Licenciada Norma Guevara de Ramirios
El FMLN como movimiento político militar surgió en un contexto de lucha popular frente a una cruel dictadura oligárquico militar que violaba derechos humanos, reprimía protestas, hacía fraudes electorales y negaba libertades.
El 10 de octubre de 1980, en un lugar de San Salvador, la prensa nacional y extranjera fue convocada para conocer el anuncio de la unidad de organizaciones que luchaban desde la clandestinidad; eran el Partido Comunista de El Salvador (PCS), las Fuerzas Populares de Liberación (FPL), el Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) y la Resistencia Nacional (RN); el Partido Revolucionario de los Trabajadores Centroamericanos (PRTC), se incorporó dos meses después.
Estas organizaciones, a su vez, estaban íntimamente vinculadas al sentimiento popular captado por organizaciones populares entre los trabajadores, en la ciudad y el campo, el estudiantado, profesionales, magisterio, comunidades rurales y de pobladores de zonas marginadas, las que al expresar sus demandas de libertad, sus reivindicaciones sociales y económicas, eran objeto de represión por parte de los cuerpos represivos dirigidos desde la fuerza armada; por escuadrones de la muerte, paramilitares y una extensa red de orejas (espías).
Eran comunes la desaparición de luchadores de reconocido prestigio social, las masacres y la dominación de instituciones que se suponía podrían hacer justicia. El estamento estatal era parte del régimen político de dictadura.
Parece mentira, pero ahora las condiciones creadas por el Presidente Nayib Bukele, en relativo corto tiempo, son similares a aquél contexto de dictadura oligárquico militar, en el cual, centenares de cuadros, miles de salvadoreños, decidieron desafiarlo integrándose al FMLN.
41 años después, la consistencia de aquellas generaciones que se integraron al FMLN es un tanto distinta, eso explica que hace tres años, ante la creencia de que el FMLN podría perder la presidencia de la República, simpatizantes y hasta miembros plenos del partido, abierta o calladamente, decidieran votar y apoyar la candidatura de Bukele.
Esto es algo que a la vista de muchos, como quien escribe, solo nos dimos cuenta con el paso de los meses.
Se cree que una parte de votantes que migraron a apoyar a GANA en 2019, y a Nuevas Ideas (NI) en 2021, creyeron que Bukele era de izquierda o al menos un progresista, menos malo que Arena, a quien el FMLN enfrentó siempre, por ser representativo de la vieja oligarquía. Así, ese voto expresaba la preferencia de apoyar a quien hoy, en tan corto tiempo, regresa el país a un pasado indeseable.
Por eso ha sido difícil que el FMLN, su institucionalidad, identificara, o identifique abiertamente a Bukele y su régimen como algo más que un obstáculo electoral, y vea lo que realmente es, el impulsor de una dictadura de rasgo fascista.
Pero la medicina amarga prometida el 1 de junio de 2019 por Nayib Bukele, ya es bastante y la han saboreado incluso quienes apoyaron a Bukele; una parte importante del pueblo, sin tapujos, reconoce que se equivocó.
Es de esperar que la militancia de nuestro querido FMLN se ponga en pie para enfrentar la dictadura de hoy, como lo hicieron las generaciones fundadoras de nuestro proyecto histórico.
Este desafío es político, es un deber ineludible si se quiere merecer el atributo de fuerza de izquierda, es la consecuencia de una autodefinición ideológica, apreciar con racionalidad, con base en los hechos el momento histórico.
Quedaría al descubierto la complicidad con el régimen, si pretextando mea culpas se evade la lucha contra el desmontaje de los logros democráticos y sociales que la lucha del pueblo, sus fuerzas democráticas y progresistas y el impulso de una larga guerra revolucionaria produjeron.
Ser parte del torrente que rechaza vivir en dictadura es obligación de nuestro FMLN, y en consecuencia, la de participar de sus expresiones de protesta contra el gobierno de Bukele.
Hay que luchar contra esa destrucción, por preservar las conquistas democráticas y sociales y por obtener incluso en estas condiciones, nuevas conquistas del pueblo, como una correcta ley de agua sin privatizaciones.
Defender conquistas democráticas, exigir que se cumpla con la Constitución, rechazar el golpe al sistema judicial, desenmascarar los intentos de fraude con el manoseo del voto desde el exterior, la militarización; rechazar los despidos injustificados de trabajadores y el uso abusivo y corrupto de los fondos públicos para levantar negocios privados, y la persecución política, constituyen deberes ineludibles.
Las y los militantes debemos estar prestos a contribuir para que nuestro FMLN cumpla su papel de fuerza opositora de izquierda, que sea propiciador de la unidad del pueblo sin exclusiones, para impedir la vuelta al pasado de persecución y muerte.