 1979, año en el cual el enfrentamiento entre las fuerzas de izquierda, “revisionistas” y/o “ultraizquierdistas” cede el campo a una búsqueda de alianzas entre ellas, que daría pie a la fundación del FMLN.
El Rebelde
El Rebelde se dio a conocer precisamente en el contexto de la acción militar de agosto de 1972. A partir de ahí, comienza la vida pública de las FPL. Es así como surgen sus publicaciones. Según consigna Alberto Híjar, hubo en los años 40 una “publicación interna” del PCS llamada El Rebelde, que acompañó la huelga de hambre iniciada por Carpio en 1944, en demanda de mejoras en las condiciones laborales. Según declaraciones de Carpio, citadas en el libro Pueblos en armas, las FPL se dieron a conocer con su nombre en El rebelde.
Dice Valentín:
La nuestra era una concepción guerrillera en la idea de una estrategia integral, como se dijo desde el comienzo, en una idea político-militar.
Fíjate que en sus primeros años, las FPL hacen una precisión sobre cuál debe ser nuestro parámetro para determinar el desarrollo del proceso. La incorporación creciente del pueblo a las tareas de la guerra, sería el criterio para definir los avances de la guerra. Esto lo repetíamos en cada comunicado, en cada El Rebelde. Y te quiero decir que ese criterio es válido, tiene actualidad y nos sigue guiando.
El Rebelde nace para proporcionar orientación política a las masas. Lo que sigue son advertencias dirigidas al público lector, en sendos recuadros:
COMPAÑERO: Ten presente que “El Rebelde” es una publicación revolucionaria clandestina. Por consiguiente, para leerlo o para hacerlo circular debes tomar todas las precauciones para tu seguridad o para los compañeros a quienes se los des a conocer.
COMPAÑERO: Lee “El Rebelde” con tus compañeros de mayor confianza política, y guardando todas las normas de seguridad. Recuerda que el enemigo del pueblo es cruel, criminal y despiadado, y que las reglas del trabajo secreto son un valioso medio para combatirlo, para golpearlo sin que se den cuenta de dónde le llegan los golpes.
EL REBELDE es una publicación revolucionaria clandestina.
El Rebelde y Estrella Roja fueron las dos publicaciones principales de las FPL. Al igual que el resto de organizaciones político-militares, las FPL también publicaron manuales de adiestramiento militar: Explosivos, Conocimientos y manejo de las armas cortas y Topografía, así como “Normas formativas del combatiente revolucionario, que eran orientaciones ideológicas y de forjamiento moral, disciplinario y conspirativo.” Gerson Martínez afirma que en el período de acumulación inicial, la forma de reproducción de los materiales se hacía de forma artesanal: “Cuando había condiciones, reproducíamos mecanográficamente uno que otro manual de ejercicios, y cualquier material de utilidad que nos cayera en las manos”. Dentro del contexto del período de acumulación inicial, estos materiales acompañaron las acciones de propaganda armada, lo cual consiste en un actividades que combinaban el reparto de propaganda con acciones militares de pequeña escala: “Nos planteamos algunas primeras acciones de propaganda armada: pintas, repartos de propaganda en las colonias marginales, barrios populares y recuperación de las primeras armas”, recuerda Salvador Sánchez Cerén. Esta modalidad de acciones cubría dos objetivos. De cara a la población, era una forma de hacer tangible a la organización. De cara a la formación de los cuadros militares, la propaganda armada era un escalón para luego ensayar acciones militares de mayor envergadura.
Hacia 1974, cuando la organización logra, merced a algunos asaltos a bancos y de secuestros, hacerse de una infraestructura física y de una red considerable de colaboradores,
se invierte en mejorar la infraestructura de los locales de vivienda, en conseguir vehículos para la movilización de las operaciones militares y otro tipo de vehículos para exploraciones, chequeos y otras tareas. También en la reproducción de material político y de propaganda, por ejemplo, en El Rebelde, que era el órgano político nuestro. Se fundó un centro de propaganda, con una imprenta para reproducir por miles la propaganda revolucionaria…
Según datos citados en el libro Con la mirada en alto, El Rebelde alcanzó una tirada de “hasta 20,000 ejemplares mensuales” . Un hito importante es el fortalecimiento de la Comisión Nacional de Propaganda, CONAPROP, en el contexto del congreso de las FPL en el que se acuerda articular la organización guerrillera con el movimiento de masas. “Desde junio de 1976”, explica Valentín, responsable de la CONAPROP, “empezamos a concentrar nuestros esfuerzos en convertirnos en partido. Esta línea fue toda una revolución al interior de la organización. El comando central se convirtió en un comité central con su comisión política y más tarde con su secretariado o núcleo de comisión política”. El fortalecimiento del trabajo de propaganda era, por lo tanto, una necesidad lógica dentro de este proceso de reconversión de la organización. Esto se traduce en la creación de condiciones para ampliar y mejorar los tirajes de los órganos de las FPL y en la aparición de publicaciones destinadas a sectores concretos de la población:
A partir de ahí se fortalece [la CONAPROP], que fue creando y multiplicando los centros clandestinos de impresiones con las imprentas, mimeógrafos de todo tipo, serigrafías. Existían algunos talleres centralizados a nivel nacional, otros a niveles regionales, apoyados en los comités zonales. El órgano central siguió siendo El Rebelde y su tiraje alcanzó muchos millares. Para el proletariado industrial se editaba también mensualmente Prensa obrera; para los trabajadores del agro distribuimos El Campesino Rebelde; para la universidad, Juventud Rebelde; para la secundaria, El Guerrilero. Cuatro años más tarde comenzamos a elaborar El Rebelde edición internacional, que era un desplegado con formato postal. […] Esto era para nosotros como la segunda gran línea de educación y agitación revolucionaria de las masas.
El Rebelde aparece en tamaño media carta, mimeografiado, de unas dieciséis a veinticuatro páginas por número. La portada no varía. Es la insignia de las FPL, dos manos sosteniendo sendos fusiles formando una V, con las siglas de la organización y la inscripción El Rebelde a la mitad. Debajo de la insignia, aparece la consigna de las FPL “Revolución o muerte, el pueblo armado vencerá!!” La portada aparece en tinta negra, aunque en algunas ediciones figura en tinta de color rojo. Más adelante, se incluirán fotos en blanco y negro en los interiores y algunos detalles en tinta roja.
La responsabilidad de su edición corre a cargo de la Comisión de Educación de las FPL, no en la CONAPROP, como podría pensarse. Los editores no privilegian los elementos gráficos, salvo en la portada y alguna imagen en los interiores. Algo sumamente llamativo en sus páginas es la publicación de poemas de combatientes. Por ejemplo, en el número 46, publicado el mes de agosto de 1976 aparecen estos versos dedicados a Felipe Peña y Gloria Palacios, caídos en combate ese mismo año:
IGNACIO Y ÚRSULA
Queridos, entrañables
compañeros de lucha.
Ustedes ya no están físicamente con nosotros.
El enemigo cortó
Sus jóvenes y valerosas vidas
de un zarpazo criminal
Pero dejaron la simiente
de su ejemplo y heroísmo
revolucionario
que el pueblo recogerá frutecido.
