Oscar A. Fernández O.
En la reunión internacional de la UNESCO, help celebrada en 1998, se explica que la agenda para la Reforma Educativa (un eufemismo, porque estamos en presencia de una regresión histórica de enorme magnitud) “está orientada por el mercado más que por la propiedad pública o por la planeación y la regulación gubernamentales”. Luego agrega que “la dominación, en casi todo el mundo, del capitalismo de mercado y los principios de la economía neoliberal se encuentran en la base de la orientación por el mercado de la educación media superior y superior”. Los conceptos fundamentales de la agenda del BM para la docencia y la investigación universitarias son: privatización, desregulación y “orientación por el mercado”. En este contexto la Universidad de El Salvador, celebra sus 175 años de fundación y de lucha contra la perversidad de los poderes económicos por colocarla a su exclusivo servicio, lo cual ha implicado en varias ocasiones el uso de la fuerza con una brutalidad inimaginable. Prueba de ello es la larga lista de heroicos y heroicas universitarios que han dado su vida en la lucha por la prevalencia de la razón en contra de la irracionalidad del poder desmedido.
Actualmente, con mayor énfasis que nunca, las evidentes deficiencias heredadas de nuestro sistema educativo y los reiterados reveses de la mayoría de estudiantes en todos los niveles de las instituciones públicas y privadas, nos van expandiendo tanto la conciencia de la necesidad como la gran limitación de la formación así entendida. La certeza, está sin duda centrada en la ausencia de producción de pensamiento estratégico, la carencia de una conciencia crítica y el cada vez mayor predominio de los valores culturales autoritarios, hedonistas y consumistas que se reproducen con rapidez en todos los ámbitos de nuestra vida social y cultural, impuesta por un régimen formativo neoliberal en función de la expansión del mercado.
Por su parte, las teorías autoritarias conservadoras sobre el aprendizaje, como legado de un análisis mecanicista intelectualmente ya superado, pero vigente en este sistema, establecen su énfasis en lo hereditario que se traslada al campo social y sirve para justificar las grandes desigualdades.
Está claro que la educación puede servir para dar un respaldo fundamental al proceso de repensar el Estado y construir la democracia popular o, por el contrario, puede colaborar en la preservación de un statu quo excluyente y autoritario, según sea la modalidad que adopta en concreto. Esto significa, en otras palabras, que el proceso hacia la democracia real, necesita de las universidades y del ejercicio responsable de las funciones básicas de educación, investigación y extensión, la crítica y la elaboración de propuestas, en el contexto de una educación social integradora, no excluyente.
La Universidad de El Salvador tiene asignado un papel histórico privilegiado que está desperdiciando, ayudar al país a construir procesos democráticos populares, en virtud de que las materias primas de su funcionamiento cotidiano son los contenidos y los métodos de la ciencia, la filosofía y el arte. Estos son necesarios para orientar la educación y desarrollar la cultura en direcciones favorables al desarrollo integral humano con equidad y cuidar la vida del planeta. Tales actitudes y acciones, son iguales a las que requiere el desarrollo político hacia la justicia, paz y la democracia participativa.
Las deficiencias educativas y administrativas que oscurecen el futuro inmediato de la Universidad, son sólo la acumulación histórica de los últimos veinte y cinco años de bloqueo y neoliberalismo, en dónde según las oligarquías políticas ultraconservadoras, debió privatizarse por ser una “carga” del Estado. Este pensamiento se concretó en la proliferación descontrolada de las Universidades privadas, que provocó una monstruosa mediocridad de la educación convertida en mercancía, mientras se abandonaba la enseñanza superior pública a su suerte.
