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2 de septiembre de 1960: día para recordar

Víctor M. Valle Monterrosa

El 2 de septiembre de 1960, hace 62 años, ocurrían hechos importantes para la historia de Cuba y El Salvador. Fidel Castro pronunciaba histórico discurso, llamado para la historia Primera Declaración de la Habana en el cual hacía explícita la naturaleza de la revolución que había comenzado menos de dos años antes cuando el dictador Fulgencio Batista huyó ante el empuje de los rebeldes revolucionarios. Ante un millón de personas en la Plaza de la Revolución Fidel Castro proclamaba, como principios rectores de la revolución, la soberanía, la independencia, la autodeterminación, el antiimperialismo y la integración racial.

Era la respuesta de Cuba a la Declaración de San José emitida por los cancilleres de las Américas, la mayoría sumisos a Estados Unidos,  a fines de agosto donde  manifestaba la preocupación por la intromisión, a través de Cuba, de la Unión Soviética y la República Popular China en los asuntos interamericanos.

Ese mismo día, en El Salvador, el gobierno militar de José María Lemus perpetraba un atropello a la Universidad de El Salvador, cuando policías irrumpieron en la rectoría de la Universidad, entonces situada en las antiguas instalaciones del Colegio Sagrado Corazón, sito cerca del cruce de la Calle Rubén Darío y la Séptima Avenida Sur. Autoridades y estudiantes fueron maltratados, el rector Napoleón Rodríguez Ruiz y el secretario general Roberto Emilio Cuéllar Milla fueron cruelmente apaleados, el estudiante Rodolfo Esquivel Salguero fue muerto a garrotazos y decenas de personas fueron golpeadas y encarceladas en el fatídico día viernes 2 de septiembre de 1960.

Fue tal la furia de los policías que uno de ellos hundió su yatagán sobre los retratos pintados de Juan Lindo, presidente fundador de la Universidad, y Francisco Gavidia, alta figura de nuestra literatura. Las heridas abiertas sobre las pinturas quedaron como símbolo de la barbarie y de la contradicción de la razón con la fuerza bruta. En un folleto ocasional publicado por el periodista y fotógrafo, Adrián Aldana, titulado “Lo que no se pudo decir”, aparecen esas y otras dramáticas fotografías,

La represión había comenzado dos semanas antes al reprimir manifestaciones pacíficas, una del 16 de agosto y otra del 19 de agosto. El 24 de agosto se suspendió otra. Ese día una delegación de universitarios se reunió con Lemus quien, en el apogeo de su autoritarismo, dijo que, con tal de mantener la ley y el orden público, estaba dispuesto a pasar a la historia como el masacrador. Había en El Salvador un descontento popular por la situación económica y dicho descontento se enfrentaba con medidas represivas. Pocas semanas después, Lemus fue derrocado el 26 de octubre y se instaló brevemente un gobierno percibido como progresista. Tres civiles y tres militares formaron la Junto de Gobierno Cívico Militar. Entre los civiles estaba un joven profesor de Medicina, Fabio Castillo Figueroa, y un joven que hacía poco había sido presidente de AGEUS, René Fortín Magaña.

Lemus no había comenzado mal en 1956, a pesar de haber llegado a través de los acostumbrados fraudes. Permitió el retorno de los exiliados del gobierno de Osorio en 1952, entre ellos Schafik Handal. Pocos días después, Anastasio Somoza García, fundador de la dinastía Somoza, murió como consecuencia de un atentado, y Lemus no hostigó a los nicaragüenses opositores residentes en El Salvador.

Tenía un gabinete ministerial considerado o autoproclamado de lujo. En la Cancillería estaban Alfredo Ortiz Mancía, como ministro, y Alfredo Martínez Moreno, como subsecretario; en Obras Públicos, Roberto Parker, como ministro; en economía, Alfonso Rochac, antiguo izquierdista que devino asesor de los grupos oligárquicos; en Justicia, Rafael Carballo, otrora izquierdista, y Julio Fausto Fernández, ex militante del Partido Comunista. Todos ellos, junto a los demás miembros del gabinete, estaban prestos a publicar manifiestos de adhesión a Lemus y repudio a los ciudadanos contestatarios de los desmanes del gobierno. Los diarios felices de albergar campos pagados y al mismo tiempo de publicar reportajes tendenciosos contra los opositores o en guardar silencio cómplice ante los atropellos.

El 2 de septiembre de 1960 había cierto espíritu de revolución en algunos sectores de la oposición. El ejemplo de Cuba los inspiraba. La dictadura militar tenía 30 años de existir, pues había comenzado el 2 de diciembre de 1931 cuando Maximiliano Hernández Martínez, desde la sombra, orquestó un golpe de estado para derrocar al presidente Arturo Araujo, surgido de elecciones democráticas y comenzado nueve meses antes. La historia demostró que la dictadura inaugurada por Hernández Martínez duraría otros 30 años cuando en 1979 fue derrocado el general Carlos Humberto Romero y sustituido por una Junta Revolucionaria de Gobierno que duró tres meses.

Es bueno recordar y adoptar a la historia como maestra de la vida. Si bien aún hay mucho que hacer para tener un país desarrollado, en paz y con una sociedad educada, hay que estar consciente que lo que tenemos ahora, elecciones libres y bastante bien organizadas, libertad de expresión, entre otras cosas, ha costado años de luchas, sacrificios y sufrimientos de las grandes mayorías que, desde el anonimato, han hecho historia desde siempre, desde que se comenzó a transitar el camino de la historia como estado.

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