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¿Se puede apaciguar a la ultraderecha con concesiones?

Isaac Bigio
Analista internacional

La táctica que hoy emplea el Gobierno peruano consiste en constantemente buscar calmar a la derecha haciendo concesiones. Primero el Presidente Pedro Castillo y su primer Premier Guido Bellido sacrificaron al canciller Háctor Béjar, a menos de 3 semanas de que él llegó al cargo, estableciendo un récord de poca duración. Luego Bellido quiso remover al ministro de trabajo Iver Maraví, pero al final Castillo decidió sacar a ambos y a otros ministros cuestionados por los conservadores.

Jorge Montoya, el congresista más votado que queda en este Congreso (pues al que sacó más votos, el expresidente Martín Vizcarra, no le dejan tomar su curul), sostiene que su línea consiste en ir derrumbando ministro por ministro. Él  ahora ha “terruqueado” a la nueva Primera Ministra Mirtha Vásquez y a la ministra de cultura Gissela Ortiz, así como él antes hizo lo mismo con Castillo. En la derecha varios piden que Castillo se convierta en un sacerdote azteca y que haga cada vez más sacrificios humanos: siendo los siguientes la de los ministros del interior y de educación.

Castillo recompuso su gabinete para evitar ir a un duelo entre pedir el voto de confianza y ser respondido con una vacancia presidencial. Él ya ha dado muchos gestos para tender la mano, pero la ultraderecha nunca se siente satisfecha.

En tiempo récord la comisión de constitución trabajando hasta en días no laborales ha aprobado una moción de “interpretación” de la carta magna que significa modificar ilegalmente esta sin el aval de 2/3 del congreso, y todo ello para limitar la posibilidad del Presidente de poder cerrar eventualmente al Congreso. En el día de su aniversario natal, el Congreso le entregó a Castillo de regalo una nueva ley que le quita facultades y que allana la vacancia presidencial. La Presidenta del Legislativo, Alva, también acaba de proponer una serie de proyectos de ley muy duros contra los precarizados trabajadores.

El Presidente parece carecer de poder. Hasta el poder judicial allana los locales de su partido y quiere meter preso al Secretario General de este (mientras se dilatan los procesos a Keiko y varios fujimoristas). Incluso se quiere impedir que el nuevo embajador en Venezuela pueda ejercer sus funciones.

Apaciguamiento

Es hora que el maestro reflexione y revise un poco de las lecciones del proceso que llevó a la II Guerra Mundial de 1939-45, la peor de la historia universal. Cuando Hitler toma el poder en Alemania en 1933 las democracias británica y francesa le dejaron que él vuelva a ocupar la Renania, luego a que él pudiese anexarse militarmente países vecinos como Austria y parte de Checoslovaquia, y también a que los nazis alemanes y los fascistas italianos fueran las únicas potencias extranjeras en bombardear civiles en la guerra civil española de 1936-39 (en la cual venció el franquismo).

La idea de los “apaciguadores” era que con esas concesiones se podría saciar el hambre de Hitler, pero ocurría lo inverso. Mientras más conquistas él hacía, Hitler se sentía más confiado y osado. Al final en septiembre 1939 los envalentonados nazis ocupan Polonia y meses después terminan conquistando a Francia y a casi toda Europa (salvo las naciones que Berlín consideraba como aliadas o neutrales). Neville Chamberlain, el Primer Ministro Británico de 1947-40, quien fuera el mayor expositor de la táctica del apaciguamiento, terminó siendo desplazado de su puesto por el beligerante Winston Churchill quien decidió no hacer ninguna concesión más a la ultraderecha y enfrentar a ésta con todas sus fuerzas, incluso cuando los bombarderos germanos destrozaron Londres y muchas urbes británicas. Tras 5 años de haber cambiado de rumbo, Churchill venció y Berlín, Roma y Tokio fueron ocupados por sus rivales.

P.A.J.A.S.

Si Castillo sigue con la táctica de Chamberlain puede acabar quedándose sin chamba. El Congreso no le va a dar tregua. Es imposible que este le vaya a dejar culminar un quinquenio. Si él sigue haciendo más y más concesiones va a verse obligado a hacer una “superconvivencia” o un gobierno tipo P.A.J.A.S. (Perú Libre-Acción Popular-Juntos por el Perú-Alianza para el Progreso-Somos Perú), el cual no podría hacer mayores reformas, mantendría el status quo, enajenaría a sus votantes, y podría hacer que la derecha (una vez que haya utilizado y desgastado a Castillo) termine por tratar al maestro como un limón exprimido. A medida que el Gobierno más hace concesiones menos se viabiliza que Castillo aguante y más se acerca la posibilidad de que Cerrón y varios de su entorno terminen presos.