Los poemas, como puede apreciarse, cumplen la función de recordar a los lectores la memoria de los caídos. Desempeñan, por tanto, un papel cohesionador de la identidad de la militancia de las FPL. Siguiendo a Eudald Cortina, tanto en las publicaciones clandestinas en general, como en las de las FPL en particular, hay tres grandes ejes temáticos, que refuerzan el sentido de identidad dentro de la organización: “la lucha armada, la cultura partidaria y la figura del mártir.” La lucha armada, como factor de diferenciación con respecto del PCS, es un elemento que se ve resaltado en las representaciones “del revolucionario como ‘militante armado’ [lo cual] tiene su reflejo gráfico en las cabeceras de prensa. Si nos centramos en la prensa sectorial de las FPL, observaremos al campesino trabajando el campo y alzando un fusil, la mujer dándole el pecho a su hijo mientras carga un arma al hombro, el estudiante secundario, sosteniendo un fusil y leyendo un libro, al igual que los universitarios. La misma caracterización se repite con el maestro, que armado guía a una fila de alumnos y les muestra el futuro socialista y, por supuesto, el obrero, que avanza sobre la represión, recogiendo las armas de los caídos en la lucha.”
La cultura partidaria, como elemento homogeneizador de la identidad del militante, según Cortina, “tendrá su representación en las publicaciones clandestinas a través de contenidos que remiten a la vida interna de las organizaciones, como la celebración de congresos y reuniones partidarias, la publicación de los documentos y resoluciones acordadas en estos, la creación de organismos y nuevas estructuras partidarias, los acuerdos alcanzados con otros grupos e informes sobre las actividades realizadas por la organización. Otro segmento de contenidos, en este plano interno, se orientará a la publicación de sanciones disciplinarias, expulsiones o, por el contrario, informarán sobre la incorporación de nuevos militantes.”
Por nuestra parte, también añadiríamos en este sentido el internacionalismo como un elemento fundamental de esta cultura partidaria. En las páginas de El Rebelde observamos cómo las FPL manifiestan su apoyo a otros movimientos guerrilleros o a países socialistas, como Cuba, Corea del Norte, la República Popular China y Vietnam. Aún hay algo más. El internacionalismo, tal como se maneja en las páginas de la publicación, se entiende como algo más que la retórica al uso cuando se conmemoran fechas importantes en el calendario insurgente internacional (el 26 de Julio, la Revolución bolchevique de Octubre, etc.), sino como la participación efectiva de militantes de las FPL en acciones conjuntas con otros grupos revolucionarios. Aquí destaca un hecho poco documentado en la historia del movimiento insurgente salvadoreño y es la participación de miembros de las FPL (y de otras organizaciones revolucionarias del país) en la ofensiva final del Frente Sandinista de Liberación Nacional en 1979, en la llamada Brigada Farabundo Martí. Los militantes conocidos como Enrique, Federico y Pedro, murieron en el denominado Frente Sur. Federico fue enterrado en el teatro de operaciones. Los restos de Enrique y Pedro fueron sepultados en Costa Rica, donde las organizaciones revolucionarias salvadoreñas contaban con oficinas de comités de solidaridad. Los militantes de las FPL, según El Rebelde, fueron honrados con un mitin “en el Parque Central” de San José “y sus cadáveres fueron acompañados por el pueblo hasta el Cementerio”. Así, según los redactores, se ratificaba históricamente la concepción internacionalista de la lucha armada que profesaba Agustín Farabundo Martí, quien “no consideraba la lucha revolucionaria de nuestro pueblo con un estrecho criterio chovinista, sino que en toda su amplia dimensión Centroamericana y Latinoamericana, yendo, en la práctica, a luchar a las montañas de Nicaragua”.
Este mensaje de que las FPL eran consecuentes en la práctica con sus proclamaciones internacionalistas se ve reforzado con elementos gráficos, sobre todo, en relación con la revolución sandinista. Así, aparecen reiteradamente imágenes de Farabundo Martí junto a Augusto César Sandino (por ejemplo, en las páginas centrales y en la página 7 de El Rebelde, N° 80, junio de 1979), en el uso reiterado de las célebres fotos donde aparecen Sandino y Martí con el estado mayor sandinista y con el capitán José de Paredes rumbo a México ( El Rebelde, N° 72, p. 2; N° 74, p. 14) y en ilustraciones donde aparecen juntas las banderas de las FPL y el FSLN (El Rebelde, N° 80, p. 7 y contraportada; N° 81, p. 2, con las imágenes de dos combatientes alzando sus armas). La contraportada del número 81 muestra a cuatro combatientes (una mujer, un campesino, un obrero y un guerrillero con boina), empuñando sus armas (el obrero lleva un arma corta; el campesino, un machete; la mujer y el guerrillero, fusiles de distinto tipo), con las frases “¡¡La defensa de la revolución de Nicaragua es un deber histórico e impostergable!! ¡Adelante hacia la centroamericanización de la lucha revolucionaria!”. En la esquina posterior derecha, aparecen los dos fusiles formando una V, con la hoz y el martillo y las siglas FPL, como identificación característica de la organización.
La cultura partidaria se ve reforzada, asimismo, a través de los referentes ideológicos que figuran en El Rebelde, […] mediante la exaltación –gráfica y textual- de figuras del movimiento revolucionario internacional, desde los clásicos del marxismo-leninismo (Marx, Engels, Lenin, Mao), iconos de la izquierda revolucionaria latinoamericana del periodo, como Ernesto Guevara, y personajes con fuerte carga emotiva para la izquierda salvadoreña, caso de Farabundo Martí. En segundo lugar, a través de la conmemoración de hechos históricos de larga tradición en la izquierda —celebración del Primero de Mayo, triunfo de la revolución rusa—, y especialmente de hitos históricos en los que enmarca su desarrollo la izquierda revolucionaria salvadoreña: la insurrección de 1932, el asalto al Moncada, el triunfo de la revolución cubana, la masacre de estudiantes el 30 de julio de 1975.
Comparada con El combatiente y Prensa Comunista, ambas publicaciones del ERP, la exaltación de figuras del movimiento insurgente, o de efemérides en el calendario revolucionario, “es una constante en el caso de El Rebelde, su inclusión es, por el contrario, residual en El Combatiente.”
Se exaltan, por ejemplo, a figuras del movimiento revolucionario internacional como a Mao Tse Tung (“Mao Tse Tung”, edición N° 12, pp- 9-10), a Ernesto Che Guevara (“Hasta la victoria siempre”, en la misma edición, pp. 13-14), entre otros.
El tercer elemento que destaca Cortina es la memoria de los caídos, de los “héroes y mártires” de la lucha armada:
La representación de los caídos remite a un pasado de sacrificio, vinculando esos esfuerzos pasados, esa sangre derramada, con un futuro mejor por el que se sigue combatiendo. El mártir encarna, en esencia, la pureza, el ejemplo a seguir y ese es el tratamiento que le dan las publicaciones clandestinas, un tratamiento cuasi hagiográfico. Al mártir se le dedican poemas y canciones, se recuerda su vida, su pensamiento, pero fundamentalmente se le proyecta hacia la actualidad, haciéndolo partícipe del propio desarrollo y accionar de la organización, por ejemplo, bautizando con sus nombres operativos y campañas militares.
Ejemplo de ello son Apolinario Serrano (El Rebelde, edición internacional, N° 26, septiembre de 1979, contraportada), los estudiantes universitarios y de secundaria masacrados durante una manifestación pacífica el 30 de julio de 1975 (“Homenaje imperecedero a los caídos el 30 de julio” (El Rebelde, edición internacional, N° 81, julio de 1979, p. 14). En conjunto, la presencia de elementos que buscan reforzar la identidad partidaria en los órganos de las FPL es comparativamente mayor que en las publicaciones del ERP. Según Cortina, “si esta disparidad ya es notable en el caso de las revistas teóricas —casi un 32% de los contenidos de Estrella Roja tienen un perfil identitario, frente al 25,5% de Prensa Comunista—, la diferencia es mucho más pronunciada en el caso de las publicaciones de mayor difusión. Así, mientras El Rebelde dedica el 19,4% de sus contenidos en generar y consolidar una identidad como grupo, el espacio otorgado en El Combatiente a los aspectos identitarios apenas alcanzará un 6,6%.”
