FAO
El informe Panorama de la seguridad alimentaria y nutricional de América Latina y el Caribe 2022 publicado por cinco agencias de Naciones Unidas señala que la región tiene, en promedio, el costo más alto del mundo para acceder a una dieta saludable, con un 22.5% de su población –alrededor de 131,3 millones– que no puede pagarlo. Las causas están asociadas a la situación socioeconómica de los países, así como a factores externos, como el incremento de los precios internacionales.
Una dieta saludable debe contener una cantidad equilibrada de todos los grupos y tipos de alimentos nutritivos, que incluyen frutas, verduras, alimentos básicos con almidón; alimentos de origen animal; legumbres, nueces y semillas; aceites y grasas. El costo se calcula a partir las guías alimentarias basadas en los alimentos representativas de las principales regiones del mundo, con una selección de 11 alimentos de menor costo que aporten 2,330 calorías en el día, esta composición varía según cada país.
El documento revela que la región tiene, en promedio, el costo más alto de una dieta saludable en el mundo, con USD 3,89 al día, frente a USD 3,54. Este dato está impulsado por el Caribe, donde comer sano cuesta USD 4,23, un costo demasiado alto para el 52% de la población. Mientras que América del Sur, el costo promedio es de USD 3,61, inaccesible para el 18.5% de los suramericanos o 74.2 millones. En Mesoamérica, el costo promedio de una dieta saludable se estima en USD 3,47, demasiado alto para el 27.8% de la población, es decir 43.2 millones de personas. Este indicador se construyó con datos de seis de los ocho países de la subregión, excluyendo a Guatemala y El Salvador.
“Hablamos de la región del mundo con la dieta saludable más costosa, lo que afecta particularmente a las poblaciones vulnerables —pequeños agricultores, mujeres rurales y poblaciones indígenas y afro-descendientes—, las cuales destinan un mayor porcentaje de ingresos a la compra de alimentos”, dijo Rossana Polastri, directora regional del FIDA.
La falta de acceso económico de una dieta saludable observada en toda la región está asociada a variables, como el nivel de ingresos de un país, la incidencia de la pobreza y el nivel de desigualdad. De igual forma, el documento señala las dificultades para acceder a una dieta saludable se han agravado a causa del aumento de precios internacionales de alimentos experimentado desde 2020, especialmente después del inicio del conflicto en Ucrania.
“La inseguridad alimentaria seguirá aumentando por la crisis de los precios de los alimentos y de los combustibles causada por el conflicto en Ucrania y las secuelas de la COVID-19”, dijo Lola Castro, directora regional del WFP.
El informe incluye recomendaciones y un análisis de políticas para mejorar la disponibilidad y asequibilidad de alimentos nutritivos, a fin de apoyar a las personas más vulnerables y a los hogares de bajos ingresos que gastan una mayor proporción de su presupuesto en alimentos. Por otra parte, las políticas comerciales y de mercados pueden desempeñar un papel fundamental en la mejora de la seguridad alimentaria y la nutrición, ya que a través de una mayor transparencia y eficiencia se reduce la incertidumbre y se mejora la previsibilidad y estabilidad del comercio agroalimentario inter-regional.
“Ninguna política por sí sola puede proporcionar la solución, es necesario reforzar los mecanismos de coordinación nacionales y regionales para responder al hambre y la malnutrición”, señaló Mario Lubetkin, subdirector y representante regional de FAO para América Latina y el Caribe. “Para contribuir a la asequibilidad de dietas saludables, se requiere crear incentivos para la diversificación de la producción de alimentos nutritivos dirigidos principalmente a la agricultura familiar y productores y productoras de pequeña escala, medidas para la transparencia de los precios de estos alimentos en los mercados y el comercio; transferencias en efectivo y otras acciones como la mejora de los menús escolares”, concluyó Lubetkin.
Otras políticas alimentarias, como el etiquetado nutricional, el subsidio de alimentos nutritivos y la aplicación de impuestos sobre alimentos de alta densidad energética y mínimo valor nutricional que no contribuyen a dietas saludables, si están bien diseñadas, podrían desempeñar un papel en la asequibilidad de las dietas saludables y prevenir otras enfermedades relacionadas con el sobrepeso y obesidad.
“Debemos redoblar los esfuerzos para abordar la malnutrición en todas sus formas promoviendo políticas públicas para crear entornos alimenticios saludables, eliminar las grasas trans de producción industrial, implementar el etiquetado frontal de advertencia, regular la publicidad de alimentos no saludables, establecer impuestos a las bebidas azucaradas, y apoyar las políticas de alimentación saludable y actividad física en las escuelas”, consideró la directora de la OPS, Carissa F. Etienne. “Comprender los factores que determinan las malas prácticas alimentarias es clave para encontrar soluciones y asegurar que todas y todos en la región puedan acceder a una alimentación saludable”, detacó.
Por ejemplo, los países con mayores niveles de pobreza y desigualdad tienden a presentar mayores dificultades para acceder a una dieta saludable. Esto se asocia directamente con una mayor prevalencia de hambre, desnutrición crónica en niños y niñas y anemia en mujeres de 15 a 49 años.
“Para que los niños y las niñas puedan crecer sanos, no sólo es urgente asegurar la disponibilidad de alimentos nutritivos a precios asequibles. También es necesario desarrollar políticas públicas que garanticen una nutrición adecuada, además de consejería nutricional, focalizando acciones en las poblaciones más vulnerables”, señaló Garry Conelli, director regional de UNICEF para América Latina y el Caribe.”
El Panorama regional de la seguridad alimentaria y nutricional 2022 es una publicación conjunta de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO); el Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola (FIDA); la Organización Panamericana de la Salud/Organización Mundial de la Salud (OPS/OMS); el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) y el Programa Mundial de Alimentos de las Naciones Unidas (WFP, por sus siglas en inglés).
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