SOBRE ESTE SILENCIO
Poesía de Anna Ajmátova
Selección y comentarios Wilfredo Arriola
Poeta, una de las más importantes de la literatura rusa. Su famosa obra maestra Réquiem (1935-1940) expone el terror estalinista, según deja ver entre líneas en el contexto que desarrolla la poeta, entremezclando notas de dolor, de intimidad, de pasión por lo perdido y por su nata vocación de la observación a partir de lo vivido. Su trabajo toca varios temas que incluyen la cronología y la memoria, el destino de la mujer creadora y las dificultades para vivir y escribir bajo el régimen de esa época (Stalin), y especialmente las tribulaciones de las mujeres que esperaban pacientemente, aunque con gran dolor e impotencia fuera de los muros de la prisión, para enviar un mensaje o un pan a sus maridos, hijos o amantes. Es parte de la que se dice de su parte biográfica.
Anna Akhmatova nació dentro de una familia pudiente de Odessa, Ucrania, aunque no tuvo una infancia deseable. Sus padres se separaron en 1905. Anna comenzó a escribir a los 11 años. Así fue como la forzó a usar un seudónimo, para el que Anna escogió el segundo apellido de su bisabuela materna. Su primer libro fue Evening y su obra más destacada Réquiem, aunque esta nunca fue publicada por la Unión Soviética-
No, no soy yo, es otra la que sufre,
yo no podría sufrir tanto. Dejen
que un negro manto cubra lo ocurrido,
y que retiren las linternas…
Cae la noche.
Hace diecisiete meses que grito
llamándote a casa.
Me he arrojado a los pies del verdugo,
por ti, hijo mío, horror mío.
Todo ha perdido sus contornos,
y ya soy incapaz de distinguir
a la fiera del hombre, al hombre de la fiera,
ni sé cuántos días faltan para la ejecución.
Me encuentro sola, rodeada de flores
polvorientas, del tintinear del incensario,
y de huellas que no conducen a ninguna parte.
Mientras me mira fijamente a los ojos
anunciándome la próxima muerte,
una estrella inmensa.
LA SENTENCIA
Y cayó la palabra de piedra
sobre mi pecho, aún con vida.
No es nada, siempre supe que así sería,
sabré enfrentarlo de la mejor manera.
Son muchas las cosas que aún debo hacer:
acabar de matar la memoria,
procurar que mi alma se vuelva de piedra,
y aprender de nuevo a vivir.
Y si no… El cálido susurro del verano
semeja una fiesta bajo mi ventana.
Hace tiempo ya lo había presentido:
este diáfano día y esta casa vacía.
Verano de 1939
Como a sorbos me bebes el alma.
Sé que su sabor es amargo y embriagante.
Pero no te suplicaré poner fin a este tormento.
A salvo en esta paz que ya dura semanas.
Cuando hayas acabado, dímelo. No me apena
que nada de mi alma quede en este mundo.
Saldré a caminar, pasearé por los senderos,
y me detendré a ver jugar a los niños.
Florece el grosellero en los jardines,
alguien carga ladrillos tras la cerca.
Ya no recuerdo quién eres: mi enemigo o mi amante,
aunque tampoco necesite saberlo.
Qué claro es este lugar y qué desolado,
aquí descansa mi agotado cuerpo…
Los transeúntes me miran y piensan vagamente:
seguro que ayer mismo ha enviudado.
Tsárskoye Seló, primavera de 1911
No beberemos del mismo vaso
ni agua ni dulce vino,
no nos besaremos temprano en la mañana,
y al caer la noche contemplaremos la ventana…
Tú respiras sol, yo luna,
aunque vivimos un mismo amor.
Siempre está conmigo mi fiel y tierno amigo,
tu alegre amiga siempre te acompaña,
pero entiendo el temor de tus ojos grises
y eres el culpable del mal que me aqueja.
No hagamos más frecuentes nuestros breves encuentros.
Sólo así preservaremos nuestra paz.
Pero tu voz canta en mis versos,
y en los tuyos mi aliento sopla.
¡Oh, hay ciertos fuegos que el olvido
y el miedo no logran aplacar!
Si supieras cuánto anhelo ahora
besar esos labios tuyos, rosados y secos.
1913
A SOLAS
Tantas piedras han arrojado en mi contra,
que ni una de ellas ya me infunde miedo.
Esta grácil torre se ha convertido en la trampa
más alta entre estas torres altas.
Agradezco a quienes para mí la construyeron,
los quiero a salvo del pesar y la tristeza.
Desde aquí veo antes el amanecer y
aquí brilla victorioso el último rayo del día.
Y a menudo por la ventana de mi cuarto
entran los vientos de los mares del norte,
y una paloma come de mis manos trigo…
Y la página todavía en blanco frente a mí,
divina, serena y grácilmente
le pone punto final la atezada mano de la Musa.
Slepniovo, 6 de junio de 1914
21
Veintiuno. Noche. Es lunes.
La capital, sus contornos, en la bruma.
¿Qué necio imaginó que existe
el amor sobre la tierra?
Entregados a la pereza y al tedio
todos le han creído y así viven:
acuden a sus citas, temen las despedidas
y entonan canciones de amor.
Pero algunos llegan a descubrir el secreto
y cae sobre ellos el silencio.
El mío fue un descubrimiento fortuito
y desde entonces vivo como enferma.
Petersburgo, enero de 1917
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