En este mes de octubre, millones de personas en el mundo hemos conmemorado (¡con dolor!) el 50 aniversario de la caída en combate en Bolivia de Ernesto “Che” Guevara (el 8 de octubre una bala del enemigo descompuso su arma y otra le hirió una pierna) y su vil asesinato 24 horas después, mientras estaba preso, ordenado desde Washington.
Hoy todavía, en toda escuela cubana, cada mañana las y los alumnos, en el breve acto de comienzo declaran al unísono: “¡seremos como el Che!”.
¿Cómo era Ernesto Guevara? Era un “hombre nuevo”. Por miles de años, la humanidad ha reproducido (y reproduce todavía) “hombres viejos”, personas que se preocupan primero por sí mismas y solamente después (si son personas altruistas) por las demás.
El Che no. El Che era una persona que se preocupaba primero por las necesidades de los demás antes que por las suyas.
En octubre de 1966 (a sus 38 años), antes de partir para Bolivia y consciente de que hubiera allí arriesgado su vida, el Che dejó en Cuba una carta de despedida para sus tres hijas y dos hijos (la mayor de diez años y el menor de uno). Les escribió: “Sobre todo, sean siempre capaces de sentir en lo más hondo cualquier injusticia cometida contra cualquiera en cualquier parte del mundo. Es la cualidad más linda de un revolucionario”.
Por cinco años, después del triunfo revolucionario en Cuba, el Che había trabajado directamente en el desarrollo de la industria cubana. Como ministro de Industrias influyó en los dirigentes y trabajadores no solo del organismo central sino también de las empresas y centros laborales.
Fue el Che el que con la fuerza de su ejemplo extendió y defendió el trabajo voluntario en Cuba. Decía: “El trabajo voluntario no debe mirarse por la importancia económica que signifique en el día de hoy para el Estado, el trabajo voluntario fundamentalmente es el factor que desarrolla la conciencia de los trabajadores más que ningún otro. Y más todavía cuando esos trabajadores ejercen su trabajo en lugares que no les son habituales”.
Para la construcción del socialismo, el Che resaltó la necesidad de lograr la motivación moral de los trabajadores y de las trabajadoras a través de la evolución política e ideológica de cada individuo. La necesidad que la grande mayoría de los cubanos se volvieran “hombres nuevos”.
Fidel siempre valorizó mucho esa particular característica del Che. Por eso, hoy todavía, los alumnos cubanos son educados a ser como el Che.
Cuando, hace más de 25 años, en la Europa del Este se desplomó el socialismo, Cuba resistió, a pesar del maldito bloqueo gringo. Esa victoria del socialismo cubano se debe, en parte, al legado del Che.
Cuba es el país, en el mundo, más solidario. Internamente e internacionalmente.
Y, muy probablemente, si el Che no hubiese muerto en Bolivia y hubiese vuelto a Cuba, muchos más hombres y muchas más mujeres cubanas hoy serían “hombres nuevos y mujeres nuevas”, constructores y constructoras de un socialismo más próspero, a pesar de cualquier bloqueo.
¡¡¡Viva Ernesto Che Guevara, viva el hombre nuevo, viva el socialismo!!!