Caralvá
Intimissimun
De aquella época 1931-1932 hemos publicado varios artículos y reflexiones, algunas crónicas y comentarios se encuentran reseñadas en la Serie Democracia y periodismo contra la desconfianza política ( volúmenes: III, VI, VII [1]) disponible en versión e-book y pasta blanda; la riqueza del estudio histórico fortalece a las academias de historia, lengua, ciencias sociales etc. puesto que la calificación comunista anula toda otra alternativa de interpretación, sin considerar circunstancias políticas: ¿fue un acto insurreccional contra el golpe de Estado del General Martínez? ¿únicamente el Partido Comunista organizó la sublevación? ¿los llamados del derrocado Arturo Araujo a resistir fueron atendidos por los campesinos? ¿Fue una insurgencia étnica contra el modelo terrateniente? etc., la participación del Partido Comunista en las elecciones municipales fue una acción política divulgativa de su ideología, puesto que las elecciones fueron convocadas por la administración del presidente Araujo antes del Golpe de Estado del 2-3 de diciembre de 1931, después del conflicto social conocemos que la dictadura perduró 14 años, por medio de un estado policial, elecciones fraudulentas y ejecuciones a militares que defendieron la democracia en 1944 etc. La siguiente es una nota de esa época.
Diario Latino 1 de febrero de 1932: “Martí, Luna y Zapata son fusilados esta mañana. Fueron condenados ayer por el Tribunal Militar”
“En pleno Consejo de Guerra Ordinario, en su defensa Luna y Zapata declaran que nunca creyeron que las ideas que divulgaban traerían las sangrientas consecuencias que ha sufrido el país”
“Impresión general del juzgamiento y detalles interesantes de los últimos momentos de los ajusticiados”
“La Comandancia General del Ejército en su orden del sábado, invita a la oficialidad franca de los Regimiento de la plaza para que asistiera al Consejo Ordinario de Guerra, que debía conocer en el proceso instruido contra los mencionados reos y fue ahí que a las seis de la tarde de aquél día la Penitenciaría Central lugar en donde se constituyó el Consejo se vio concurrido por gran número de oficiales y jefes ansiosos de ver cuál era el fin que tenía este proceso del cual ha estado pendiente la opinión pública. Casi a las siete de la noche comenzó la lectura del proceso que duro hasta las once de la noche, hora en que procedió a los debates. El Fiscal militar, señor Eleazar López dio lectura a un alegato, haciendo constar que hablaba en nombre de la sociedad que se sentía ofendida por los numerosos crímenes cometidos en hombres, mujeres y niños indefensos. El General López pidió, en nombre de esa sociedad en nombre de los numerosos hogares que se encuentran ahora de luto, en nombre del pueblo todo salvadoreño, cuyo prestigio en el exterior se ve decaído con estas alteraciones del orden, la pena de muerte para los reos Agustín Farabundo Martí, Mario Zapata y Alfonso Luna”.
“Terminada la acusación del Fiscal pidió la palabra Alfonso Luna para hacer él mismo su defensa. Luna explicó que su actuación en el Partido Comunista, no pasaba de ser la de un loco, de un joven entusiasta que no creyó en las funestas consecuencias en que ha venido a parar todo esto. Explicó que él y Mario Zapata no eran sino dos muchachos que en la edad de las rebeldías y de las locuras se habían lanzado a las filas del comunismo, pero únicamente como simpatizadores de esa causa y no como afiliados. Manifestó que ellos eran amantes de esa causa, porque creían que era llegada ya la hora de hacer justicia al proletariado, pero no se imaginaron nunca que para pretender esa justicia se llegara a actos tan inhumanos como los cometidos por las hordas comunistas. – Dijo que su presencia y la de Zapata en la casa del barrio de San Miguelito, en donde se les encontró en compañía de Martí, había obedecido a una verdadera fatalidad. Ellos andaban huyendo de la autoridad, porque se les había dicho que se les deportaría del país por la publicación de La Estrella Roja y que por esa causa y para estar más cerca de Martí, que para ellos era un maestro que les daba alientos, se fueron a juntar con él en aquella pieza, ignorando que ahí se encontraba el foco de la subversión que debía traer como epílogo el en sangramiento del país. Terminó diciendo que eran inocentes