Licda. Norma Guevara de Ramirios
@guevara_tuiter
Para miles de salvadoreños es inolvidable aquella noche del 31 de diciembre de 1991, cuando aún estaban privados de libertad, por razones políticas, muchos compañeros del FMLN y de organizaciones sociales; cuando todavía se perseguía a otros. En los frentes de batalla, nadie dudaba que venía el Acuerdo de Paz, logrado a lo largo de dos años de diálogo y negociaciones sin parar el enfrentamiento armado. Si bien la firma se estampó el 16 de enero de 1992, en el Castillo de Chapultepec, en la capital mexicana, se concluyó el acuerdo entre la Comandancia General del FMLN y la representación del gobierno la media noche del 31 de diciembre de 1991, en la ciudad de Nueva York, bajo los auspicios del Secretario General de la Organización de Naciones Unidas (ONU).
El fin de año llegó primero a Nueva York, y en nuestro terruño, más que esperar el año nuevo, se esperaba la noticia que confirmaría que se alcanzaba el sueño de la inmensa mayoría de salvadoreños, el acuerdo que ponía fin al enfrentamiento armado y daba inicio a una nueva etapa en la vida del país. La noticia fue dada finalizaba el año, finalizaba el proceso negociador y finalizaba el mandato del entonces Secretario General de las Naciones Unidas (ONU), Don Javier Pérez de Cuellar.
Se agotó la Agenda acordada en Caracas, para viabilizar el acuerdo de Ginebra del 4 de abril de 1990, meses después de la Ofensiva guerrillera de noviembre de 1989. Esa ofensiva quitó mitos sobre el origen del conflicto, y en el discurso del entonces Presidente de la República, el Licenciado Alfredo Cristiani, el 16 de enero de 1992, así se reconoció. Las causas del conflicto estaban en la negación de derechos y libertades al pueblo y en la capacidad de éste para organizarse y luchar por ellas a costa de sacrificio.
Es lamentable que la derecha hoy, haya sido tan, pero tan miope, al negar sus votos para declarar por decreto legislativo este año 2017, como Año de la Paz; por la ausencia de un decreto es imposible borrar los hechos, negar la historia, y si bien algunos apuestan, como siempre, a borrar de la memoria las acciones heroicas de un pueblo, otros tenemos la capacidad de reconocer la grandeza de aquél momento para el presente y para el futuro de El Salvador.
El acuerdo, o los acuerdos de paz, transformaron el Estado y la política salvadoreña; esos acuerdos son la base de la existencia de muchas Instituciones y leyes que hoy nos rigen, y que las nuevas generaciones las asumen como normales, como si allí hubieran estado siempre. Quienes conocimos, padecimos y enfrentamos el régimen político anterior, tenemos el deber ineludible de explicar el significado de los Acuerdos de Paz a las nuevas generaciones; porque las conductas autoritarias de la derecha oligárquica subsisten, buscan reestablecer su dominio, anulando los logros alcanzados con el sacrificio de decenas de miles de salvadoreños y salvadoreñas en su lucha de resistencia y en su rebeldía contra la injusticia.
El sacrificio del pueblo produjo su liberación respecto de la dictadura militar; produjo un cambio en el sistema político, pero que fue insuficiente para cambiar la voracidad de quienes ostentan poder económico e inducirles a reconocer la importancia que tiene la justicia social para alcanzar y mantener la paz. Algunos mecanismos que los Acuerdos crearon en materia económico social, como fue el de crear un Foro Económico Social, integrado con representación de empresarios, organizaciones laborales y gobierno fue bloqueado desde el inicio. Las consecuencias las padecemos aún y lo ilustra bien la lucha por mejorar el salario mínimo.
La disputa sobre la interpretación del más grande acontecimiento después de la independencia está abierta. Basta escuchar la lectura que el dirigente del partido Arena hace sobre el tema. Le escuché decir en una radio que “los jóvenes” ven que nada cambió y que hoy gobiernan los que destruyeron el país. Les aseguro que es una manera de instalar una visión desfigurada y trivial del acontecimiento de mayor relevancia política vivido por nuestro país, y les aseguro además, que ellos lucharán por instalar esa visión, pero se equivocan. Aún en otros segmentos de la derecha esa lectura solo refleja ignorancia y soberbia.
Este año es propicio para asumir los desafíos presentes, incluyendo el de una memoria histórica que haga perdurar la paz.
Sin duda, Salvador Sánchez Cerén es el verdadero PRESIDENTE DE LA PAZ, pues, bajo su gobierno se redime a los humildes, acercado la justicia social bajo la forma de servicios que vuelven efectivo el derecho a la salud, a la educación a la propiedad.
El FMLN, llevará adelante la verdad histórica y las transformaciones en beneficio del pueblo.
(Continuará)