Marlon Chicas
El Tecleño Memorioso
“Aquel que no conoce su historia está condenado a repetirla”, frase atribuida al general francés Napoleón Bonaparte y posteriormente al filósofo español Jorge Agustín Nicolás Ruiz de Santayana cuando dijo: “Aquellos que no recuerdan el pasado están condenados a repetirlo”.
En torno a esta reflexión, y con el fin de aplicarla a los sucesos registrados un 13 de enero de 2001 en nuestra ciudad, teniendo a la base la conmemoración del vigesimosegundo aniversario del terremoto que asoló el municipio, extraigo de mis nostálgicos recuerdos algunos pasajes de este acontecimiento que marcó el rumbo de la Ciudad de Las Colinas.
Frescas están las evocaciones allá por 1998 cuando docentes, estudiantes, autoridades municipales y ciudadanía en general, alertaron del riesgo de una posible tragedia en las faldas de la Cordillera del Bálsamo, ante el desarrollo de nuevos complejos habitacionales que debilitaban los cimientos de la misma, provocando una fuerte deforestación en la zona, la que se convirtió en una bomba de tiempo, para la vida y bienes de numerosas familias del lugar, tales llamados de atención no fueron escuchados, debiendo afrontar pocos años después los resultados ya conocidos.
Imposible olvidar ese sábado 13 de enero, cuando el reloj marcó las 11:33 de la mañana, una fuerte ráfaga de viento estremeció los cielos tecleños, acto seguido la tierra rugió violentamente, abriéndose paso en su trayecto, arrancando todo cuanto encontró en su camino, un impetuoso sismo de 7.7 en escala de Richter estremeció los cimientos de humildes mesones, monumentos y otras edificaciones que sucumbieron al movimiento telúrico.
Cuarenta y cinco segundos fueron suficientes para devastar a la Ciudad de Las Colinas que, cubierta por una densa nube de polvo, observó sobrecogida el desplome de monumentos, templos católicos, e históricos portales, que cedieron a la fuerza del seísmo, mientras un deslave de grandes proporciones sepultó la vida de los habitantes de la Residencial La Colina 2.
El sonar de sirenas, el llanto y desesperación se apoderó de muchos ante la incertidumbre de encontrar con vida a sus seres queridos, una estela de desolación cubrió a Santa Tecla, que silente observaba a sus hijos heridos por la tragedia, los antiguos santuarios de San Antonio, Nuestra Señora del Carmen, Inmaculada Concepción y Nuestra Señora de Guadalupe de la Colonia Las Delicias quedaron reducidos a escombros.
La mítica Casa de las Águilas, el Hogar Adalberto Guirola, el Palacio Municipal, la Gobernación Política Departamental, entre otras edificaciones de la época de oro, fueron víctimas de la naturaleza, una sensación de nostalgia embargó el corazón de muchos parroquianos quienes, con lágrimas en los ojos, contemplaban tal escena, las calles del municipio que de niños recorrimos tantas veces eran testigos mudos de la destrucción.
Sin embargo, el espíritu indómito y aguerrido de los tecleños se puso de manifiesto al tomar fuerzas de flaqueza y con entusiasmo en un futuro próspero inició la reconstrucción de la ciudad, poniéndola en las manos de Dios.
22 años han pasado y Santa Tecla sigue adelante en la búsqueda de un mejor porvenir. Con esta crónica honro la memoria de quienes se nos adelantaron en esa fecha, con el compromiso de mantener viva la memoria histórica de nuestra ciudad, a fin de que otra tragedia de esta magnitud pueda prevenirse en un futuro y no cometer los mismos errores ¡Requiescat in pace!
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