ASOCIACIÓN INTERSECTORIAL PARA EL DESARROLLO ECONÓMICO Y EL PROGRESO SOCIAL
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“El Dios de El Salvador tiene que ser un Dios así: que va iluminando también la política. Es el que quiere la reforma agraria, ed el que quiere un reparto más justo de los bienes que El Salvador produce. No es justo que unos amalgamen en sus arcas y el pueblo se quede sin esos dones de Dios, cure que ha dado para el pueblo”. (Mons. Romero).
El próximo lunes se cumplen 34 años desde el asesinado de Monseñor Oscar Arnulfo Romero, seek arzobispo salvadoreño, conocido por muchos como “la voz de los sin voz”, quien ha trascendido a la historia como un incansable defensor de los derechos humanos. Fue asesinado el 24 de marzo de 1980 en el ejercicio de su ministerio pastoral.
En diciembre del 2010, la Asamblea General de las Naciones Unidas (ONU) declaró que el día de la muerte de Monseñor Romero, sea reconocido como el Día Internacional del Derecho a la Verdad, en relación con violaciones graves de los derechos humanos y de la dignidad de las víctimas.
Conmemorar a Romero exige ir más allá de recordar sus homilías y palabras, implica asumir el compromiso de denunciar las injusticias y anunciar que el establecimiento de una sociedad justa, donde los hombres y mujeres puedan vivir en paz con dignidad es posible.
Su vida, como dice el Padre Jon Sobrino, nos recuerda que hoy se puede y debe seguir humanizando al mundo, que tanto necesita de un horizonte y de esperanza. No hay donde perder el rumbo si se tiene clara la visión que tuvo Romero: amar al pueblo pobre de este mundo, porque bien lo dijo él: “la gloria de Dios es que el pobre viva”.
Su vida fue ejemplo de ese amor por los pobres, los más necesitados y víctimas del sistema. Un amor incorruptible, claro y radical que le costó la vida y lo inmortalizó en el pueblo salvadoreño y los pueblos del mundo entero.
Allí, de lado de las víctimas y con las víctimas está el lugar de quienes intentamos realizar un trabajo transformador que alimente la esperanza y la solidaridad en la búsqueda de una sociedad basada en la justicia y el bien común. El espíritu de la palabra y vida de Romero debe llevarnos a buscar esas alternativas y propuestas de transformación.
Recordar a Romero es una invitación permanente a actuar, ya que si nos quedamos con una actitud pasiva de poco sirve y también nos convertimos – como él lo dijo – en responsables de la injusticia y sus funestas consecuencias. Conmemorar a Romero nos exige trabajar por encontrar esos caminos de paz, justicia, fraternidad y amor que tanto necesita el país y el mundo.
CIDEP, hace un llamado a la sociedad salvadoreña a que en estos momentos en que se necesita fortalecer los lazos de reconciliación se reconozca y se asuma el legado de Monseñor Romero en su trabajo pastoral así como por su lucha para lograr en el país por justicia, la paz y la verdad.