“Escalada fascista” y “guerra prolongada del pueblo”
Revisemos ahora algunas de las ediciones de esta publicación que, al menos en el período estudiado y en la colección del CIDAI, llega a ochenta y tres ediciones. También contó con una edición internacional, iniciada en 1978 aproximadamente, con seis ediciones consultadas por nuestra parte.
El primer artículo del número 10, de 1973, advierte de una “escalada fascista” por parte del régimen militar de turno:
De los distintos sectores del pueblo: obreros, campesinos, estudiantes, etc., se ha estado señalando en diversas formas los niveles cada vez más intensos y generalizados que va cobrando la represión fascista: capturas, destierros, asesinatos, torturas, allanamientos de locales (conocida como “la escalada fascista”), al mismo tiempo que se intensifican los planes y proyectos que favorecen a los poderosos oligarcas y entregan más decididamente al país en manos de los yanquis (conocido como “proceso de neocolonización yanqui”).
Este es el inicio de un análisis sobre la situación coyuntural del momento, en el que se verán enfrentadas, a juicio de los redactores “dos estrategias político-militares completamente contrarias (antagónicas)”, a saber:
[…] la estrategia del imperialismo yanqui y las clases reaccionarias aliadas al mismo, llevada a cabo progresivamente por el gobierno títere antipopular, que es una estrategia de GUERRA CONTRARREVOLUCIONARIA (cuyo fondo es la “guerra especial” o de contra-insurgencia); y la estrategia político-militar del pueblo, abanderada por las organizaciones político-militares, que es la GUERRA PROLONGADA DEL PUEBLO.
La estrategia enemiga tendría los siguientes componentes: acciones militares (que incluyen la preparación antiguerrillera y la guerra psicológica, entre otras medidas); la “intensificación de la represión fascista generalizada”, en contra de los sectores populares; la “acción social”, consistente en “actividades de ACCIÓN CÍVICA MILITAR, estrechamente ligada a otras organizaciones como FOCCO, trabajo juvenil voluntario, juntas comunales dirigidas por el gobierno y otras organizaciones oficialistas, para debilitar la influencia de las organizaciones revolucionarias sobre el pueblo”, un esquema similar al de la estrategia de Guerra de Baja Intensidad, aplicado durante los años 80 del siglo pasado; las reformas pro-imperialistas, como parte de un proceso autoritario de reformas del Estado y las reformas jurídicas, “para atender las ‘necesidades’ de su estrategia político-militar”.
A continuación, el texto desarrolla las líneas generales de la concepción estratégica de las FPL, la Guerra Popular Prolongada, conocida genéricamente en muchas de sus publicaciones como “guerra prolongada del pueblo.” Esta concepción incluye los siguientes aspectos:
—El aspecto militar revolucionario, que incluye la preparación militar; las “acciones militares revolucionarias (de guerrilla en esta etapa) en el terreno político y las recuperaciones económicas contra los imperialistas y sus empresas, contra la oligarquía burgués-terrateniente y las instituciones del Estado de los explotadores”; acciones de solidaridad con otros pueblos y acciones militares de carácter centroamericano, como las que se coordinaron con el EGP guatemalteco.
—La organización y acción de las masas populares, consistente en “la radicalización, el impulso y radicalización de la lucha de las masas trabajadoras”, instruyéndolas en “nuevos métodos de combate de las masas”, incluyendo la “ocupación violenta de empresas y tierras e instituciones, organizar la autodefensa de las masas en conflicto, huelgas de hecho, choques callejeros con las fuerzas represivas, requisas masivas y distribución popular de productos acaparados por los explotadores, etc., etc.” Esta línea de acción incluye también la lucha contra los organismos paramilitares como ORDEN y la lucha ideológica en contra del PCS: “La propaganda y la acción revolucionaria y la lucha ideológica entre las masas contra las tendencias al pacifismo, al legalismo, al reformismo y a todas las manifestaciones del oportunismo, que son las armas de los explotadores en contra de las masas populares” y finalmente,
—La lucha en todos los terrenos contra los planes reformistas del gobierno.
Estas líneas de acción convergerían “hacia la lucha armada” , con lo cual todas las formas de lucha popular deberían “ser parte de la estrategia político-militar revolucionaria y de esa manera se desarrollen en función de su forma política más elevada, que es la lucha armada revolucionaria (o sea, la política de clase del proletariado y sus aliados revolucionarios, llevada a cabo por medio de las armas)”, lo cual se constituirá en “el medio decisivo para destruir el poder de los enemigos fundamentales del pueblo y para alcanzar el triunfo definitivo de la revolución popular”.
Es interesante ver que, en este mismo número, junto a denuncias sindicales y a partes de guerra, también se reseñen acciones militares del ERP y la “Resistencia” —que todavía forma parte del PRS-ERP. Esas acciones, ante las cuales las FPL manifiesta su “fraternal alegría” , son el asalto de la Agencia España del Banco de Londres y Montreal, por parte del Comando Armado Leonel Arévalo Martínez, del ERP y la acción de propaganda armada de la Resistencia en el Tercer Ciclo de Educación Básica “República de Corea”, en la Colonia Zacamil de Mejicanos, llevada a cabo el 21 de agosto de 1973.
Una definición de prensa clandestina
El número 12 de El Rebelde, fechado en octubre de 1973, celebra el primer año de la publicación e indica que esta pasó de “un tiraje de algunos centenares de ejemplares” en su primera aparición, a ser “un órgano ya esperado mes a mes por miles de gentes humildes y honestas de nuestro pueblo”. El editorial explica cuál es la necesidad de que existan órganos de prensa de las organizaciones revolucionarias clandestinas. Frente la represión del régimen militar, se afirma, “el pueblo tiene que aprender a luchar con medios secretos, así como de lucha masiva abierta, para golpear a la tiranía y a los explotadores por todos lados, sin darles descanso”. Esta frase coincide con la concepción de “conjugar todas las formas de lucha” tomando como vértice la lucha guerrillera, esa que está descrita como la que “golpea a la tiranía por todos lados, sin darle descanso”. Un órgano de prensa sería un elemento estratégico, por cuanto cumpliría los papeles de “orientador, propagandista, agitador y organizador del pueblo”. Además, la prensa clandestina sería un arma de combate de la ideología de la clase dominante, entendiendo la palabra ideología en un sentido negativo, como ocultamiento o distorsión de la realidad para servir a los intereses de dominación. Así, si la “prensa reaccionaria[,] servidora de los opresores[,] miente sin límites, deforma la realidad, engaña, confunde y presenta el ángulo que conviene a los explotadores”, la prensa revolucionaria “hace brillar la verdad, desenmascara la mentira de los reaccionarios, pone de relieve sus intenciones, sus planes, sus métodos de opresión; orienta al pueblo a la lucha por su definitiva liberación”.
Evidentemente, aquí se manifiesta la convicción de que se tiene la verdad histórica del propio lado. Al luchar por la justicia, se lucharía también por la verdad.
