@arpassv
Hoy es 24 de marzo, fecha triste que se conmemora con alegría. Una bala disparada por sicarios de la oligarquía asesina terminó con la vida de Monseñor Óscar Arnulfo Romero en 1980, en los inicios de la guerra civil. Ese día Romero murió, resucitó y el pueblo lo hizo Santo, 37 años antes que El Vaticano.
Tres años antes, el 12 de marzo de 1977, había sido asesinado su amigo Rutilio Grande, sacerdote jesuita que también fue acribillado por el odio de las clases pudientes que no soportaban ver curas al lado de los pobres y utilizaron la atroz dictadura militar para silenciarlos. Se sabe que, como Romero, Rutilio también caminará hacia los altares: su principal milagro fue la conversión de Arzobispo Mártir.
Esta semana el Papa Francisco, acompañado de los obispos salvadoreños que estuvieron de visita en El Vaticano, ofreció una misa en memoria de Monseñor Romero, en el marco del proceso de canonización que podría culminar pronto con la proclamación de San Romero.
Mientras tanto, en El Salvador, abogados de Tutela Legal “María Julia Hernández” solicitaron al Juzgado Cuarto de Instrucción de San Salvador que reaperture el proceso penal contra los responsables intelectuales, materiales y cómplices del Magnicidio. Los demandantes no buscan venganza, sólo el conocimiento de la verdad y que los asesinos pidan perdón.
Ovidio Mauricio, director de Tutela Legal, argumenta que con la anulación de la ominosa Ley de Amnistía el Sistema Judicial del país ya no tiene ninguna excusa para negarse a reabrir las investigaciones de este crimen de lesa humanidad que conmovió al mundo.
Mauricio y compañía anunciaron que pronto presentarán demandas en otros casos de sacerdotes asesinados durante la guerra debido a su compromiso con la defensa de los derechos humanos y la opción preferencial con los pobres: Octavio Ortiz, Alfonso Navarro, Ernesto Barrera, Rafael Palacios, Alirio Macías, entre otros. También fueron asesinadas varias religiosas y los jesuitas de la UCA.
Ojalá, los asesinos se anticiparan confesando y pidiendo perdón. Pero no lo harán porque siguen renuentes a convertirse y más de tres décadas después de haber matado al Santo mantienen un férreo combate contra los ideales de justicia e igualdad del legado romeriano.
Los asesinos de Romero hoy rechazan la progresividad tributaria, obligan a cargar el ajuste fiscal contra los pobres y bloquean el financiamiento de programas de protección a sectores vulnerables. Los victimarios del Santo presionan para mantener intacto el modelo neoliberal, no ayudan a resolver los problemas que ellos mismos crearon y son indiferentes ante el grave deterioro de la “Casa Común”.
Ojalá que este 37 Aniversario del Martirio de Monseñor Romero marcara el inicio de un proceso de conversión de las élites empresariales y políticas que niegan el ideario romeriano, porque el país no es viable con los pecaminosos niveles de injusticia, desigualdad e impunidad imperantes.