Para hablar de la Revolución no se admiten los verbos en pasado, su nombre se escribe acompañado del presente, porque a 150 años de su inicio, la Revolución no es ni será nunca parte del pasado.
Leidys María Labrador Herrera
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Como una única Revolución, así fue definida por Fidel la tradición patriótica del pueblo cubano. Suerte de herencia que implica la sostenibilidad en el tiempo y por encima de las adversidades, de los pilares fundacionales de nuestra nacionalidad.
Pero acuñar esa verdad no partió únicamente de la iniciativa de su preclaro pensamiento. Al sustentar ese criterio, al Comandante en Jefe le asistió el mayor de los argumentos, el de haber sido él mismo, junto a la Generación del Centenario, valioso fruto de los fértiles lazos de esa historia, que se extendieron en el abrazo y el consenso necesarios, para unificar ideales latentes a la distancia de los siglos.
Esa es una realidad que nadie duda. Fueron los mismos sentimientos, vestidos de otra época, en el alma de otros hombres y mujeres, pero los mismos. Aquellos que hicieron sonar la campana de La Demajagua, estuvieron también en un Martí incansable que había gestado desde el exilio la Guerra Necesaria, latieron con fuerza en Mella, Guiteras, Pablo de la Torriente, Villena, y se reavivaron definitivamente en aquellos que no dejaron morir al Apóstol en el año de su centenario. Libertad, dignidad humana, respeto a la libre determinación de los cubanos, fueron las causas comunes que impulsaron a esos seres excepcionales en sus luchas. Pero, ¿por qué después del 1ro. de enero de 1959, después de la reivindicación de nuestros derechos, de convertirnos en ejemplo para el mundo, aún decimos que Cuba está en Revolución, y celebramos el aniversario 150 del inicio de nuestras luchas, con la misma convicción de continuidad histórica? ¿Por qué aun en tiempos de paz empleamos el término Revolución Cubana, para nombrar el proceso social que defendemos?
La respuesta a esas interrogantes no necesita una intensa búsqueda bibliográfica, basta acudir al concepto que de esta obra nos dejó su eterno líder, para comprender que toda sociedad es perfectible y que, si hemos llegado hasta aquí, es porque el triunfalismo nunca formó parte de los preceptos que primaron en la construcción de la patria con todos y para el bien de todos. Habernos sentado a creer que la Revolución estaba hecha, habría sido el fin.
Desmontar y analizar en toda su profundidad lo que sucintamente planteara el Comandante en Jefe, necesitaría el concurso de los más prestigiosos y entendidos académicos, pues cada una de sus palabras en esa magistral definición, tiene detrás un sustento ideológico, moral y político de incalculable alcance, pero más que nada, imperecederas raíces históricas. Ojalá sea suficiente la sencillez de esta prosa periodística para esbozar al menos algunos de esos principios que nos convierten en eternos revolucionarios.
Un concepto, una obra, un porvenir
Una de las falsas ideas defendidas por los detractores del socialismo cubano es que esta Isla se ha quedado detenida en el tiempo. A quienes intentan interpelarme con tales afirmaciones, siempre les respondo que parecen haber olvidado el país que nos legó la neocolonia. Agricultura latifundista, economía deteriorada y llena de corrupción, industrias en manos extranjeras, analfabetismo, hambre y miseria. Desde esa base fue necesario levantar una nueva sociedad y hubo que trabajar muy duro sí, porque a esos obstáculos se les unió la presión de un bloqueo sin sentido, que aún hoy, casi 60 años después, pervive como el fósil de un jurásico anexionismo.
Aun así, nos convertimos en bandera de derechos humanos, y batallamos por encontrar nuevos mercados, y convertimos a la salud, la educación, el deporte y la cultura, en valiosos e inigualables tesoros, logros que todavía les son ajenos a países desarrollados, que voltean la cara a la cruda realidad del tercer mundo, la globalización neoliberal y la deuda externa.
Pero, mantenernos de pie solo ha sido posible por nuestro sentido del momento histórico y la sabiduría de cambiar todo lo que debe ser cambiado. Y no hay en esas frases ni un asomo de banal retórica. Esa ha sido siempre nuestra realidad. En condiciones adversas nos ha tocado poner la vista en el presente, los pies sobre la tierra. Así enfrentamos la Crisis de Octubre, y así nos levantamos tras el periodo especial…