Nuestra Alma Mater, en estas condiciones no da más. El gobierno del FMLN y la sociedad entera, debemos entender que si no se rediseña y se diversifica la educación superior, desarrollando la UES y los Institutos Técnicos Especializados, a todo lo largo y ancho del país, con un presupuesto adecuado y una exigencia académica de alto nivel, El Salvador seguirá siendo la sombra de un país consumidor de conocimiento ajeno, incapaz de diseñar y hacer efectivas novedosas políticas de progreso social y desarrollo equitativo. La generación de conocimiento y de ciencia, son misiones esenciales de la Universidad. El pensamiento crítico, en el sentido de pensamiento dispuesto a enfrentarse a la validación real y social, es también objetivo esencial de la ciencia. Es necesario reiterarlo y demostrarlo: la Universidad de El Salvador (UES) ha de asumir su compromiso histórico con la cultura, con la educación y con la construcción de la democracia popular y la cultura de la libertad, la justicia, la igualdad y la solidaridad. Es necesario recordarlo y demostrarlo: la Universidad pertenece al pueblo salvadoreño, la Universidad Nacional es un bien de todos y todas las salvadoreñas; la Universidad debe trabajar para el pueblo y su razón de ser es el pueblo.
La Universidad es el más valioso patrimonio cultural, el más digno de los afanes colectivos, el más sensible de los esfuerzos del valiente, noble y trágicamente mal tratado pueblo salvadoreño.
Los derechos constitucionales que definen la autonomía universitaria nos hacen doblemente responsables: de un lado, somos responsables de un honrado y escrupuloso ejercicio de los recursos públicos; del otro, somos responsables de un esfuerzo creciente por educar y formar ciudadanos comprometidos con la convivencia democrática, el desarrollo social, la solidaridad y con la equidad en el ejercicio de los derechos y el cumplimiento de las obligaciones, para que prevalezca la razón y la justicia sobre cualquier otra cosa.
Tarea social por excelencia, la formación científica sobresaliente de la juventud, está presente en los medios y los fines de nuestra Alma Mater. No podemos ser ni existir sino para corresponder a las expectativas de profundidad académica que nos exige el desarrollo científico humanista de la sociedad.
La Universidad de El Salvador tiene una historia cultural y educativa que ha enriquecido la vida social, política y económica de la nación. Nos antecede una variada voluntad de cultura, una rica expresión artística, una diversidad de ideas y un empeño permanente por transformar la vida en común, desde una perspectiva histórica y social. Lamentablemente todo esto fue arrasado por la irracionalidad de las dictaduras militares y la insensibilidad arrogante e intolerante de un modelo económico oligárquico productor de pobreza y atraso social, que golpea como nunca los cimientos de esta vilipendiada nación salvadoreña, frente a la impavidez cómplice de muchos que sirven a ese poder. Declarados enemigos de la Universidad y del conocimiento científico, han bloqueado su desarrollo, sumiéndola en el estancamiento, con intenciones de apropiársela para convertirla en una cantera de mano obra calificada, que apuntale su derruido proyecto político.
Nosotros, hijos de esta Universidad, también tenemos una cuota importante de negligencia en esta deshonrosa situación, pues hemos permitido que en su seno campee la mediocridad, el oportunismo y la prevalencia en muchos casos, de los más aberrantes propósitos egoístas.
Sin embargo, la mayoría de estudiantes, profesionales, académicos, trabajadores y profesionales que hoy comparecemos al llamado de la Alma Mater, seguimos formando parte de la actitud universitaria que a través de décadas antepuso la razón a la barbarie, las ideas a las armas, el diálogo al silencio, el debate a la aceptación incondicional de las ideas, el conocimiento a la ignorancia y la resistencia crítica a cualquier forma de determinismo cultural o político, pero que también luchó a la par del pueblo, cuando tuvo que hacerlo. Por eso es menester recordar también, en nombre del avance cualitativo histórico de esta Universidad, a todos aquellos hijos e hijas que dieron su vida por la libertad del pueblo y a los cientos de nobles universitarios y universitarias que fueron masacrados por las salvajes dictaduras militares. Con esta misma convicción debemos construir la nueva era de la Universidad; orgullosamente pertenecemos a una comunidad universitaria capaz de afrontar el reto de fortalecer el liderazgo político y cultural de nuestra Educación y los cambios fundamentales que necesita este país. Adelante universitarios y universitarias.