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25 de marzo de 1972

Memoria histórica
Dr. Víctor Valle
Ya nadie se acuerda de un evento que sucedió hace 50 años y que fue un intento de transformar su baño de sangre a nuestro país. El 25 de marzo de 1972 hubo un golpe de estado liderado por el coronel Benjamín Mejía, comandante de El Zapote (Primer Regimiento de Artillería) que era masferreriano y quería restablecer la democracia en el país después del escandaloso fraude electoral de las elecciones de febrero de 1972 en las que ganó la oposición (Unión Nacional Opositora) que llevaba a Napoleón Duarte y Guillermo Ungo como fórmula presidencial, y ganaron. La UNO eran el PDC, el MNR y la UDN, partido canal del Partido Comunista.
Ya las guerrillas estaban iniciadas y en vías de consolidación y la muchachada le decía a los partidos de la UNO electoreros y a la UDN PC “electorero al basurero”.
Entre los militares golpistas estaba el mayor Pedro Guardado, militar izquierdista y varios civiles que ayudaron entre quienes estaban los hermanos Reyes (no el trío de boleros sino Manuel Reyes, un cuasi ingeniero civil y su hermano), Tomas Guerra y otros. Ivo Alvarenga también tuvo su papel y hasta lo vieron regulando el tránsito en la cercanía del Cuartel San Carlos.
Sánchez Hernández fue sacado de su casa en la Layco por tropas al mando del coronel Toño Núñez, llevado al Zapote, donde lo tuvieron temblando de miedo, pero al alcance de un teléfono con línea abierta (¿Descuido sin querer queriendo?)  desde donde pudo articular el contragolpe.
Micho creyó que la Guardia se rendiría al saber que él tenía “las papayas” que podrán lanzar en cañonazos desde El Zapote. El teniente Massimo Morelli atacó por tierra la Guardia, pero fue muerto a balazos en el intento.
Se lanzó una proclama revolucionaria que se leyó por la radio y se dice que la escribió Tomás Guerra.
A media tarde el golpe estaba fracasado. El Tapón retomó el poder y vino una feroz represión. Molina, en camino a Taiwán, regresó y dos meses después tomó posesión y como primer acto patriótico invadió la Universidad de El Salvador y le dio muerte a la reforma universitaria.
Mincho Mejía fue al exilio y regresó al país. En la orgía de sangre y muerte que desataron los escuadrones de la muerte fue asesinado, en Cojutepeque,  junto a su esposa a principios de los años 1980s por el delito de querer para su país la justicia y la democracia y creer que había que darles a los pobres su minimun vital tal como lo enseñó su admirado Alberto Masferrer.
50 años después, nadie se acuerda de Mincho Mejía, un héroe y mártir callado como lo fueron Monseñor Romero y Quique Álvarez, uno de la Iglesia Católica, otro de la oligarquía y Mincho de los militares.

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