Por: Licenciada Norma Guevara de Ramirios
El 10 de octubre de 1980, en medio de una brutal dictadura, organizaciones populares de izquierda que tenían cada una su visión de la realidad, decidieron dar un salto cualitativo: unirse y crear el FMLN.
El propósito concreto e histórico: luchar juntos para derrotar la dictadura y abrir paso a una revolución.
Eran organizaciones clandestinas, con profundo vínculo con el pueblo en distintos sectores, que motivaban y educaban para luchar organizadamente a campesinos, obreros, estudiantes, profesionales y que caracterizaban al régimen de dictadura fascista.
Eran la Resistencia Nacional (RN); las Fuerzas Populares de Liberación (FPL), el Partido Comunista de El Salvador (PCS), el Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) y el Partido de la Revolución de los Trabajadores Centroamericanos (PRTC), este último formalizó su ingreso en diciembre del mismo año.
Las organizaciones de masas, ya habían dado el paso de unirse el 10 de enero de 1980, bajo la Coordinadora Revolucionaria de Masas (CRM); también las fuerzas democráticas habían integrado el Frente Democrático (FD), y estas dos expresiones (CRM y FD), fundaron el Frente Democrático Revolucionario (FDR)
Por 12 años bregaron juntos el FDR y el FMLN, el país fue escenario de una cruenta lucha político militar, entre el régimen de dictadura apoyada por Estados Unidos y las fuerzas revolucionarias y democráticas que proclamaban su opción en favor de un gobierno democrático revolucionario y un programa de cambios para dar al pueblo una vida digna, libre de la represión, de la miseria, de los fraudes electorales, que respetara a todos.
Es que antes de esta lucha heroica librada por el pueblo organizado, desde la inspiración revolucionaria, democrática, de la fe religiosa, de la indignación ante las injusticias acumuladas a lo largo de décadas, la vida era diferente; quizá difícil de imaginar por las generaciones que nacieron hace unas 4 décadas.
Era prohibido leer determinado tipo de literatura, era prohibido pertenecer a una organización que se definiera por el socialismo, que luchara por representar al pueblo en los gobiernos locales, en la Asamblea Legislativa, y hasta en la Presidencia de la República.
Al FMLN le correspondió un lugar excepcional en esa lucha, no fue el único, pero el que directamente confrontó con las ideas y con las armas al régimen de dictadura; todos los sectores que querían una vida mejor fueron cruelmente reprimidos, y el ejemplo más evidente fue el magnicidio de Monseñor Romero (ahora San Oscar Arnulfo Romero).
Para jugar ese papel que el FMLN realizara, fue necesaria la convicción de que es posible vencer y que para ello se requiere la voluntad de seres humanos dispuestos a organizarse y cumplir una estrategia revolucionaria. Fueron miles y miles de salvadoreños comprometidos en la lucha clandestina, armada y no armada, que condujo un conjunto de dirigentes leales a esos ideales de cambio.
Ahora, desde la derecha en el gobierno, y antes, se ha tratado de desfigurar la historia, y a sus protagonistas; se han utilizado los cambios para otra estrategia de retorno a la dictadura y el sujeto histórico de cambio, el FMLN, tiene el deber de enfrentar, confrontar; destruir con la verdad, el manto de lodo que los enemigos políticos han levantado con bastante eficacia.
El FMLN, es algo más que una personería jurídica, es más que cuatro letras, es una historia de lucha, es el sufrimiento y es hazaña de cada una y cada uno de sus integrantes, muchos caídos en combate, fallecidos a lo largo de este tiempo, y un conjunto numeroso de quienes renegaron y reniegan, pero que en su momento aportaron en ese camino de heroicas batallas.
El FMLN debe hacer renacer en su seno y en la sociedad, el tiempo de unidad y más unidad, de sumar y multiplicar fuerza en una dirección de cambios en favor de la gente, de develar las verdades, los aciertos y los errores, y presentar al pueblo una opción para el tiempo que viene, que a juzgar por lo que ya ha mostrado el gobierno de turno, serán días difíciles.
El FMLN tiene por delante mucho que hacer y resignificar para las actuales generaciones, aún para los envenenados con mentiras y relatos para cimentar odio, aún en esos sectores, el FMLN debe librar una lucha con su “misión verdad”
El FMLN debe reencontrarse con su propia gente, con los maestros, con médicos y enfermeras, con trabajadores en el campo, en la informalidad, en pequeños y medianos empresarios víctimas del régimen, con las víctimas de violaciones a derechos humanos, con los estudiantes y jóvenes. El desafío es grande, ojalá sea asumido desde una visión esclarecida, liberada del sectarismo.
Otra vez se requiere el espíritu de unidad que fue fermento para su crecimiento y sus éxitos.