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2024: elecciones fraudulentas

Por Leonel Herrera*

Los comicios programados para el año 2024 tendrán varios elementos de fraude que deben señalarse. El más grave es -sin dudas- la anunciada reelección presidencial de Nayib Bukele; y sólo una fuerte movilización y presión social daría garantías mínimas en el proceso electoral que podría ser el último suspiro de la agonizante democracia salvadoreña.

Por los argumentos de inconstitucionalidad y la falta de legitimidad de Bukele para reelegirse en su cargo -que mencioné en mi artículo de la semana pasada (https://www.diariocolatino.com/la-reeleccion-presidencial-mas-alla-de-la-inconstitucionalidad/)- la reelección del presidente es lo más nefasto porque el país volverá a la época del “martinato” y otra vez “la historia se morderá la cola”. Esto es así, ya sea que lo desee, solicite o aclame una minoría, la mayoría o “el pueblo”, como interpreta el arzobispo de San Salvador, José Luis Escobar Alas. Lo popular no siempre es legal y lo legal a veces no es popular.

A la popular pero ilegal reelección de Bukele se agregan otros aspectos fraudulentos que son objeto de este texto. Uno es el control oficialista del Tribunal Supremo Electoral (TSE), hecho que tiene su confirmación más contundente en la decisión de la mayoría (todos menos uno) de sus magistrados de acatar la resolución de la Sala Constitucional que avala la reelección presidencial continua. El medio digital Gato Encerrado reveló que los titulares del TSE fueron convocados a Casa Presidencial horas antes de ser emitida la espuria sentencia de la Sala impuesta por el bukelismo en mayo del año pasado (https://gatoencerrado.news/2021/09/17/capres-reunio-a-magistrados-del-tse-previo-a-la-sentencia-que-avala-la-reeleccion-de-bukele/).

Publicaciones periodísticas apuntan que actualmente el TSE está dando trámite a varios “partidos de oposición” cercanos al oficialismo, cuyo objetivo político sería legitimar la farsa electoral del 2024 (https://www.revistafactum.com/nueva-oposicion-aplaude-a-bukele/).

Otro aspecto fraudulento es la “jugada (maestra)” de juntar la elección de diputados a la Asamblea Legislativa y la de presidente de la república a fin de que la alta popularidad de Bukele tenga efecto de “arrastre” y asegure la mayoría parlamentaria para la siguiente gestión presidencial, al menos para sus primeros tres años.

Además, separando la elección presidencial de las municipales, Bukele evitará posibles afectaciones por la mala gestión de sus alcaldes. Lo lógico habría sido hacer elecciones generales, sin la separación antes dicha. La mayoría de alcaldías enfrentan el descontento de la población, sobre todo las que dependen de recursos del FODES para realizar obras en las comunidades.

Al control oficialista del TSE y la forma en que han sido agrupadas las elecciones, se suman eventuales peligros de manipulación de los resultados a través del registro y transmisión del voto electrónico, sobre todo desde el exterior. Vale aclarar que éste -como cualquier otro mecanismo de emisión del sufragio- no es peligroso per sé, pero puede volverse riesgoso en un sistema electoral influenciado, controlado (o intimidado) por un régimen antidemocrático y autoritario que busca asegurar el poder total en los próximos comicios.

Finalmente, otro elemento de fraude sería el control oficialista de otras instancias estatales que intervienen en forma directa o indirecta en el proceso electoral: la Fiscalía General de la República (y su fiscalía electoral), el Sistema Judicial y la Policía Nacional Civil (la Fuerza Armada).

Hay que resaltar que ninguna elección en la historia de nuestro país en las últimas décadas estuvo tan condicionada por el carácter autoritario del gobierno de turno, su ambición de ganar (o mantener) el poder total y su control absoluto de las instituciones, el proceso y la dinámica electoral, como están los comicios del 2024 próximo.

A lo anterior se suma el uso nada transparente de los fondos estatales, el cierre del acceso a la información pública, el sistema propagandístico bien montado (financiado con dinero público) y todo el aparataje institucional que Bukele y los suyos pondrán en función de sus objetivos electorales, como ya lo hicieron en las elecciones legislativas y municipales del año pasado.

¿Y qué se puede hacer frente a esta situación tan desastrosa para la perspectiva de unas elecciones libres, justas, transparentes y democráticas? Pues, como ya dijimos al inicio: sólo una fuerte movilización y presión de la ciudadanía democrática puede asegurar un mínimo de garantías al proceso. Si esto no sucede, podríamos decir como en los fraudes electorales durante los gobiernos militares: “ya están los resultados, sólo faltan las elecciones”.

Y, desde luego, se requerirán estrategias y acciones inteligentes de los partidos y sectores de oposición, pero ese será tema de otro artículo.

*Periodista y activista.

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