Maritza Melara*
¿Conmemoración en El Salvador? según la ONU para el 2020 el lema es: “Participación y el liderazgo de las personas con discapacidad: Agenda de Desarrollo 2030”. Pero cómo se pasa a la práctica del día a día cuando a más de diez años de haber ratificado como país la convención sobre los derechos de las personas con discapacidad, seguimos mirando en las esquinas y semáforos a niñas y niños con discapacidad siendo explotados, pidiendo limosna, vemos campañas con rostro de personas con discapacidad para recaudar fondos, clases en línea y TV inaccesibles para estudiantes sordos y estudiantes ciegos, y un largo etcétera de inequidades. La información y acciones del gobierno central, sin asumir la existencia de vidas de personas con discapacidad, despidos arbitrarios de personas con discapacidad, que no solo arrebatan un empleo, sino un proyecto de vida, madres jefas de hogar con hijos con discapacidad que han sido también despedidas desde el OE.
En el marco de la pandemia de la COVID-19 cientos de personas con discapacidad han visto perpetuado su confinamiento, se han quedado sin poder salir a hacerse la vida cantando en los buses, vendiendo chicles y dulces, sin alimentos, sin oportunidades, y todo pasa bajo la mirada indiferente de un gobierno que ha pisoteado vilmente los pocos avances en materia de inclusión y dignidad del colectivo, que se habían logrado, bajo la mirada cómplice de un sistema perverso donde las personas con discapacidad somos totalmente despreciadas, soslayada nuestra existencia. Las metas de los ODS de no dejar a nadie atrás, avanzan para un mundo global que, lamentablemente en un país tan “pequeño”, y no por su geografía, sino por la ausencia de una mirada consecuente con la diversidad humana y los derechos. Un país que gasta millones en difamaciones en redes sociales, pero es incapaz de invertir en efectiva inclusión y participación de hombres y mujeres con discapacidad. Un país, sin datos estadísticos de violencia, de VIH, de desempleo, etc del colectivo de personas con discapacidad, información sustancial para que el gobierno formule y desarrolle programas y políticas con la población, que contribuyan efectivamente a mejorar sus vidas.
Una sociedad misógina, discafóbica y capacitista, como producto de la indiferencia del Estado, y la permisividad de la explotación de la imagen del colectivo; en la cual, las mayormente denigradas, olvidadas y sometidas siguen siendo las mujeres con discapacidad, ¿donde está el gobierno de cambio? dónde está esa mirada fresca para dar respuestas efectivas a una sociedad que sangra cada día, y no, no es tercermundista, es medieval de renta media, porque políticamente es incorrecto exigir derechos y alzar las voces.
¿Conmemoramos un 3 de diciembre con tanta violencia y violaciones a nuestros derechos?
¿O nos sentamos a escuchar el oficial discurso vacío de compromiso y realidad?
*Activista y especialista en derechos de personas con discapacidad.