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El 11/S que nos duele en Latinoamérica

Víctor Castro

Cual si de un número cabalístico o fórmula fatal, en la memoria del ciudadano global, desde hace años se recuerda el 11 de septiembre del 2001 como la tragedia con la que los ciudadanos estadounidenses y especialmente los neoyorquinos vivieron, ese día, el acto terrorista más grande cometido en suelo americano, del cual a la fecha se han escrito versiones con autoría y detalles, que dan para escribir voluminosos libros, o llevar al cine secuencias de terror, angustia e incluso intriga, que mezcladas con todos los sentimientos que en el mundo entero este hecho despertó, sigue hasta hoy sin encontrar una coherente reflexión del porqué.

La destrucción de las Torres Gemelas en Nueva York y el ataque al pentágono; por cierto este último aunque conocido, poco publicitado comparativamente; han marcado un antes y un después de la política de seguridad interna en USA así como unilateralmente por medio de sus acciones militares los gobernantes de la Casa Blanca se arrogaron el derecho de definir quiénes y donde están sus enemigos y culpables de esta agresión, así como que métodos utilizar para acabar con ellos. Para ello los derechos de sus propios ciudadanos han sido conculcados y las guerras y el patrocinio de focos de tensión casi universal made in USA, se han multiplicado; y lo que es peor con la colaboración de países y la venia de organismos como Naciones Unidas, además de muy escasa oposición en el concierto mundial.

Pero sin restarle la tragedia y lo abominable de lo que pasó hace 16 años en Nueva York, la coincidencia histórica de la fecha del 11 de septiembre pero de 1973 del siglo pasado, también marcó un antes y un después para la lucha por la democracia en Latinoamérica que con un acto también de terrorismo, pero terrorismo de Estado, truncó en Chile un proceso de transición pacífica en la búsqueda de ese pueblo por darse para sí, los gobernantes y la sociedad que ellos libremente habían escogido a través de elecciones.

La cultura política practicada por muchos años en Chile hacía imprevisible para la ingenuidad compartida en todo el continente, un golpe militar, hasta que aparecen en ese mismo teatro, patrocinadores externos que abiertamente apoyaban e incentivaban la subversión interna en contra del Gobierno de la Unidad Popular precedido por el Dr. Salvador Allende.

Era evidente que la subversión interna contaba con ingentes recursos; pero sobre todo contaba con el apoyo y venia del gobierno de los Estados Unidos presidido por Richard Nixon, que por intermedio de su embajada y su flamante Secretario de Estado Henry Kissinger monitoreaba la actualidad política chilena y fue a él a quien los golpistas le pidieron apoyo político y la venia para la ejecución del golpe.

En la avanzada subversiva en Chile jugaron papel fundamental transnacionales como la ITT, Pepsi Cola, el Banco Chase Manhattan, así como la Central de Inteligencia Americana (CIA) quien puso en marcha El Proyecto FUBELT (también conocida como Track II) que era el Criptónimo CIA para las operaciones secreta de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) que estaban destinadas a socavar al Gobierno de Salvador Allende y promover el golpe militar en Chile.

Hay documentos hoy desclasificados en donde Henry Kissinger transmitía órdenes al jefe de la CIA en Santiago en donde le afirmaba: “Es política firme y continua que Allende sea derrocado por un golpe de Estado”. También documentos desclasificados de la CIA revelan que el gobierno estadounidense financió desde 1970, periódicos y revistas de derecha en perjuicio del gobierno de Allende.

Incluso, un ex Boina Verde mexicano-estadounidense relató al Periódico estadounidense Berkeley Barb, que integró un comando de fuerzas especiales (834 boinas verdes, 14 rangers y 34 miembros de la CIA) trasladado a Chile, vía Panamá, para participar en el asalto a La Moneda.

Además completaba el grupo conspirativo estadounidense el embajador Nathaniel Davis, quien estuvo en Guatemala en el período en que asesores diplomáticos y militares ayudaron a organizar grupos terroristas fascistas como La Mano Blanca, Nueva Organización Anticomunista y el Consejo Anticomunista de Guatemala, que asesinaron a miles de estudiantes, trabajadores, campesinos e indígenas en las décadas de los 60 y 70 del siglo pasado.

Antes, durante y después del golpe de estado del 11/S en Chile, militares de alto rango fueron reclutados, auspiciados y apoyados por el gobierno de Nixon y los siguientes gobiernos Estadounidenses ratificaron ese compromiso de ignominia apoyando no solo a los fascistas chilenos, sino que también las subsiguientes dictaduras militares que fueron creando en todo la geografía del continente y que ahogaron a fuerza de represión y asesinatos las aspiraciones democráticas de Latinoamérica durante las últimas décadas del siglo XX.

Hoy en pleno siglo XXI y a 44 años de aquella tragedia para la democracia continental, la geografía política Latinoamericana, vuelve de nuevo a respirar aires de real independencia y la búsqueda de su propia identidad para construir sus propias sociedades, atrás han quedado las dictaduras fascistas y los gobiernos títeres ante los designios de los Estados Unidos son minoría; no obstante el mismo Chile se conmociona hoy con protestas estudiantiles que reivindican derechos y justicia social, lo que nos indica que tanto allí como en el resto de Latinoamérica nos falta mucho por andar y que el acecho subversivo externo también se juega sus cartas en cada uno de nuestros países y encuentran siempre vende patrias dispuestos a negociar la dignidad e independencia a cambio de llenar sus propias arcas.

Honduras y el golpe contra el Presidente Manuel Zelaya el 28 de junio del 2009, marca un nuevo punto de inflexión en la lucha latinoamericana por su soberanía contra las fuerzas retrogradas del continente, apadrinadas por el intervencionismo del Imperio; en esa carrera contra la democracia se están combinando modalidades en donde la subversión hace uso de “legalidades” inventadas para implementar los golpes de Estado “blandos”; Paraguay, Brasil y su Presidenta son ejemplos; pero esa ofensiva reaccionaria no ha parado en Brasil; el asecho está presente en Ecuador, Bolivia y tienen en la mira con toda la fuerza subversiva Imperial a Venezuela, y todos los países que en el Hemisferio están dispuestos a transformar sus sociedades y luchar contra el neoliberalismo; sistema impuesto por las fuerzas más reaccionarias del mundo.

En este 11/S latinoamericano nos sigue doliendo Chile, nos duele Latinoamérica con su pobreza, su marginación, su espolio, su violencia, su desesperanza que encamina a nuestros mejores hermanos a migrar al exterior; pero al mismo tiempo estamos llenos de optimismo por los nuevos aires que soplan y resisten en todo nuestro continente a pesar de la intransigente oposición de las fuerzas más oscuras de adentro y fuera.

Apropiémonos todos pues, en Latinoamérica, de las proféticas palabras de Salvador Allende cuando aquel 11 de septiembre de 1973 como legado testamentario dijo: “Superarán otros hombres este momento gris y amargo… Sigan ustedes sabiendo que, mucho más temprano que tarde, se abrirán de nuevo las grandes alamedas por donde pase el hombre libre para construir una sociedad mejor”.

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