Miguel Ángel Dueñas Góchez*
Me llamó la atención una persona que trabaja en arte circense, aparecía en sus atestados que había recibido un taller de “Teatro con Objetos no Convencionales e Inanimados” (Grupo Lagartija). Esto me hizo recordar muchas cosas relacionadas a objetos inanimados que a través de nuestra mente les damos vida y hasta creamos cuentos, mitos, leyendas, otros. Un ejemplo de ello es el cuento “El soldadito de plomo” al exponer -la admiración que empezó a sentir la bailarina por el soldadito de plomo, pronto se convirtió en amor, y así todas las noches, cuando las personas habitantes de la casa se iban a dormir, ambos no paraban de bailar- (https://www.mundoprimaria.com/cuentos-infantiles-cortos/cuento-el-soldadito-de-plomo).
En el teatro de títeres y marionetas, se les pone vida a los elementos inmóviles, al darles nuestra voz, al mover sus extremidades y ponerles atuendo relacionado con la historia real o inventada.
De acuerdo al ensayo de Valentín Rodríguez Melón “La comunicación de los objetos inanimados. Su interés en la práctica psicoanalítica” (https://valentinrodriguezmelon.es/la-comunicacion-los-objetos-inanimados-interes-la-practica-psicoanalitica/), dice que “hay cosas inanimadas que les damos vida a través de nuestro pensamiento, en la mayoría de veces porque lo hemos experimentado desde la primera infancia”. El ejemplo sería: si había una imagen (inanimada) colocada en la pared a la cual le llamaban con un nombre conocido por las persona quienes habrían sido aleccionadas también por sus antepasados, infundiendo creencias de que esa imagen podría tener poderes sobrenaturales aceptados por algún conglomerado, a la cual cada quien le pone vida, hilos, movimiento, voz y todo lo que parezca real mentalmente. Al existir otros pensamientos similares o creencias ancestrales inculcadas en nuestra primera infancia la convertimos en real, lo defendemos y hasta creemos poder manipularlo con nuestros hilos mentales y conocer a otras personas que cree en ese imaginario.
Esta variabilidad posible por la inestabilidad de las partículas subatómicas que lo constituyen (al objeto inanimado), les otorga la capacidad de influir y ser influidos por el sujeto que les observa y sobre todo que les utiliza; es decir, interactuar de forma dinámica con ese otro sistema que es la mente humana.
*Licdo. en Relaciones Internacionales.