Licenciada Norma Fidelia Guevara de Ramirios
El 16 de enero próximo se cumplirán 28 años de la firma de los Acuerdos de Paz entre el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN) y el Gobierno, que entonces encabezaba el licenciado Alfredo Cristiani; suficiente tiempo para reafirmar lo que en aquel momento anhelaba nuestro pueblo: paz con justicia social.
Los acuerdos representaron un gran cambio, y ese cambio fue producto de la lucha de nuestro pueblo. Generaciones de luchadores y luchadoras consagraron su vida a la edificación de la paz, mediante el diálogo y la negociación; basada sí, en un equilibrio de fuerzas entre quienes buscaban el aplastamiento militar del FMLN, y quienes éramos conscientes de que la dictadura militar debería llegar a su fin para abrir paso a una nueva época. Ganamos la paz, como lo cantaron los compañeros del grupo “Cutumay Camones”.
También la derecha y la administración estadounidense comprendieron que era hora de poner fin al conflicto armado; fue por eso simbólico, que los últimos acuerdos fueron pactados en Nueva York, la noche del 31 de diciembre de 1991 y firmados el 16 de enero de 1992, en Chapultepec, México, para reflejar la solidaridad de un pueblo y un gobierno que habían acompañado ese camino, desde que en 1981 se diera el reconocimiento franco mexicano al FMLN–FDR, como fuerza representativa del pueblo salvadoreño.
Quienes hoy tengan 40 años, eran adolescentes ese 16 de enero, conservaran algún recuerdo de lo que fue el conflicto; quienes tengan 30 años, eran niños en brazos, y sus padres y familiares deben haber sentido alegría de que sus hijos pudieran crecer en paz. Es la sensación de poder hablar sin temor a ser capturado, desaparecido, torturado o asesinado; un sentimiento que no tiene precio.
Estudios académicos de lo que ese cambio representó abundan; algunos se enfocan en la transformación de una fuerza guerrillera a partido político; otros al cambio del movimiento social que durante esa época abanderó el diálogo y al firmarse la paz, algunos afirman que las banderas unificadoras -una vez satisfechas- dieron paso a su dispersión; el papel de la mujer guerrillera a nuevos roles y en otros casos describen su retorno a labores tradicionales; la situación de las víctimas de la represión; es decir, los múltiples ángulos desde los cuales la experiencia del conflicto puede ser vista.
Todo eso está todavía lejos de lograr la fuerza suficiente en la memoria colectiva, o de la resignificación de la hazaña más grande de nuestro pueblo; y ese vacío justamente es el que puede llevarnos al descuido y menosprecio de ese hermoso libro de nuestra historia.
En él podemos encontrar y asumir para cuidar, la metodología y los cambios logrados.
La metodología nos enseña que hay diferencias y brechas en nuestra sociedad, y que es a partir de ellas que se puede dialogar, convenir acuerdos que sean beneficiosos para el conjunto. La herencia sustantiva del cambio institucional, en nuestra carta magna, en entidades estatales, leyes que deberíamos saber son producto de esa etapa y cuyas misiones fueron vistas como seguro para la convivencia armónica de la sociedad.
Varios lustros pasaron y el proceso de lucha, de diálogo y de acuerdos se convirtieron en referencia para otros pueblos. Ahora vivimos otros problemas: violencia social generadora de inseguridad, desigualdad, los otros problemas derivados de la “modernidad”, vale decir, de la crisis del capitalismo; que deberíamos enfrentar desde la mirada y el interés legítimo del pueblo.
Si se valora el aprendizaje de lo que es la guerra, deberíamos, al menos la mayoría de nuestro pueblo; abogar por la paz, por la paz en la región, por la paz en el mundo; sin olvidar los sufrimientos de una guerra impuesta; que como todo problema social, se puede saber cómo comienza, pero es incierto saber cuánto dura y las consecuencias que acarrea.
Cualquiera que sea el gobierno que nuestro país tenga, debería ser partidario de la paz, de la solución pacífica de los conflictos, del respeto a la legalidad internacional; de tomar decisiones basadas en el interés del pueblo salvadoreño en lugar de sujetarse a conveniencias de poderes imperiales externos. Así fue la actuación de los gobiernos desde 2009 a junio de 2019.
Recordemos algunas palabras de Schafik en ese día: “Los Acuerdos han abierto el camino y el método de la concertación económica social para encontrar y pactar soluciones que permitan compartir los costos de la guerra y de la posible crisis del inicio de la paz…”; “Las partes en la negociación hemos terminado nuestro trabajo, desde ahora la nación entera asume el protagonismo de su propia transformación”. ¡Viva la Paz!, ¡Viva El Salvador!, ¡Viva México!