Valoraciones acerca del 30 de julio de 1975 y sus consecuencias para el proceso revolucionario
El 30 de julio de 1975 fue brutalmente reprimida una manifestación de estudiantes universitarios y de secundaria, en el paso a dos niveles del Instituto del Seguro Social, en pleno centro de San Salvador. El Rebelde, en su balance titulado La coyuntura actual de la lucha de clases en El Salvador, de los meses de febrero-marzo de 1976, dedica un análisis a las posturas de las distintas organizaciones populares ante este hecho, en el artículo “30 de julio: Un avance en el proceso revolucionario y no una situación revolucionaria”. El artículo va enfocado, en primer lugar, en contra de la postura del ERP, organización que, según El Rebelde, consideró el hecho como una “situación revolucionaria”.
Tratábase de los truenos que inician la tormenta, pero algunos la confundieron con la tormenta misma; es decir, se trataba de un avance en el proceso revolucionario y no de una situación revolucionaria. Es así como a partir de estos acontecimientos se perfila con nitidez la tendencia aventurera de izquierda del ERP.
Esta tendencia habiendo perdido la visión de conjunto de la lucha del pueblo y de la estrategia contra-revolucionaria del imperialismo y la burguesía criolla, define la forma de dominación de las clases dominantes como fascista y concluye que los acontecimientos del 30 de julio representaban la polarización de las fuerzas sociales y “descubrían” en ello una situación revolucionaria ante la cual plantearon que había que responder con la insurrección general inmediata. Es así como se dedicaron en todo el segundo semestre del 75 a preparar las “condiciones” para esta insurrección a través de los llamados comités militares.
El Rebelde señala que, “al haber sobrevalorado este auge momentáneo de la lucha de masas, los aventureros del ERP decretan que todas las formas de lucha política de masas ya estaban agotadas y concluyen, por una parte, que sólo era válida la lucha militar y por otra, la existencia de una situación revolucionaria, llamando a las masas a prepararse para la insurrección general, es decir, para el enfrentamiento definitivo con el enemigo”.
El viraje estratégico dado por el ERP después de los cruentos sucesos en su seno, es considerado por los redactores de El Rebelde como un “bandazo”. Este viraje implicaría para el ERP retomar el trabajo organizativo con las masas en función de su estrategia insurreccional. Para El Rebelde, al comparar este viraje con la valoración del ERP sobre el alcance de los hechos del 30 de julio,
[e]sto no fue sino otro de los bandazos en la línea política de esta organización, pues habiendo planteado inicialmente la estrategia de guerra popular prolongada, pasaron luego al planteamiento de la lucha política de masas como la forma fundamental, considerando entonces la lucha armada como una de las “mil formas de lucha”, sustituyendo luego todos sus planteamientos por la concepción exclusiva de la lucha militar desarrollada a través de pequeños grupos llamados comités militares.
La finalización de la coyuntura y la desmovilización gradual de las masas que, como hemos visto, eran sobre todo de las capas medias, lleva a los aventureros del ERP a lanzar un nuevo decreto, declarando que la “situación revolucionaria” quedaba “pendiente” puesto que no se había dado el enfrentamiento definitivo.
No solamente el ERP es blanco de las críticas de El Rebelde. Para el órgano de las FPL, la RN, se habría quedado corta en sus apreciaciones:
El curso de los acontecimientos que hemos señalado hizo vacilar a otras organizaciones, entre ellas a la Resistencia Nacional (RN), quienes enfocaron la lucha entre la escalada “fascista” y la democracia. En cuanto a la política de alianzas, le plantean al pueblo la necesidad de desarrollar todo tipo de alianzas, a pesar de las diferencias de detalle o de principio. De este modo, la alternativa planteada por esa corriente se ve reducida a plantearle al pueblo la necesidad de agruparse en un frente anti-fascista que se lanzara a derrocar el poder de la oligarquía cafetalera, industrial y financiera y a su lacayo Molina.
En el artículo también se denuncia al PCS (“la tendencia revisionista de izquierda” ) por haberse lanzado “al apaciguamiento de los ánimos, ante la perspectiva de las elecciones en las que pretendían de nuevo embarcar al pueblo mediante el ‘aprovechamiento revolucionario’ de las mismas”. Se les acusa de haber “paralizado huelgas […] al grado que en más de una fábrica los mismos obreros los expulsaron a causa de su política oportunista y conciliadora”.
Las FPL, por supuesto, se muestran a sí mismas como “firmes en su planteamiento de Guerra Prolongada del Pueblo” , esto es, sin vacilaciones ni bandazos, como la única organización que aplicó la línea política correcta en dicha coyuntura.
Críticas a la reforma agraria de Molina
La proyectada “reforma agraria” por parte del régimen militar de Molina se aborda en varias ediciones de El Rebelde. En el número 12, por ejemplo, se afirma que, pese a que este proyecto aparenta favorecer “a las mayorías empobrecidas del campo”, basta “mirar los intereses de clase que defiende la tiranía militar fascista, para que esta pueda encubrir sus orejas de lobo”. La reforma agraria, se señala, estaba apoyada por la oligarquía tradicional y el imperialismo norteamericano, de tal suerte que “tal reforma no afectará el MONOPOLIO DE LA TIERRA, que está en manos de unas pocas y poderosas familias oligarcas que privan de la tierra, del sustento y del trabajo a centenares de miles de familias campesinas pobres y medias”. La reforma agraria perseguiría en realidad un objetivo de lucha contrainsurgente: “lo que interesa principalmente es engañar al campesinado, para que éste no luche junto al resto de los trabajadores por las transformaciones revolucionarias que sí harán cambiar totalmente la faz del país, ya que con la Revolución Popular el campesinado conquistará tierra, libertad, progreso y bienestar”.
El pronunciamiento del Consejo Superior de la UCA ante el proyecto de reforma agraria de Molina generó una serie de críticas en las páginas de El Rebelde. El órgano de las FPL acusa a las FPL de “encubrimiento cómplice” de los planes de la dictadura. Detengámonos primero en el pronunciamiento para luego abordar los señalamientos de El Rebelde.
El pronunciamiento, que salió publicado en julio de 1976, fue escrito por Ignacio Ellacuría, rector de la universidad, a nombre del Consejo Superior de la UCA. Por cierto, este escrito es tan solo uno de los muchos que el filósofo dedicó al análisis de la cuestión de la propiedad agraria en el país. El documento expresa que la universidad acoge con “esperanza” el decreto de creación del proyecto de transformación agraria, pero ello no significa un apoyo acrítico al gobierno de Molina. Para la universidad, esto no sería más que un primer paso para resolver los problemas de injusticia estructural. La UCA manifestó su apoyo al proyecto, por cuanto este tendería “a cambiar estructuralmente la propiedad y tenencia de la tierra en el país y el desbalance de poder que generan en la economía y en la vida social entera de El Salvador”.
Pero este era sólo “un primer paso indispensable”, no la solución radical del problema de la injusta distribución de la tierra, porque “la transformación agraria que se pretende poner en marcha con este Primer proyecto, debe formar parte de todo un proceso, que busque radicalmente la solución de nuestro subdesarrollo; expresión que es un eufemismo para designar el cúmulo de privaciones y de sufrimientos de centenares de miles de salvadoreños”.
El pronunciamiento de la UCA considera, asimismo, que el proyecto sería una rectificación histórica:
La propiedad privada de la tierra ha sido afectada en un sentido nuevo en la historia moderna de El Salvador, para rectificar afectaciones pasadas en tiempos de la colonia y de la reforma liberal (usurpación de las tierras de los indígenas, leyes de extinción de ejidos y tierras comunales), que ocasionaron la actual concentración de la propiedad; que no puede justificarse ni por razonamientos generales, ni, menos aún, por los nefastos resultados que ha tenido para la mayoría del país.
