Adalberto Santana
Tomado de Telesur
El año de 2022 tuvo en nuestra América grandes avances y logros en el camino de la ruta progresista de la región. En primer lugar destacó el arribo de Xiomara Castro a la presidencia de Honduras, el jueves 27 de enero de 2022. Momento que inició una nueva etapa en la historia política de ese hermano país centroamericano.
El territorio de esa nación a lo largo del siglo XX fue utilizado como una plataforma de las políticas intervencionistas estadounidenses en la región. Recordemos que la patria de Francisco Morazán la convirtieron las fuerzas de la derecha en los últimos 20 años de la centuria pasada en una especie de portaaviones de los EE. UU. para contener la revolución centroamericana y hacer la guerra contrainsurgente en Nicaragua, El Salvador y Guatemala.
Para los inicios del presente siglo, en 2009, acontece el golpe de Estado contra el presidente Manuel Zelaya y el arribo de los presidentes neoconservadores del Partido Nacional, como el de Porfirio Lobo (2010-2014) y Juan Orlando Hernández (2014-2018 y 2018-2022), gobiernos derechistas que quedaron como fieles aliados del narcotráfico regional.
Todo ello contribuyó a acelerar la acumulación de fuerzas en el bloque progresista y llevar finalmente en 2021 al triunfo electoral de la candidata del Partido Libertad y Refundación (LIBRE),Xiomara Castro. Con ello se desarrolló un nuevo curso de la democracia en Honduras, particularmente cuando asumió por primera vez una mujer la presidencia de esanación centroamericana, proponiendo la vía de un socialismo democrático.
En ese contexto arribó a la presidencia de Chile, el ex dirigente estudiantil, Gabriel Boric Font, el 11 de marzo, tras triunfar en las elecciones del 19 de diciembre de 2021, logrando sumar a casi el 56 por ciento de lo votos para el candidato de Apruebo Dignidad.
Con ese triunfo se alcanzó el mayor número de sufragios que había logrado un candidato presidencial chileno. La victoria electoral de Boric, también reflejó el sentir de la mayoría de la juventud, al contar con el mandatario más joven (36 años) en la historia política del país austral. Primera magistratura que quedó en manos de las fuerzas de las izquierdas chilenas, ampliando así el horizonte de la segunda ola progresista latinoamericana y caribeña.
En tanto que en Colombia, el pasado domingo 29 de mayo se realizó la elección del nuevo presidente. En ese país sudamericano donde tradicionalmente han gobernado los partidos de las derechas, es una nación con más de 51 millones de habitantes,donde tuvieron derecho de elegir más de 38,5 millones de ciudadanos. Finalmente en la segunda vuelta realizada el 19 de junio, obtuvo la victoria electoral Gustavo Petro, el candidato del Pacto Histórico.
Acontecimiento trascendental con el triunfo del exmilitante de la guerrilla colombiana (Movimiento 19 de Abril) y que tuvo como compañera de fórmula a la vicepresidencia a Francia Márquez Mina (dirigente popular afrodescendiente). La candidatura de Petro representó la lucha contra la creciente corrupción de los sectores hegemónicos de corte neoconservador, así como la reivindicación contra la falta de empleo, la atención de la salud, la inseguridad ciudadana, la educación para los sectores marginados, especialmente los jóvenes económicamente más deprimidos y los más vulnerables tal como lo han sido los adultos mayores y los miembros de las comunidades indígenas y afrodescendientes entre otros puntos de la agenda.Asumiendo por primera vez la presidencia el candidato de las izquierdas colombianas el 7 de agosto. Hecho político más que trascendental al ser considerado el país más conservador de la región latinoamericana.
En tanto que en Brasil gobernado por el ultraderechista Jair Bolsonaro,enfrentó el mandatario brasileño en las elecciones generales del 2 de octubre a un universo potencial de 156 millones de electores. Su rival en esa primera ronda, fue el expresidente Luiz Inácio Lula da Silva, fundador y principal dirigente del Partido de los Trabajadores (PT).
Exmandatario por dos periodos del más grande y poblado país latinoamericano. De acuerdo con las condiciones y la correlación de fuerzas políticasel candidato de las izquierdas brasileñas era el más viable triunfador a pesar de las campañas mediáticas. Lula fue sin duda el político que logró conjuntarlas mejores condiciones para la victoria de las corrientes progresistas y de los sectores populares y medios brasileños. Tal como aconteció el 30 de octubre durante el desarrollo de la segunda ronda de los comicios presidenciales, en los cuales obtuvo casi el 51 por ciento de los votos emitidos (60 millones de sufragios).
Triunfo de los partidos progresistas brasileños a pesar de la prisión del ex dirigente sindical de los trabajadores metalúrgicos desde el 4 de marzo de 2016 acusado por medio de la “Operación Lava Jato”, que se montó con una falsa acusación de corrupción y que estuvo encabezada por el juez Sergio Moro, ex ministro de Justicia y Seguridad Pública con el gobierno de Bolsonaro. Administración que llega a su fin el 1 de enero de 2023, con el inicio de la tercera presidencia de Lula da Silva, acontecimiento que reforzará el constante ascenso de la segunda ola de las fuerzas de las izquierdas en América Latina y el Caribe.
Pero la gran preocupación de las derechas regionales es el vertiginoso nuevo ascenso de las corrientes progresistas latinoamericanas. Espacios políticos donde gobiernan las izquierdas como en México con el presidente Andrés Manuel López Obrador, con Alberto Fernández en Argentina, Luis Arce Cotacora en Bolivia y por supuesto por los gobiernos revolucionarios de Cuba, Nicaragua y Venezuela, a los que se suman los mandatarios del Caribe como el de Dominica y San Vicente y las Granadinas entre otros de esa región caribeña, que hacen constar el avance y consolidación del bloque progresista latinoamericano.
En esta segunda ola progresista, es lo que alentó a recuperar espacios de poder a las derechas para intentar debilitarlas hegemonías progresistas en la región con el beneplácito de la Casa Blanca. Todo ese escenario se desarrolló en un contexto donde la cruenta guerra alentada por Washington contra Rusia en Ucrania, empujó a las oligarquías nacionales, para ejecutar un nuevo golpe blando, tal como el que se ejerció en Perú contra el presidente Pedro Castillo Terrones el 7 de noviembre. Generando una cruenta represión que dejó un saldo de más de 27 asesinatos de los opositores a ese golpe de Estado en el país andino.
Las fuerzas de las derechas regionales tienen hoy sus principales activos en los medios de comunicación privados y en los congresos dominados por los partidos de las derechas políticas, los cuales en casi todos los países de la región han lanzado ofensivas mediáticas para alentar la desestabilización.
El modelo del golpe blando sin duda es transitorio como ocurrió en Honduras en 2009 contra el presidente Manuel Zelaya; en 2012 en Paraguay contra el presidente Fernando Lugo; en Brasil contra la mandataria Dilma Rousseff en 2016 y ahora en 2022 en Perú contra el presidente Castillo Terrones.
Pero sin duda, el constante avance de las fuerzas progresistas es lo que da un nuevo curso a la dinámica democrática en el corto y mediano plazo, escollo difícil de librar para las fuerzas conservadoras que numéricamente son las minorías en nuestra América.
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