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40 años después, el “Tiburón” de Spielberg cobra vida en Chatham

Christina Horsten
Chatham/dpa

En realidad, sovaldi sale sólo unos pocos han visto al tiburón en Chatham, here pero cualquier habitante de esta pequeña localidad conoce alguna historia sobre él. “Hace no mucho, uno apareció aquí, en el puerto”, cuenta la propietaria de una tienda de dulces en la calle mayor, refiriéndose al tiburón blanco, el rey de la especie. “Los pescadores dicen cada tanto que han visto uno”, afirma Amy Tagliaferri, responsable de la sección de anuncios en el diario local “Cape Cod Chronicle”. En Chatham, el tiburón es omnipresente.

Esta población de unos 6.000 habitantes, que en verano puede llegar hasta los 30.000, se sitúa justo en el codo de la península con forma de brazo de Cape Cod, en la costa este de Massachusetts. Goza de amplias playas y tradicionales casas de madera, y por las tardes, el sol tiñe el paisaje de esa luz dorada que antaño fascinó al pintor Edward Hopper. Sin embargo, Chatham no destacaría entre el resto de localidades de Cape Cod si no fuera por sus tiburones y el éxito de “Tiburón”, el clásico de Steven Spielberg de cuyo estreno se cumplen el sábado 40 años.

Spielberg filmó en aquel entonces a apenas unos kilómetros de allí, en la isla Martha’s Vineyard. Fue un rodaje caótico, el doble de caro y el triple de largo de lo que estaba previsto, pero el filme marcó un hito en el género y cambió para siempre la imagen de los tiburones. En tiempos en los que los efectos especiales digitales aún no habían nacido, se utilizaron tres réplicas de tiburón a tamaño real y con accionamiento neumático que no cesó de dar problemas. Hasta tal punto que el equipo bautizó el filme como “Flaws” (defectos), como un juego de palabras con el original “Jaws”.

Sin embargo, “Tiburón” resultó un rotundo éxito, con tres Oscar, unas ventas millonarias y varias secuelas. A día de hoy, el clásico de Spielber sigue considerándose vara de medir entre las películas de terror y pionero de los blockbuster de verano. Pero además, la película no sólo sacudió el panorama cinematográfico de mediados de los 70, sino que también fue determinante en la imagen que tenemos de los escualos.

“Antes de ‘Tiburón’ todo el mundo sabía que viven en el mar, pero a la gente no le daba miedo nadar en la piscina o darse un baño en su bañera”, cuenta Andy Casagrande, especialista en escualos. “Tengo muchos amigos a los que les parezco una loca y que jamás se meterían al agua porque les aterroriza”. La empleada en el diario local Tagliaferri, que se mudó a Chatham en los 70, vio la película en un pequeño cine de la localidad. “Desde entonces, cada vez que voy al mar, escucho esa terrible música”, reconoce.

En aquel entonces, nadie hablaba de tiburones en Chatham. Durante décadas no se había visto ante las costas de Cape Cod ningún tiburón blanco que midiera unos cuatro metros y pesara más de 1.000 kilos. “Después, hace unos diez años, encontramos en la playa unos restos fantasmales de focas despedazadas”, cuenta el investigador Greg Skomal. Pronto tuvo claro lo que aquello significaba: los tiburones blancos habían vuelto, y cada vez se encontrarían más restos de focas en la arena. “Para el tiburón blanco, las focas son snacks. Es como cuando uno descubre un nuevo café y se toma una pausa para un pequeño almuerzo”.

En 2009, Skomal vio el primer tiburón blanco en aguas de Chatham, y en los últimos años él y su equipo han logrado identificar hasta 68 ejemplares. Al principio, las noticias causaban revuelo entre la población. “Todos estábamos nerviosos”, recuerda Tagliaferri, que está afiliada al sindicato de los alrededor de 150 empresarios locales. “Temíamos que los turistas se marcharan y, con ellos, el dinero. No sabíamos cómo lidiar con el asunto y al principio intentamos silenciarlo”.

Después, la dueña de una compañía de barcos empezó a organizar excursiones para ver focas. “A la gente le encantaba, porque son tan cucas”, recuerda. Pero pronto se dio cuenta de que la mayoría de sus clientes se unían a los tours con el objetivo de contemplar un ataque de tiburón blanco. “Entendimos el mensaje: la gente quería ver los tiburones, se sentían fascinados por ellos. Así que decidimos apropiárnoslos”.

Desde entonces, el negocio de los tiburones va viento en popa en Chatham. Los colegios tienen escualos como mascota y en muchos pequeños comercios se ofrecen todo tipo de recuerdos -desde ropa y gorras a peluches, imanes, mochilas, tablas de sur, llaverso o tazas- con el tiburón como gran protagonista. Por 18,75 dólares (unos 16 euros) se pueden adquirir pósters en los que Chatham se presenta como “el escenario del tiburón blanco”, entre los que se ve a uno con la boca abierta y unos atemorizadores dientes.

Según Tagliaferri, cada verano el “Cape Cod Chronicle” publica una amplia edición especial sobre tiburones. Y entre los souvenirs superventas figuran las placas para puertas con mordeduras de tiburón en tres de sus lados. En ellas se lee: “Bienvenido a Chatham, la sede estival del tiburón blanco”. Y “se venden como churros”.

En la tienda de dulces “Chatham Candy Manor” se ofrecen bolsitas con tiburones de gominola a tres dólares, chupa-chups de tiburón a dos dólares o tiburones de chocolate a tres dólares. “Vendemos muchísimos de todos”, cuenta la dueña. “A petición, también podemos hacer algunos que se parezcan aún más al cartel de la película. Por eso, todos vienen aquí, todos se paran en el faro y miran hacia el mar, buscando. (Los tiburones) no asustan a los turistas”.

En el Orpheum Theatre de Chatham, el cine local, cuelga el famoso cartel del filme con un tiburón de aterradores dientes acechando a una bañista. Los veranos se proyectan tres sesiones al día de la película, y a menudo las salas se llenan, cuenta el propietario. “Hay gente que después de verla ni siquiera se atreve a bañarse en la piscina del Chatham Bars Inn”, un resort de lujo al final de la calle. Allí, por 2.500 dólares, los clientes pueden pasar el día en un tour con investigadores de tiburones.

Los turistas también pueden conocer más sobre estos escualos en el “Atlantic White Shark Conservancy”, un centro de investigación que abrió sus puertas en 2012. “Al principio, no quería que tuviera relación con la película”, explica su presidenta, Cynthia Wigren. “Pero después me quedó claro cuánta gente adora los tiburones y se siente fascinada por ellos, precisamente porque han visto el filme”. Antes de que termine 2015, Chatham tendrá también un nuevo museo dedicado al tiburón.

Con todo, la floreciente estrategia turística de Chatham -que ha sabido aprovechar el tirón mucho más que sus localidades vecinas- no está exenta de riesgos. “Todo el tiempo cruzamos los dedos para que no pase nada. Con que un tiburón atacara todo podría esfumarse de golpe”, dice Tagliaferri. En Truro, 40 kilómetros al norte, uno atacó a un hombre, que sobrevivió, y ese es el único caso conocido en Cape Cod en los últimos 80 años. “Por supuesto, puede volver a ocurrir, tiburones y personas compartimos la misma agua”, apunta Wigren. “Por eso creemos que la investigación y la información es la mejor forma de protegernos”.

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