Estos dos párrafos describen la valoración ética que hace la universidad con respecto a la reforma agraria emprendida por Molina:
En el caso de El Salvador no puede decirse que la institución de la propiedad privada haya promovido ni el beneficio de las mayorías ni su dignidad y libertad personal. Todo lo contrario. De ahí la justificación ética y cristiana de una profunda intervención del Estado en su reestructuración, en su vuelta al sentido primitivo.
En cuanto las actuales medidas del gobierno inicien esta estructuración, haciendo frente a las resistencias injustas de los actuales propietarios de la tierra, el Consejo Superior de la Universidad Centroamericana “José Simeón Cañas” reconoce y aplaude su acción, orientada a que los bienes de producción existentes en El Salvador se utilicen efectivamente para satisfacer las necesidades dramáticas de las mayorías oprimidas.
Por si este párrafo podría parecer demasiado complaciente con respecto de las intenciones del gobierno de Molina, el redactor del documento aclara que “este pronunciamiento no debería interpretarse como un intento de intervención en la política partidista del país, ni como un apoyo indiscriminado al gobierno de la república”, pues si en el pasado la UCA criticó determinadas acciones del gobierno sin que ello implicara su alineamiento con la oposición partidaria, “tampoco en esta ocasión, el elogio de un paso concreto del gobierno, significa apoyo o compromiso alguno con el partido oficial”.
Veamos ahora cuál fue la reacción de El Rebelde hacia el pronunciamiento de la UCA. En su edición de julio de 1976, se publica un texto titulado “Las Fuerzas Populares de Liberación —FPL— ‘Farabundo Martí’ ante el pronunciamiento del Consejo Superior de la UCA sobre la ‘transformación agraria’” .“Con este pronunciamiento” —se dice— “los señores de la UCA se convirtieron en los portadores del ‘primero’ y más nutrido ‘aplauso’ a los planes de reforma agraria de la tiranía militar, saliendo en forma precipitada a la prensa, lo cual impidió que se cuidaran bien, como suelen hacerlo, de encubrir sus verdaderas intenciones e intereses”.
¿Cuáles eran esas “intenciones e intereses” que ocultaba la UCA? Para los redactores de El Rebelde, la postura de la universidad escondía, ni más ni menos, un “encubrimiento cómplice” de los intereses de la clase dominante:
Estos planes reformistas y contrarrevolucionarios son los que han causado el ‘reconocimiento’ y el ‘aplauso’ de los señores de la UCA, que no sólo ‘miran con esperanza’ el Decreto de Ley, sino que ‘excitan al Gobierno’ a llevarlo adelante con una ‘técnica eficiente’, con ‘desinterés’, ‘honestidad’ y ‘efectividad’, pues así ‘los servidores del Estado’ podrán ‘convencer a sus acusadores’ y a las ‘personas desconfiadas’ de los ‘ALTOS FINES Y MOTIVACIONES DESINTERESADAS DE UNAS MEDIDAS POCO USUALES EN NUESTRO PAÍS’. ¿Cómo podemos interpretar esto? ¿Como ‘deseos ingenuos’ de los señores del CSU que desconocen el carácter de clase del estado burgués y la calidad de la tiranía militar? ¿Y si esto es así, dónde están sus análisis y su ciencia de la que se enorgullecen continuamente? ¿O se trata entonces de un ENCUBRIMIENTO CÓMPLICE de los planes de las clases dominantes impulsados a través de su régimen fantoche?
Los redactores acusaron a la UCA de “buscar el acceso —al precio que sea necesario— a por lo menos un rincón del aparato burocrático del Estado burgués” y de elaborar “este pronunciamiento preocupados por ofrecerle la justificación de sus ‘análisis científicos’, del ‘apoyo moral de las enseñanzas de la iglesia católica’, de la ética y de los principios cristianos”.
Finalmente, se afirma que el pronunciamiento esconde “el temor reaccionario ante la violencia organizada y revolucionaria de las masas populares”, e interpretan los llamados de la universidad para que el gobierno desmontara la represión —y así evitar la guerra que ya se hacía inminente—, como un gesto de la clase dominante que ha “comenzado a entender que las masas populares ya emprendieron el camino irreversible de la GUERRA REVOLUCIONARIA PROLONGADA”, con lo cual “hacen un llamado tan suplicante a la Tiranía Militar para que intensifique las medidas reformistas burguesas y pro imperialistas” para frenar la violencia revolucionaria.
Como hemos demostrado, el pronunciamiento que redactó Ellacuría en nombre de la universidad, si bien muestra el apoyo hacia la medida concreta del proyecto de reforma agraria, también tiene una serie de matices y consideraciones que impiden tomarlo como un aval a las posturas del gobierno de Molina.
Es necesario considerar, también, los hechos posteriores a la aprobación del primer proyecto de transformación agraria, de junio de 1976. En octubre de ese año, y tras las presiones de los grupos terratenientes y empresariales —ANEP, por ejemplo—, que veían la amenaza del “comunismo” en esta reforma de corto alcance y de concepción contrainsurgente, el régimen de Molina dio marcha atrás, con lo cual, la asamblea legislativa —que era un solo cuerpo con el ejecutivo oficialista— aprobó un decreto para frenar el proyecto. En medio de un decreto y otro, el presidente Molina hizo célebre la expresión “con decisión y firmeza”, para afirmar que implementaría el proyecto contra viento y marea. En un editorial de la revista ECA publicado ese mismo año, bajo el título “A sus órdenes, mi capital”, Ellacuría atacó al régimen por este retroceso: “Ante la presión del capitalismo nacional, y puede ser, el capitalismo centroamericano, el gobierno ha obedecido. Después de tantos aspavientos de previsión, de fuerza, de decisión, ha acabado diciendo: ‘a sus órdenes mi capital’”. El gobierno respondió retirándole a la UCA la ayuda económica que recibía. Fue así como, poco a poco, los jesuitas de la UCA se ganaron la fama de enemigos del gobierno y la empresa privada, aparte de los ataques de la izquierda. El resto de la historia ya se conoce.
La discusión con el PCS
El número 14 de El Rebelde, fechado en diciembre de 1973, advierte en contra de la participación en las elecciones para diputados y alcaldes del año siguiente: “Después de tímidas ‘condiciones’ y sin que estas hayan sido satisfechas por la tiranía militar, los partidos de la oposición electorera entraron a participar de lleno en el juego montado por el gobierno ”, se afirma. Recordemos que en 1972 se dio el fraude electoral en contra del candidato presidencial de la Unión Nacional Opositora, UNO, José Napoleón Duarte. El Rebelde critica el hecho de que la coalición participara de nuevo en elecciones sin que cambiaran las condiciones políticas del país.
El PCS justificó su participación en los comicios de las décadas de 1960 y 1970, afirmando que las campañas electorales eran una plataforma que permitía llegar a las masas y educarlas políticamente, valiéndose de la cobertura legal que daba el hecho de formar parte de un partido político legal —el PRAM, el PAR y en la década de los 70, el UDN. Para los redactores de El Rebelde, esta era una lectura distorsionada de las elecciones. Antes bien, “el electorerismo no es capaz de elevar la conciencia revolucionaria de las masas, sino que lo conduce a la confusión y frustración de sus aspiraciones de lucha”. Lejos de ser un instrumento para catalizar el descontento de las masas, “los electoreros se asustan y se convierten en pacificadores de la indignación de las masas”.
