Víctor Manuel Valle Monterrosa
En diciembre hay en El Salvador tres fechas memorables: el 2 de diciembre fue el golpe de estado que inauguró la dictadura militar en 1931; el 14 de diciembre de 1948 sucedió el “golpe de los mayores”; y el 25 de diciembre de 1922 fue la “navidad sangrienta” cuando el gobierno de la dinastía Meléndez Quiñonez masacró una manifestación de mujeres opositoras a la dinastía. Hace un año se cumplió un centenario de la ominosa masacre y no hubo conmemoraciones, ni de las izquierdas, ni del feminismo.
En 1948 – hace 75 años- en Centroamérica había vientos de cambio. Guatemala la presidía el intelectual Juan José Arévalo (padre de Bernardo al que la oligarquía chapina le quiere birlar la victoria electoral); Costa Rica recién había instalado la Junta fundadora de la Segunda República, liderada por José Figueres Ferrer, que abolió el ejército. En Honduras llegaba a su fin la dictadura de Tiburcio Carías Andino, en una transición que culminó en 1949. Sólo Anastasio Somoza García quedaba en pie como guardián regional de los poderes económicos y con el apoyo del Gobierno de Estados Unidos.
En ese clima de cambios sucedió el golpe de estado del 14 de diciembre de 1948, acelerado por el intento del presidente Castaneda de extender su mandato que concluía en 1949, y se instaló el Consejo de Gobierno Revolucionario integrado por el teniente-coronel Manuel Córdova y los mayores Óscar Bolaños y Óscar Osorio y los civiles Dr. Humberto Costa y Dr. Infieri Reynado Galindo Pohl. El mayor Humberto P Villalta, con prestigio de revolucionario y que no fue incluido en el Consejo de Gobierno; fue nombrado Comandante General de la Fuerza Armada.
Esta “revolución de los mayores” despertó júbilo popular. Lo digo como recuerdo testimonial de mis siete años de edad. Manuel de J. Córdova era vecino de mi casa en Santa Tecla y el hecho de tenerlo como presidente me causó asombro y curiosidad infantil. Para el 26 de diciembre se decretó día de Jubilo Nacional y hubo una concentración en San Salvador de apoyo al nuevo gobierno. Mis hermanos de 20 y 16 años asistieron y regresaron a casa eufóricos.
Altos jefes del gobierno depuesto, el ex presidente Castaneda, el ex ministro Mauro Espínola y el coronel Osmín Aguirre y otros, estaban presos y después fueron juzgados por un Tribunal de Probidad establecido poco tiempo después de instalado el gobierno.
Entre los golpistas del 48 había inclinaciones para hacer cambios profundos en el país. El más progresista era el mayor Humberto Villalta. El mayor Osorio, por su estadía en México, era admirador de la “revolución –como el amor- a la mexicana”. En el lado civil, la figura más notable era el joven jurista Reynaldo Galindo Pohl quien en 1944 había sido líder estudiantil para derrocar al dictador Martínez. Además, había un asunto generacional: las principales figuras del nuevo gobierno eran menores de 40 años y los jefes militares depuestos, mayores de 60 años.
El Salvador vivía efervescencia desde el derrocamiento de Martínez y el mundo celebraba la derrota de las potencias del eje Alemania, Italia y Japón que al ser los derrotados constituían el eje del mal. La Unión Soviética, que había sido aliada táctica de Estados Unidos y sus adminículos para derrotar al eje del mal, ya estaba bajo sospecha y comenzaba la larga “guerra fría” del siglo XX que afectó a El Salvador.
El forcejeo de poderes en el nuevo gobierno salvadoreño de 1948 desembocó en la salida del teniente-coronel Córdova como jefe del Consejo de Gobierno y del mayor Villalta como Comandante General de la Fuerza Armada. En menos de 4 semanas después del golpe, Osorio se agenció todo el mando del gobierno, pues tanto Córdova como Villalta fueron enviados al exterior como agregados de Defensa. Córdova hizo carrera militar y diplomática hasta muy avanzado en edad. El mayor Villalta, murió en 1954, a sus 45 años, en un accidente de tránsito en México, cuando era agregado de Defensa y viajaba con un diplomático militar soviético.
Este artículo no es académico; es un testimonio desde mis memorias y vivencias. Aunque algunos analistas ven este movimiento como una etapa socialdemócrata en el poder político militar, en realidad, puede verse como una oportunidad perdida para modernizar y quizá humanizar el Estado y la sociedad de El Salvador.
Poco tiempo después de su comienzo, la revolución del 48 fue calificada por opositores desde las trincheras universitarias como “robolución”, pues además del presunto enriquecimiento ilícito de algunos líderes iniciales, había sido robada la esperada revolución que pronto inició una deriva pro-oligárquica y represión antidemocrática, como la conocida de 1952, y actos políticos con clara posición derechista. El gobierno de Osorio fue sede de reuniones entre partes de Guatemala, auspiciadas por el gobierno de Estados Unidos, para derrocar al gobierno militar democrático de Jacobo Arbenz, en 1954.
Hay que mencionar algunos aportes notorios de este proceso en sus 12 años de vigencia: la Constitución de 1950, las casas del IVU para muchas personas algunas de bajos recursos; la electrificación impulsada con la Presa “Chorrera del Guayabo” (mi hermano mayor murió ahogado en 1951, en el Lempa, mientras laboraba en esa obra), la carretera del Litoral, El Boulevard del Ejército, los centros turísticos, las secundarias en todas las cabeceras, los centros de recreación obrera en la playa y en las montañas, que no siempre eran para obreros; los edificios escolares “tipo revolución”, por ejemplo, el José Martí, construido en un cerro de Las Delicias, Santa Tecla; el Instituto Salvadoreño del Seguro Social, el monumento a la Revolución (alias “el Chulón”) y su avenida del mismo nombre en el vecindario más afluente (¡Qué paradoja!) de la capital: y la legislación para permitir sindicatos urbanos.
También había retórica como aquello de la revolución cumple, aunque, por la casi inexistencia de la publicidad profesional, no había inundación de campos pagados ni se soñaba con las redes sociales. Eso sí, en un modelo de pan y circo, aunque con menos pan, traían bailarinas en bikini, -las Dolly Sisters- que bailaban entre la reina Isabel la Católica y Cristóbal Colón, para entretener al pueblo los primeros de mayo y quitarles público a los desfiles de trabajadores combativos. Ah, y los precios del café estaban relativamente muy altos.
Dentro de 75 años arribaremos al siglo XXII y habrá habido muchos cambios. ¿Cómo será el país? ¿Habremos salido del subdesarrollo, enemigo público número uno del país? La vida de nosotros y nuestros descendientes lo dirá. No estaré, al menos que llegue a 160 años de edad.