El lugar donde descansan los secretos
Wilfredo Arriola
Confesar algo es quemar el puente donde no sabes de qué lado quedaras. Si del lado de la gloria o la otra forma, que sin dudas es el infierno, ya que antes de confesarlo, se transita por el amargo camino de la incertidumbre.
Hay un libro acerca de las memorias de Pablo Neruda, titulado: Confieso que he vivido, su título es sugerente, puesto que la vida misma en sí es una confesión. Cada día vamos labrando historias, anécdotas, la ilación de lo bello con lo absurdo, lo banal con los trascedente, pero a pocas narraciones le atribuimos el nombre de confesión. Es notorio, sin lugar a duda porque a la hora de expresarlo se dispondrá a salir un trozo de nuestra intimidad y sobre todo de la esencia de nuestro existir.
Habrá de confesiones a confesiones, aquellas de infancia que, a su momento, visto desde otra óptica rayan el infantilismo, pero no por eso, dejan de ser importantes. Confesar un amor imposible, una pasión, un anhelo… esos mismos tramos se van desvaneciendo conforme pasamos de la frontera de la adolescencia con la madurez. Luego vendrán otros, más formales, más impúdicos, llenos de lo impensable, esos, que nos retratarían si tuviéramos algo que decir. Decir lo oculto, y decirlo bien, no solo libera sino también deja ese espacio en el sentir destinado para lo que fue a su momento, ese darle el espacio que tanto ocupaba cuando se cocinaba con el fuego lento del misterio.
Hay quienes se llevan a la tumba el eslabón de sus proezas, Sabina en una de sus canciones más destacadas comenta: “A quién le puede importar, después de muerto, que uno tenga sus vicios…” Quizá el lugar que tenga más secretos no sea un confesionario al lado de un cura, o una almohada en la oscuridad de la habitación, sino más bien, un cementerio con todo aquello callado y llevado al más último recodo del silencio. Ese lugar donde el cielo está más lejos y el silencio se vuelve un poco más incómodo, hay algo más, y ese algo es un misterio, el lugar donde descansan los más íntimos pensamientos que pasan a ser algo más que un recuerdo o la sospecha que nadie podrá confirmar. Los secretos son los que patrocinan las más bellas biografías y la obra y actos de cada humano nuestro mejor espejo. Somos lo que hacemos y también lo que hacemos sentir a los demás, a su momento también se convertirá en una confesión o probablemente será un invitado más a ese parque de confesiones que nadie contó. No lo sabemos y quizá haya cosas que con no saberlo ganamos más.
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