La publicación advierte del fraude que se ve venir y afirma:
[…] no es con votos como se va a derrotar definitivamente a los criminales gobiernos al servicio de los explotadores; sino con BALAS liberadoras disparadas por el PUEBLO ARMADO, combinando la lucha armada con la movilización combativa por sus reivindicaciones inmediatas.
El Rebelde ataca sistemáticamente las posturas del PCS y de las organizaciones en las que influye políticamente. Esto se puede apreciar en el texto “Opinión Estudiantil lamenta la muerte de Pineda”, aparecido en la edición 19, de enero de 1974, a raíz de una nota publicada en el periódico de la AGEUS, Opinión Estudiantil, en el que se lamenta el deceso del Secretario de la Presidencia, Raymundo Pineda, quien fue abatido a tiros por elementos de la Brigada Farabundo Martí de las FPL. El presidente de la AGEUS en ese año es Manuel Franco, del Frente de Acción Universitaria (FAU), vinculada al PCS. Franco sería asesinado seis años más tarde, junto a los representantes de las organizaciones de masas de las FPL y PRTC (Juan Chacón y Humberto Barrera), a Enrique Barrera, del MNR y a Enrique Álvarez Córdova, quienes conformaron la primera dirección del Frente Democrático Revolucionario. Los antiguos adversarios “revisionistas” y “ultraizquierdistas” caerían combatiendo del mismo lado. Pero en 1974 esto parecía sumamente remoto.
Era lógica, pues, la reacción airada de El Rebelde ante la condena de Opinión Estudiantil:
En este artículo y otros de la misma edición, Opinión Estudiantil se lamenta de la muerte de este elemento fascistoide, artífice de muchas de las disposiciones antipopulares del régimen, lesivas a la clase obrera y al campesinado, maestros, estudiantes y resto del pueblo. Porque no se vale decir que los principales asesores del régimen no son responsables junto con éste, de la sangre, de la muerte, las torturas, los atropellos, las persecuciones contra el pueblo trabajador.
En este artículo y otros de la misma edición, Opinión Estudiantil adopta la muy conocida posición de la “izquierda” oportunista en el país.
En el artículo se acusa al PCS (“izquierda oportunista”), de “disminuir el impacto que las acciones revolucionarias armadas producen en la mente del pueblo y, de tal manera, alejar a los sectores avanzados de su creciente disposición a incorporarse organizadamente a la Guerra Revolucionaria Prolongada”. Hay una acusación más grave: la de estar engañando a los sectores populares para que crean en la existencia de un “ala izquierda” dentro del gobierno de Molina:
[…] tratan de ilusionar al pueblo acerca del ‘ala de izquierda’ en el seno del gobierno. Tales “hombres de izquierda” (a quienes también califican de “desarrollistas”), dizque encabezados por el gorila Molina, que se apoya en Enrique Silva, Rogelio Sánchez y otros de la misma calaña, desarrollan, según los oportunistas, una denodada lucha contra el ala reaccionaria del gobierno, en la cual se mueve Mayorga Rivas, Sánchez Hernández y otros.
En el texto, se afirma que el asesinato de Pineda no fue intencional, sino “a un choque armado no buscado por parte de las fuerzas revolucionarias, en ocasión en que un grupo de apoyo de las FPL realizaba un reparto armado en el Centro Urbano Zacamil”. La momento de la acción, se asegura en el texto, Pineda visitaba un apartamento en la misma zona. Cuando se dio cuenta de que estaba presenciando una acción de las FPL y que ya se había producido una reacción de los policías que estaban en el lugar,“se colocó en papel de policía”, sacó su arma y trató de capturar a uno de los guerrilleros.
Al llevar a cabo la acción, se dio el choque con la seguridad del funcionario, la cual capturó a uno de los militantes de las FPL, con lo cual
Hubo necesidad de neutralizar la acción armada y el resultado fue la muerte de uno de los principales instrumentos de la tiranía. Para los revolucionarios, que ignoraban la identidad del atacante, lo esencial era salvar la vida de uno de los compañeros en peligro de ser enviado a una muerte segura en las celdas de tortura del régimen militar. Y tal acción era completamente necesaria, […] independientemente de que dicho señor tuviera o no contradicciones con otras camarillas reaccionarias que se mueven en el seno de este gobierno títere de los imperialistas y la oligarquía, independientemente también de que los sectores de la izquierda oportunista se coloquen del lado de una u otra de las camarillas reaccionarias de las clases dominantes.
El PCS no actuaría por simple ingenuidad o por una mala apreciación del contexto político, sino por cierta dosis de complicidad con el régimen militar. Para los redactores de Opinión Estudiantil, entonces, “por lo visto hubiera sido mejor que los revolucionarios que acudían en auxilio de su compañero hubieran caído bajo la agresión armada del Secretario de la Presidencia y que el revolucionario hubiera sido enviado a las cámaras de tortura de la tiranía, despedazado y asesinado por los esbirros, como ha ocurrido con tantos hijos del pueblo”.
El Rebelde critica aquellos análisis de “la izquierda oportunista” que caracterizan al régimen de Molina como un “punto intermedio entre la democracia y la tiranía” . Algunos sectores políticos veían en el reformismo de Molina una posibilidad de revertir la situación de injusticia del país. Esto se pondrá de manifiesto en el debate nacional generado por el proyecto de reforma agraria de 1976 y en la posición que tomaron al respecto las diferentes fuerzas políticas y sociales. Para El Rebelde, según las apreciaciones del PCS sobre la posibilidad de tener alguna incidencia en las posturas del gobierno,
[…] la política entreguista, la política represiva, la política contra-revolucionaria no es el fondo de la política de este régimen; su fondo es el “punto intermedio”, pero unos cuantos ultrarreaccionarios cometen todo lo malo desacreditándolo. Frente a esto, hay que hacer apelaciones, “recomendaciones” y consejos a Molina, para que no deje que lo “desacrediten”. Hay que “asesorarlo”.
Cómo se deben sentir incluso aquellos elementos honestos de la base de ese partido (que suponemos existen) cuando ven que su dirección oportunista realiza tales esfuerzos por restar responsabilidades a Molina por los asesinatos de compañeros obreros pertenecientes a esa organización.
En una nota dedicada a valorar la negativa de la UNO a participar en los comicios de 1976 —la “abstención pasiva”, que no implicaba descartar la lucha legal— y lo que representaría, a esa altura de la historia, la continuidad de la apuesta electoral, El Rebelde destaca que la actitud del PCS ante las reacciones de protesta popular ante los sucesivos fraudes fue, más bien, de evitar acciones violentas a toda costa:
Así, frente al deseo de algunos sectores obreros en 1972 de declarar la huelga general después de las elecciones presidenciales, la posición de los dirigentes electoreros fue de una abierta y vergonzosa disuasión con el lema de: “usemos la inteligencia en vez de la violencia de masas”. Ahora, como es natural, la “salida” que hallaron fue la abstención pasiva, seguida de la labor de distracción de sus correligionarios hacia una nueva ilusión y farsa: hacia las elecciones presidenciales futuras, o hacia un “providencial” golpe de estado.
A estas alturas, pues, para las FPL, al igual que las demás organizaciones armadas, la opción electoral estaba más que agotada y que solamente un “dogmatismo recalcitrante” los hacía enfilar sus ataques, no en contra “sus propios errores, sino contra el cliché que ellos mismos han formado: contra lo que ellos llaman el ‘ultraizquierdismo’, aplicando esa denominación a toda una gama de corrientes de distinta naturaleza que en el desarrollo del proceso revolucionario han venido surgiendo en el país”.
