CARLOS ALBERTO SAZ
Así como en el jardín muere la flor,
o como la noche fenece con el día,
así muere tristemente el amor,
aquel amor que eterno parecía.
Es verdad que el amor se acaba,
como dice una canción muy conocida,
y es que esa pasión no es esclava
ni del desprecio ni la sonrisa fementida.
El amor, pasión que en el alma se aferra,
lo hace a uno debilitarse sin medida,
e igual que la raíz se hunde en la tierra,
cuesta arrancarla del alma adolorida.
Pero si se hace un esfuerzo con valor,
si se pone la voluntad fervientemente,
es fácil que muera ese amor
que por años nos obnubiló la mente.
El amor acaba, como acaba el vendaval
que arrasa los campos de azucenas,
o como termina la cosecha del trigal,
o como la muerte acaba con las penas.
El amor sólo es pasión almibarada
cuando hay cariños compartidos,
cuando la empatía es rosa perfumada
cultivada en los hogares bendecidos.
Cuando el Sol brilla esplendente
o la Luna en las noches es hermosa
en el fragor de un hogar resplandeciente,
de una hermandad que es preciosa.
Pero de repente el amor se aleja,
y muere en fría y tensa calma,
cuando la incomprensión de la pareja
es un puñal que atraviesa el alma.
Soyapango, colonia Las Flores, sábado 27 de enero de 2017.