Isaac Bigio
Analista internacional

En la madrugada del miércoles 8 de enero, veintidós misiles tierra-tierra lanzados desde Irán han impactado sobre bases estadounidenses en el centro y norte de Irak. Según los medios persas los EE.UU. no han sido capaces de evitar que estos cohetes logren impactar contra ellos, pese a sus avanzados sistemas tecnológicos anti-misiles; y también que en estas acciones han muerto decenas de soldados norteamericanos. Donald Trump -por su parte- ha tratado de mostrar que se trata de ataques que poco daño les han causado, mientras que medios occidentales no hablan aún de bajas.

Teherán ha advertido que está dispuesta a efectuar nuevos ataques, especialmente contra los aliados de EE.UU. en la región (como Israel, Kuwait, Arabia Saudita o Emiratos Árabes Unidos) si éstos intervienen. Israel -que se acaba de declarar en emergencia militar- puede recibir impactos de cohetes lanzados desde el norte por el Hezbolá del Líbano y desde el sur por Hamas y la Yihad Islámica Palestina. Los Emiratos y los sauditas han sufrido anteriormente de misiles lanzados desde los territorios chiíes de Yemen dominados por las fuerzas houthis.

A estas alturas es difícil predecir cómo seguirá escalando el conflicto.

El sepelio del general Qasem Soleimani cuyo asesinato por parte de un dron norteamericano el 3 de enero ha ocasionado esta nueva guerra, atrajo a más de un millón de personas, demostrado una gran ira dentro de los iraníes. No obstante, en dicho funeral murieron casi medio centenar de civiles persas como efecto de una estampida humana, lo cual demuestra que muchos acontecimientos escapan al control de los dirigentes del conflicto.

Casi al mismo tiempo que se producía la respuesta militar persa, un avión civil ucraniano de 180 pasajeros se estrelló cerca al aeropuerto de Teherán sin que hayan sobrevivientes o se sepa bien las causas de ello y si hay alguna conexión con la guerra en curso.

El parlamento iraquí aprobó el domingo 5 el retiro de los miles de soldados estadounidenses que vienen ocupando su país desde el 2003. Debido a la reacción persa y también de los 150,000 milicias iraquíes chiíes (varios de cuyos dirigentes murieron en dicho atentado) es de esperar una serie de acciones de combate contra la presencia norteamericana en Irak.

El objetivo central de la nueva contraofensiva persa va a ser lograr la salida de las tropas estadounidenses en la Mesopotamia (Irak y Siria).

Trump anteriormente amenazó a Irán que iba a responder duramente a cualquier acción iraní y que tenía identificado 52 blancos, incluyendo símbolos de la cultura persa. Esto último ha sido cuestionado por quienes defienden el patrimonio histórico de la humanidad y la centralidad de lo que fue la civilización persa, la cual en la antigüedad logró congregar a más de un tercio de la humanidad bajo su imperio.

El Pentágono va a verse tentado a lanzar nuevos ataques contra Irán o sus aliados, lo cual puede aumentar la espiral de violencia.

Mientras tanto, los principales socios occidentales de Washington han marcado sus distancias, incluyendo el primer ministro Boris Johnson, quien no quiere ser arrastrado hacia una guerra. Ni la Casa Blanca ni los ayatolas quieren un conflicto directo de larga y extensa duración, pero la Caja de Pandora ha quedado destapada.

Dentro de los socios de Trump hay quienes quieren aprovechar el conflicto contra Irán para lanzar una ofensiva militar, como es el caso de los sauditas y del premier israelí Benjamín Netanyahu para quien una guerra contra los persas puede ser una tabla de salvación para no perder las elecciones generales del 2 de marzo, y no terminar siendo procesado judicialmente por corrupción.

En medio de estas tensiones Londres, París y Berlín buscarán alguna forma de escalar aunque saben que ya han quedado anuladas todas las posibilidades de re-establecer el tratado de paz nuclear con Teherán. Rusia, China y Turquía van a cubrir a Irán desde el norte, pues todos ellos saben que la ofensiva de Trump les golpea indirectamente. Moscú sabe que es una advertencia de Washington contra sus intereses en Siria, Ucrania, Asia Central y el Cáucaso. China evalúa que se pone en riesgo uno de sus principales proveedores de petróleo (Irán) a la par que se puede incrementar el precio de este energético. Turquía ha venido entablando un acuerdo de cooperación con Irán y querrá aprovechar la oportunidad para intervenir en Libia y golpear a los kurdos del norte de Siria e Irak.

Los Emiratos Árabes Unidos y otros aliados de EE.UU. en la región también se han sumado a los esfuerzos para apaciguar la tensión, la misma que, sin embargo, es algo que no podrá disiparse en el largo plazo. Toda la coalición chiita conformada por los gobiernos de Irán y Siria junto con diversos partidos-ejércitos del Líbano, Irak, Afganistán, Yemen y Palestina considera que se ha hecho “terrorismo de estado” y se ha violado la soberanía nacional al asesinar a su principal estratega militar.

Las posibilidades que se de alguna clase de atentado en los países occidentales es casi nula e Irán siempre ha condenado bombazos contra civiles en las metrópolis europeas y americanas. Empero, es de esperar nuevos enfrentamientos en el Medio Oriente entre los partidarios de Irán con su “Bloque de la Resistencia” y las fuerzas asociadas a EE.UU.

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