Si el PCS sería dogmático por su política centrada en las elecciones, los redactores asumen que la postura de su organización es la única “consecuente”, pues está en conformidad con las “enseñanzas de la vida” y a “la realidad”:
¿QUÉ ES LO QUE LA VIDA HA DEMOSTRADO?
QUE LA ÚNICA LÍNEA QUE SE APEGÓ A LA REALIDAD, LA ÚNICA ORIENTACIÓN POLÍTICA QUE MUESTRA SER CONSECUENTE PARA LA LUCHA DEL PUEBLO FRENTE A SUS ENEMIGOS, ES LA LÍNEA BASADA EN LA ESTRATEGIA POLÍTICO-MILITAR DE LA GUERRA PROLONGADA DEL PUEBLO.
Sólo ella ha mostrado que es capaz de extraer de la realidad nacional actual un análisis integral y de concreciones tácticas, equilibrado y práctico, para incorporar al pueblo a escalones ascendentes de lucha.
El reclamarse a sí mismos como los únicos revolucionarios “consecuentes” es una marca característica del lenguaje de las FPL —al menos en vida de Cayetano Carpio. Pues bien: el PCS no era “consecuente” entre su discurso teórico y su práctica política, pues, al optar por la “abstención pasiva”, sin romper con el juego electoral, este no adoptaba una postura revolucionaria auténtica, a ojos de las FPL. Citando un párrafo de su línea política, ello se explica en estos términos:
Adoptar una actitud combativa en la coyuntura electoral significa NO SÓLO REPUDIAR LA PARTICIPACIÓN EN LAS URNAS ELECTORALES, NO SÓLO NEGARSE A VOTAR, sino que combatir este camino, desacreditar ese recurso de los explotadores, cada uno en el nivel y con los medios organizados que tenga a su alcance […]. No se trata de que todos adopten la misma modalidad y los mismos recursos, sino que el conjunto de los distintos planos y modalidades de acción contra la alternativa reaccionaria burguesa configuran la respuesta de los sectores avanzados del pueblo a la maniobra electoral de la reacción interna y el imperialismo y a todos los que les hacen el juego […].
Estrella Roja
La elección del nombre de un periódico es algo crucial. Condensa la identidad del grupo editor o resume su ideario. Estrella roja retoma el nombre del primer periódico del sector universitario del PCS en los años 30, el que fuera dirigido por Farabundo Martí, Alfonso Luna y Mario Zapata:
¿Por qué este órgano ideológico de las FPL adopta el nombre de Estrella Roja? Este nombre tiene una profunda raigambre en la lucha revolucionaria de nuestro pueblo. Estrella Roja fue el periódico marxista creado durante el fragor de la insurrección obrero-campesina de 1932 (su primer número apareció en diciembre de 1931) fungiendo como responsables de su redacción Alfonso Luna y Mario Zapata, que junto con AGUSTÍN FARABUNDO MARTÍ murieron frente al pelotón de fusilamiento el primero de febrero de 1932 […].
Revivir ese título implicaba decir que las concepciones y la práctica revolucionarias de la primera generación de comunistas salvadoreños —la del 32— estaban vivas. Y que las FPL, organización político-militar originada de una escisión del PCS la hacía suya, porque otros, a juicio de sus miembros, la habían abandonado. “En diciembre de 1973 se cumplió la aspiración de retomar una publicación que existía en la época de los comunistas del 32 llamada Estrella Roja.”, declara Gerson Martínez. “A partir de entonces se comenzó a editar un órgano para la educación de la membresía, pero también para colaboradores, simpatizantes, amigos, y para sectores sociales que nos interesaban. Ese fue un material de estudio obligatorio”. Debe señalarse que la simbología del 32 es fuerte en las FPL, no así en otras organizaciones, como el ERP, donde no juega un papel simbólico tan significativo. Ya hemos visto en el apartado anterior cómo las investigaciones de Cortina demuestran que en las FPL estos elementos tienen mayor prioridad que en el ERP.
Estrella roja tiene un papel distinto a El Rebelde. Este, como vimos en su momento, era un órgano de agitación y de divulgación del pensamiento y la acción de las FPL, tanto para las bases de la organización, como para la población en general. Estrella roja era un “órgano teórico”. En este aspecto, como en otros muchos, las FPL coincidían grandemente con determinadas concepciones del PCS, sobre todo, en su pedagogía política. Y en esto, pues, ambas organizaciones se distancian de aquella que sería su polo opuesto, el ERP.
El primer número, aparecido en diciembre de 1973, en formato tamaño carta, desarrolla los fundamentos políticos de la organización, entre cuestiones de táctica y estrategia, la concepción de la clase obrera como la clase fundamental de la revolución social, los objetivos de esta, la relevancia de las condiciones objetivas y subjetivas, así como las alianzas de clase.
La publicación estaba dirigida a la formación de los cuadros dirigentes. En ella, se planteaban las concepciones estratégicas que sustentaban la línea política de la organización. Esta se reconoce como marxista-leninista. El objetivo de Estrella roja es “la elevación ideológica, teórica y política de sus miembros y colaboradores, con el objetivo de que esta organización revolucionaria político-militar pueda orientar eficazmente al pueblo para incorporarlo a la lucha revolucionaria”.
Los fundamentos políticos de las FPL en Estrella roja
Estrella roja constituye una publicación importante para entender el tipo de pensamiento que se va configurando en las FPL. El primer número de la publicación expone, precisamente, los fundamentos políticos de la línea de acción política determinada por la dirección de las FPL. “Estrella Roja 1 nos presentaba un desarrollo sobre la relación dinámica entre la estrategia y la táctica, y algo de la política de alianzas”, explica Salvador Sánchez Cerén.
La identidad de las FPL en ese momento está ligada de forma íntima al marxismo leninismo. Baste con ver estos párrafos del primer número de Estrella Roja:
[…] la clase obrera no puede cumplir con su papel de impulso de la revolución y dirigente de las fuerzas populares de manera espontánea y desorganizada. La teoría científica revolucionaria —el marxismo-leninismo— le permite elevarse a la conciencia revolucionaria necesaria y al dominio de los medios apropiados para transformar la sociedad.
Pero sin una organización revolucionaria de su clase que domine la ciencia del marxismo-leninismo y la eleve a los grados de conciencia, organización y disposición revolucionaria, tal rol no podría ser cumplido por el proletariado.
A juicio de los redactores, el problema histórico de El Salvador se entendía en los siguientes términos:
La lucha de clases que se desarrolla entre los dos bloques mencionados [los explotadores y los explotados], en el seno de la sociedad, solamente puede resolverse con el triunfo de los explotados sobre los explotadores. Y este triunfo sólo es posible destruyendo el instrumento que protege a las clases dominantes y que a su vez les sirve para ejercer su presión sobre el pueblo, es decir, sólo es posible destruyendo el Estado de los explotadores, destruyendo el Estado burgués. En esto consiste la revolución que se está gestando en nuestro país.
Por ende, las FPL planteaban como una necesidad prioritaria la toma del poder por parte de “la clase obrera y sus aliados” y el derrocamiento del Estado burgués para comenzar a construir el socialismo en El Salvador. La revolución salvadoreña se definía por “su carácter anticapitalista y antiimperialista, es decir, que tiene un carácter de clase proletario y popular”.
Ahora bien, ¿a través de qué estrategia de lucha se llevaría a cabo lo anterior? Las FPL lo expresaba en términos de una estrategia de guerra popular prolongada. Veamos:
[…] la estrategia revolucionaria que corresponde a las condiciones concretas de nuestro país es la ESTRATEGIA DE GUERRA POPULAR PROLONGADA, como estrategia global que oponen los explotados a la estrategia global de la guerra contra el pueblo que desarrollan los explotadores.