Castillo bien pudo haber evitado el camino de hacer constantes concesiones si es que él hubiera decidido organizar grandes movilizaciones de masas para defender su victoria electoral y con ellas arrinconar a la derecha. Empero, después de ganar la segunda vuelta, él empezó a hacer transacciones como la de buscarse llevar bien con EE.UU. y sus instituciones (a fin de que le cubran contra un posible golpe), la de ir recortando varios elementos de su programa y, finalmente, la de mantener al Presidente del BCR en su puesto.

El nuevo Gobierno decidió mantener el modelo macroeconómico monetarista preservando la misma política económica que ha regido al BCR y al país desde hace 3 décadas, seguir pagando la deuda externa sin ninguna modificación, congelar los salarios (lo que implica aceptar que estos valgan menos en términos de dólar en comparación al periodo preelectoral), no controlar precios y querer impulsar la producción en torno a materias primas para el exterior y no tanto impulsando el mercado interno aumentando la capacidad adquisitiva de la población y también la demanda.

Hasta Bellido y Cerrón aceptaron ir por esa senda, por ello apoyaron que el neoliberal Julio Velarde siga timoneando al Banco Central de Reserva, que se renovase el acuerdo con la USAID y se autorizasen tropas extranjeras, que no se aumentasen los salarios, entre otras concesiones. Fue Belllido quien primero sacó a Béjar, luego quiso hacer lo mismo con Maraví, y al final le tocó el turno a él.

Bellido, quien hoy ha empezado a acusar a Castillo se no estar cumpliendo con sus promesas electorales, fue el mismo quien, en su presentación ante el Congreso, no mencionó a la constituyente, el indulto a Antauro Humala , el ingreso libre a las universidades o la nacionalización del gas, pues estaba en la onda de apaciguar para lograr que este le de un voto de confianza.

¿Moderación o movilización?

Castillo legó a la Presidencia como sub-producto de las grandes marchas juveniles que acabaron con el cogobierno fuji-acciopopulista de noviembre 2020 y de otras movilizaciones en los países vecinos (las protestas de Chile, el levantamiento popular contra la dictadura boliviana o el paro nacional colombiano), así como por efecto de las grandes marchas que se congregaban en torno a sus demandas de acabar con la corrupción y con la pobreza.

Si él hubiese mantenido ese mismo camino haciendo que la gran marcha del último fin de semana de junio se hubiera ido masificando cada vez más, él hubiese llegado con más fuerza a Palacio, e inclusive pudo haber tenido la autoridad para pedir que la carta magna de 1979 sea validada hasta que se llame a una constituyente.

Sin embargo, no ha seguido esa vía y tampoco ha querido organizar grandes movilizaciones, ni siquiera por el Bicentenario de la independencia o por los aniversarios de su partido, de él o de su anterior Premier. Castillo muy bien puede aprender del ejemplo de las masivas concentraciones que hicieron para fortalecerse en el poder varios gobiernos, como los nacionalistas y anticomunistas del argentino Perón y del boliviano Paz Estenssoro o incluso la de los derechistas Trump en EE.UU. y Bolsonaro en Brasil, por no mencionar a los de los izquierdistas Morales en Bolivia, el chavismo en Venezuela, Lula en Brasil, u otros.

Castillo perfectamente puede movilizar hasta más de un millón de personas de manera simultánea en todo el país para que le apoyen si lanza una serie de leyes pro-laborales, aumentos salariales, paquetes semanales de distribución de productos esenciales a los más pobres (tipo Bolsa de Familia de Brasil o CLAP de Venezuela), impone la drástica baja de los precios del gas, luz, agua y servicios básicos, u otras políticas que apasionen a los más desposeídos.

Se podrá decir que con esas acciones se “ahuyentarían” a los inversionistas, pero mucho más peligroso es “ahuyentar” a sus propias bases y alimentar su propia autodestrucción. A pesar de que este se reclama ser el primer gobierno izquierdista electo del Perú, sus políticas son más moderadas que las de los primeros gobiernos de las FF.AA. o del APRA quienes, a diferencia de Castillo, sí se reclamaron “socialistas” y “revolucionarios”.

Ni Bellido ni Vásquez han querido nacionalizar una empresa, redistribuir la propiedad de la tierra o crear comunidades industriales (tipo el gobierno del general Juan Velasco de 1968-75) ni pagar la deuda externa con un porcentaje de las exportaciones, controlar precios, abaratar drásticamente la canasta familiar y estatizar la banca (tipo el primer quinquenio de Alan García en 1985-90). Se podrá decir que esas políticas luego condujeron a crisis y a nuevos ajustes antipopulares, pero la actual política económica y social conlleva a mantener al neoliberalismo y terminar como un cuchillo sin filo que al final es desechado y sirve para preparar el que la derecha dura retorne a Palacio.

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