y que su labor no había sido sino la de elogiar, en las columnas de La Estrella Roja, la levantada actitud de la oficialidad joven del Ejército en la noche del dos de diciembre y aconsejar al Gobierno del General Martínez para que hiciera justicia al proletariado salvadoreño. Habló enseguida Mario Zapata se encontraba un poco más exaltado y su discurso se enderezó a justificar su corta actuación al lado de los comunistas. Dijo que él no era… que su misma posición de semiburgués y de semintelectual eran un obstáculo para que a él o su compañero Luna se les aceptara en las filas comunistas. Manifestó que toda la correspondencia que aparece en el proceso firmada por ellos, se refiere a asuntos relacionados con la publicación de algunos artículos en La Estrella Roja y que toda la actuación de ellos en el comunismo no data más allá de diciembre, pues fue con motivo de la campaña electoral de municipalidades que ellos entraron de lleno, como simpatizadores a trabajar al lado del comunismo. Dijo que según los estatutos no podían ser aceptados como comunistas y que, por el contrario, algunos miembros del partido les veían con desconfianza. Manifestó que por todas estas razones era imposible que ellos fueran nunca dirigentes de un complot tan nefasto, pues que su actuación no pasaba de las meras palabras. El bachiller René Padilla el único de los jóvenes estudiantes que aceptó la defensa, no obstante ser varios los escogidos por los procesados, hizo algunas consideraciones de carácter jurídico alrededor del proceso. El bachiller Padilla recurrió a algunos subterfugios del Código Penal e hizo cita del caso Alfaro Noguera y Aberle. Contestó el Fiscal General López, manifestando que el caso no era el mismo, y que, en este caso, la pena de muerte para los tres reos era inapelable. Tornó a decir que eran numerosos los hogares que se encontraban de luto y que todas las vidas inocentes habían sido segadas por la locura de los tres procesados, pedía a gritos la justicia y que esta no se podía hacer sino suprimiendo la vida de aquellos que habían sido directores intelectuales del movimiento. El Fiscal pidió que leyeran algunas de las comunicaciones firmadas por los jóvenes Luna y Zapata, así como algunos manifiestos subversivos que serían enviados a las tropas de los cuarteles. Se leyó también la orden General del día 22, la cual sería entregada a los Jefes de Grupos Rojos para el asalto a San Salvador y que aún no habían sido distribuidas en su totalidad. Después de la lectura de estas órdenes, todas ellas terroristas, el Fiscal hizo algunas consideraciones orales y una vez más pidió al Consejo de Guerra la pena de muerte para los tres procesados. Terminados los alegatos el Consejo se quedó solo deliberando y los reos fueron llevados nuevamente a sus celdas. Hasta ese momento, los reos se mostraban dueños de sí, un tanto optimistas, pues aún esperaban no ser condenados a la última pena”.
LECTURA DE SENTENCIA
“A las siete de la mañana el Presidente del Consejo, General Castañeda, dio lectura a la sentencia de muerte, decretada para los tres reos: Luna y Zapata, no conformes, apelaron de la sentencia ante el Comandante General del Ejército, apelación que no obtuvo por parte del señor Comandante General la revocación solicitada. Enseguida Luna y Zapata pidieron permiso para escribir algunas cartas a sus familiares y que, como última gracia, se les dejase fuera de las celdas, en algún lugar que tuviera suficiente luz y aire. La solicitud fue atendida y los reos quedaron instalados en salón amplio. En este lugar pasaron todo el día, fumando y bromeando todos los tres, llenos del más fuerte optimismo”.
MINUTOS ANTES DE LA EJECUCION
“Esta mañana, antes de ser llevados al patíbulo, Luna tuvo frases condenatorias para el estudiantado universitario. Entre otras cosas, dijo que la Universidad era “una fábrica de mediocres” muchachos atolondrados que se dejaban dirigir por individuos de escasa preparación y disociadores como Rivas Hidalgo y otros. Parece que los dos jóvenes estudiantes se sentían profundamente amargados ante la indiferencia de todos sus compañeros que les habían abandonado en la última hora. Luego, volviendo sus ojos a Martí, lo abrazó efusivamente y dijo: “Solo este es un hombre…”
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