Dr. Víctor Manuel Valle Monterrosa
Recuerdo el 14 de diciembre de 1948, pues, por diversas razones, a mi corta edad de 7 años, me causó fuerte impresión. El teniente-coronel Manuel de J. Córdova, uno de los miembros de la pentarquía que, con el nombre de Consejo de Gobierno Revolucionario, gobernó a raíz del golpe de estado llevado a cabo en esa fecha, era vecino de mi casa en Santa Tecla. A lo largo de los años he seguido la pista a los acontecimientos de 1948.
El general martinista, Salvador Castaneda Castro, presidente impuesto desde 1945 y con maniobras para reelegirse, fue sustituido por el Consejo de Gobierno citado integrado por el teniente coronel Córdova, más los mayores Óscar Bolaños y Óscar Osorio y los civiles Humberto Costa, abogado, y Reynaldo Galindo Pohl, abogado in fieri. Osorio, al momento del alzamiento, estaba residiendo en México y se incorporó al gobierno provisional unos días después. Galindo Pohl era un destacado universitario de 30 años que había sido líder estudiantil en comité de huelga general que dio al traste la dictadura de Martínez en 1944. Otro líder notable fue el Mayor Humberto P Villalta que fue designado Jefe de la Fuerza Armada. Córdova y Villalta fueron excluidos por Osorio unas semanas después y enviados al exterior como agregados militares.
El nuevo gobierno fue recibido con esperanza y amplio apoyo popular, pues ascendían al mando personas menores de 40 años y se desplazaban generales martinistas sexagenarios como el presidente depuesto Castaneda y otros generales como Ángel Avendaño y Mauro Espínola. Para mostrar cambio, el nuevo gobierno montó un tribunal de probidad que juzgó actos de corrupción contra las depuestos. Se dio mucha publicidad al encarcelamiento y juzgamiento de general Castaneda y cercanos colaboradores. Algún tiempo después, esto quedó en nada y los presos recobraron su libertad.
Historiadores y aficionados a la historia han analizado abundantemente ese hecho político y sus consecuencias. Incluso algunos le ven rasgos de gobierno socialdemócrata. Es importante dilucidar si el movimiento de 1948 fue un remozamiento de la dictadura militar o un intento transformador del estado y la sociedad de El Salvador. Quizá de los dos conceptos bebió este movimiento que, con astucia propagandista, fue llamado La Revolución del 48, para traer a la mente esas palabras que invocaban los hechos políticos que conmovieron Europa en 1848 con el protagonismo del incipiente movimiento europeo y que tendrían gran impacto en el mundo en los decenios que siguieron. Por eso, no se decía nuevo gobierno o golpe de estado, sino La Revolución del 48, para calificar la llegada al poder político de los alzados contra los vestigios del martinato.
Sin duda, el golpe de Estado de 1948 introdujo algunas modernizaciones. Sobre las motivaciones de los líderes se pueden tejer varias teorías. Se estaba en la inmediata postguerra segunda y las potencias aliadas querían mantener su hegemonía mundial; pero daban un poco de aire fresco a algunos países explosivos. El Salvador era uno de ellos.
Osorio, el indiscutible líder militar y político del nuevo gobierno y que se mantuvo como tal desde 1948 hasta 1956, había estudiado en una academia militar italiana en tiempos del fascista Mussolini; fue agregado militar en México cuando en ese país todavía se vivía un aura revolucionaria, aunque con un partido de “revolución institucional”, con fuertes controles sociales. Eso explica que el partido político establecido por Osorio y sus allegados para administrar el modelo socioeconómico que ha imperado en El Salvador desde el siglo XIX, se llamó Partido Revolucionario de Unificación Democrática y existieron los llamados 14 puntos de la revolución donde se hablaba de libertad, democracia, honradez en manejo de fondos públicos, justicia social y, sobre todo, hacer de civiles y militares “un bloque indestructible”.
“La Revolución Cumple”, “El ejército es el brazo armado del pueblo”, “Puesta la confianza en Dios”, “Siempre pensando en los altos destinos de la patria”, “Fuera doctrinas anárquicas y contrarias a la democracia”, eran frases publicitarias que se leían en afiches y se escuchaban en discursos oficiales para delinear la llamada revolución del 48 que, sobre todo en sus primeros 8 años del predominio de Osorio, tuvo una etapa formalmente modernizadora sin tocar a fondo los rasgos esenciales del régimen socio económico. Por ejemplo, se creó el ISSS para trabajadores urbanos, se estableció el IVU para construir viviendas destinadas a estratos bajos y medios, se legalizaron los sindicatos aunque se alentaron los sindicatos gobiernistas, se crearon la CEPA para impulsar los puertos y la CEL para mejorar la electrificación con la presa hidroeléctrica “Chorrera del Guayabo” o Cinco de Noviembre, se fundó el Instituto de Colonización Rural (era grave pecado político decir reforma agraria) y el Instituto Regulador de Abastecimientos, se hicieron la carretera del litoral y el bulevar del ejército, se impulsaron centros turísticos y de recreación obrera, y los llamados “grupos escolares tipo revolución”, y se erigió el Monumento a la Revolución, “mal apodado el Chulón”, que al ubicarlo en una zona elegante en vías de construcción se simbolizaba un “bloque indestructible” entre gobierno y clases pudientes.
Había “Pan y Circo”. Los primeros de mayo, para celebrar el día del trabajo y quitarles asistentes a los desfiles de trabajadores contestatarios, se montaban espectáculos con danzarinas tropicales importadas en escasa ropa, que danzaban en medio de la Reina Isabel y Cristóbal Colón del Palacio Nacional. Y nadie reclamaba por ese mal uso de tan solemne espacio. De vez en cuando traían “cachiporristas” de algunas instituciones de Estados Unidos que, con sus bastones, faldas cortas y danzas, desfilaban por las calles de San Salvador para entretener “a las masas” y aliviarles sus penas. Claro, en el decenio de los 1950, dicen los entendidos, los “precios del café” estaban altos y había dinero en las arcas públicas para estos gustos y para enriquecimientos ilícitos de funcionarios públicos.
Poco a poco se volvió “a la normalidad política”: algunos entusiastas del régimen iniciales que acompañaron el comienzo del movimiento, se fueron desencantando (por ejemplo, los jóvenes Mario Salazar Valiente y Jorge Arias Gómez) y otros fueron cooptados (por ejemplo, Julio Fausto Fernández y Waldo Chávez Velasco). Para legalizar la represión política una Asamblea Legislativa sometida al presidente Osorio emitió la Ley de Defensa del Orden Democrático; se controló y persiguió opositores políticos, se les reprimió y hasta exilió, (Recordar la llamada represión de 1952). Cargos importantes del gobierno fueron asignados a representantes de los grupos económicamente poderosos. Y de paso, Osorio jugó un papel importante en el derrocamiento, urdido por el gobierno de Estados Unidos, en 1954, del presidente guatemalteco Jacobo Arbenz líder de un gobierno revolucionario mal visto por las derechas del continente.
Por todo eso se puede decir que el 14 de diciembre de 1948 comenzó en El Salvador “una revolución que no fue”. Y la historia siguió su marcha en espiral, dando lecciones hasta la actualidad en un país que aún espera la utópica revolución social.