Obviamente, dicha concepción tenía como núcleo estratégico la lucha armada. Pero, ¿bastaría solamente con el componente militar para transformar la sociedad?
Ahora bien, desarrollar la lucha armada plantea la necesidad de aplicar y combinar adecuadamente todas las formas de lucha posibles y válidas en cada momento y situación concreta, de manera que permita debilitar al enemigo en todos los campos, así como ir creando y desarrollando las condiciones subjetivas de conciencia, organización y disposición revolucionaria del pueblo.
¿En razón de qué se le concebía como prolongada a esa lucha? En razón de que no se veía el proceso de cambio revolucionario como resultado de una coyuntura insurreccional en la que se daría un golpe decisivo al aparato militar del enemigo, sino como un proceso gradual, de toma de conciencia de las masas:
Esta estrategia de GUERRA REVOLUCIONARIA PROLONGADA DEL PUEBLO, consiste, pues, en la correcta combinación de la lucha violenta con la pacífica, legal e ilegal, de masas y de guerrillas, económica y política, armada y no armada, en que va incorporándose el pueblo a la lucha, fortaleciendo sus fuerzas [sic], ganando terreno, desgastando las fuerzas del enemigo, modificando gradualmente la correlación de fuerzas, creando sus instrumentos políticos y organizativos necesarios para derrotar finalmente al enemigo, teniendo como elemento fundamental la lucha armada de masas. Esta es la única estrategia capaz a la formación [sic], gradual pero firme, de un aparato militar del pueblo (el pueblo armado) bajo la dirección de su vanguardia proletaria, capaz de derrocar al imperialismo aliado a la burguesía criolla, para permitir que el pueblo aliado a la clase obrera tome el poder y dé inicio a las tareas de transformación de la sociedad hacia la construcción del socialismo como primera fase de la sociedad comunista.
En principio, la primera parte de la cita daría la impresión de que la lucha electoral (esto es, la estrategia privilegiada por el PCS en ese momento) no estaría en contradicción con el concepto de guerra revolucionaria del pueblo, en tanto estrategia abarcante y no excluyente de métodos de lucha. No obstante, el análisis de las FPL, al igual que el del resto de organizaciones político-militares, constata la inviabilidad de las elecciones.
Cristianismo y revolución
En la década de los sesenta en El Salvador, como en el resto de América Latina, el debate acerca de las relaciones entre cristianismo y revolución cobra fuerza. El cristianismo de liberación, expresado en la labor de sacerdotes, religiosas, celebradores de la palabra y creyentes de base, configura una fuerza crítica que disputa el campo ideológico al proyecto dominante. En los periódicos examinados, encontramos referencias concretas en La Verdad, pero sobre todo, en Estrella roja, donde las FPL elaboran un documento en el cual se realiza un análisis detallado al respecto. Lorena Peña, una de las dirigentes de las FPL, recuerda al respecto:
En el documento Estrella Roja número 2 de las FPL, definía su política hacia los sectores cristianos, y nos lo hacían estudiar a todos para que no metiéramos la pata en un tema tan sensible como ese. El documento planteaba que éramos marxistas, pero que la revolución es como el río Lempa que tiene muchas vertientes, y que el movimiento de cristianos comprometidos debía ser un afluente de la revolución; se planteaba también, que debíamos tener alianzas con todos los sectores que van a la revolución.
Lo trascendental de este documento titulado Carta de las FPL a los sacerdotes progresistas (número 2 de Estrella roja, aparecido en febrero de 1974), es que aquí nos encontramos con un planteamiento en el que se va más allá del simple aserto de que “no hay contradicción” entre cristianismo y revolución. Esto, lógicamente, es una superación de la concepción Nos encontramos ante una formulación de una política, que reconoce en los cristianos algo más que simples compañeros de ruta: se reconoce el cristianismo como una fuerza revolucionaria con derecho propio. Ser revolucionario no implicaría, pues, dejar de ser cristiano. Ni tampoco estaría en contradicción con la militancia en una organización político-militar.
La aparición de la Carta de las FPL indica una evolución ideológica dentro de la organización. Según Peña, anteriormente se exigía a los militantes ser ateos por principio: “En mi caso yo dejé la religión por decreto, porque según las FPL había que ser ateo. Te daban un librito de filosofía marxista que criticaba el idealismo y defendía al ateísmo científico. […] Eso se modificó luego en el 74, cuando lanzamos nuestra carta a los cristianos y planteamos que convergíamos, que entre cristianos y revolución no había contradicción, que eran dos afluentes de un mismo río”.
No profundizamos más en el contenido de la Carta, pues en los anexos transcribimos partes importantes de la misma. Sin embargo, recogemos este párrafo, que resume fielmente las ideas que se plantearon párrafo arriba:
Nuestro trabajo revolucionario va dirigido contra los enemigos del pueblo y no va encaminado a menoscabar la religión, ni el trabajo de masas religioso. La experiencia en este terreno indica que el quehacer religioso y la actividad revolucionaria pueden combinarse fecundamente en aras de los intereses del pueblo.
Las FPL aceptan en sus filas a todo revolucionario honesto que adopte concientemente su estrategia, su línea táctica y política, y sus lineamientos orgánicos y disciplinarios, si para ello sus creencias y prácticas religiosas no constituyen un obstáculo.
Sobre los números tres y cuatro de Estrella Roja, explica Gerson Martínez, entrevistado por Marta Harnecker:
“Estrella Roja 3, fue un trabajo de Chico [Alejandro Solano] y Eva [Clara Elizabeth Ramírez], que pretendía sistematizar los componentes de la línea estratégica, caracterización de la economía, de la sociedad, lo mismo que la forma de dominación y de la vía, formas de lucha, alianzas, etc. Estrella Roja 4 dio a conocer los acuerdos del primer congreso revolucionario del partido. El razonamiento sobre la necesidad de una conversión urgente de la estructura guerrillera que teníamos en un partido organizado, funcionando y actuando con arreglo a los criterios leninistas clásicos. Nos vimos obligados a acelerar este intento organizativo debido al gran oleaje de masas que se nos venía encima, de otra manera nuestra capacidad de conducción hubiera sido rebasada”.
El quinto número de la publicación presentaba “el informe de la situación internacional, sobre algunos aspectos de la lucha popular y sobre el trabajo desarrollado en nuestra organización, aprobado por la II Reunión Ordinaria del Consejo Revolucionario de las FPL. La Estrella Roja N° 5 lleva en sus páginas un documento aprobado en un momento de gran tensión de la lucha popular contra sus enemigos de clase. Estaban frescos los sucesos de febrero [de 1979, N. del A.], y a pocos días del desenlace del caso Borgonovo, de la muerte en combate de ocho compañeros de las Milicias Populares, el primero de mayo, y en medio de intensa movilización popular combativa.” La primera parte del documento, dedicada al análisis del contexto internacional, incluye la posición de las FPL con respecto al conflicto sino-soviético, de lo cual hablaremos más adelante. Dentro de este mismo apartado, se aborda el tema del enfoque centroamericano de la lucha revolucionaria, en el sentido de concebir una estrategia de lucha a nivel regional. En esta tesitura de cosas, tanto las FPL como el PRTC hacen planteamientos similares, aunque en la práctica, esto distó de concretarse, al menos en el plazo breve.
*Tomado de: La gramática de la pólvora.Revis y ultras en la prensa de las organizaciones de izquierda: 1971-1979 Luis Alvarenga