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¿30 años para qué?

Alejandro Rodríguez Valencia

(5° año de filosofía en UCA)

Estamos en la época del año en la que se lleva a cabo el trigésimo aniversario de los mártires jesuitas, Elba y Celina Ramos. Con ello, se conmemoran como todos los años, un mensaje de servicio no meramente académico, sino por el compromiso de cambiar el statu quo de desigualdad social.

Unos años más atrás, cuarenta y tres años siendo más precisos, Ignacio Ellacuría publicaba un artículo de carácter filosófico, cuyo contenido presenta una riqueza pedagógica para aquellos profesores y estudiantes principiantes en la disciplina. El título del “articulejo” como le llamaba: “¿Filosofía para qué?”. En dicho artículo señala que la filosofía debe de tener un objetivo desideologizador ante la ideologización utilizada por grupos de poder.

En los años donde Ellacuría se inspiró para la creación de sus críticas académicas, y la creación de un borrador que fue editado con el título: “filosofía de la realidad histórica”. Tenía como contexto político social una realidad salvadoreña donde predominaba la desigualdad social, pobreza, violencia, violencia de género, entre otros. Con el paso de la guerra civil se creía que con los Acuerdos de Paz la realidad iba a presentar un cambio de aires para la realidad de nuestro país. Y pues sí. Lo hubo, pero parece que solo cambió la forma en cómo se producían los problemas sociales.

Hoy en día podemos seguir señalando los mismos problemas sociales, además, podemos agregarle unos más como consecuencia de no haber abordado los principales. No es necesario ponerse a leer un informe para darse cuenta de ello. Basta mirar la vida cotidiana. Cada vez que pasas por un semáforo y ves a gente pidiéndote unos centavos por limpiarte el para brisas, compra de frutas, dulces o simplemente porque posee una limitante física, u otro ejemplo, cada que vas manejando y te recuerdan a tu madre constantemente por no colaborar a ceder el paso (violencia); cada transporte público que te presenta la paradoja de que no siendo correcto fumar en área pública, ellos en el mismo área contaminan más que tu cigarrillo; cada vez que ves a una mujer pasar y le faltamos el respeto por medio de piropos vulgares; nosotros que preferimos irrespetar el orden de las colas en súper mercados, el banco, el comedor.

Tal parece que los Acuerdos de Paz nos enseñaron que si unos pudieron abusar del poder oprimiendo a otros, nosotros podemos seguir oprimiendo, así como hemos visto en cada uno de los escenarios planteados anteriormente. Acá planteo una pregunta: ¿Quién se debe de hacer cargo de la realidad del país?, ¿los dirigentes que tenemos en el poder? o ¿nosotros los que tenemos el control del pito del carro cuando le recordamos la madre al otro?, ¿nosotros que tenemos la idea de piropear a cada mujer que vemos pasar?, ¿nosotros que tiramos la bolsa de agua por la ventana del colectivo porque es mejor no tenerla ante nosotros porque no somos capaces de asumir la responsabilidad de tirarla en su lugar? Preferimos culpar a los que han desfilado por casa presidencial y nosotros seguimos insultándonos y agrediéndonos.

¿Esperamos otros años más tal vez la realidad social mejora por sí sola?

Ellacuría decía que debemos de hacernos cargo de la realidad para cambiarla. Dicha observación tiene una riqueza filosófica muy grande.

Y pido disculpas a mis catedráticos que no la desarrolle como se me exige, sin embargo, hoy en día hay que dejar eso para los coloquios. Ahora, hay que preguntarnos mientras vamos dentro del colectivo con una bolsa de agua en mano, mientras vamos caminando y pasa una señorita a la par nuestra, mientras pasa un joven de la comunidad LGBTIQ, ¡Sí! Ellos también son parte de nuestra sociedad, mientras voy al volante, mientras estoy en mi casa ¿tiro la bolsa al tragante, piropeo a esta mujer, le digo fenómeno, le recuerdo a su madre?

En este trigésimo aniversario de los mártires jesuitas invito a empezar a cambiar la realidad social desde nuestras actividades cotidianas. No sigamos ateniéndonos otro año para cambiar.

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