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A 48 AÑOS DE LA MASACRE DE LOS ESTUDIANTES DE LA UES

 Licenciada Norma Guevara de Ramirios

48 años han transcurrido de la sangrienta represión a los estudiantes de la Universidad de El Salvador (UES), aquel 30 de julio de 1975 y, como entonces, los estudiantes universitarios sufren represión.

Los estudiantes de la UES de hoy, y otras organizaciones, se manifiestan y marchan para recordar y reclamar justicia por los masacrados el 30 de julio de 1975. Pero esta conmemoración coincide con la suspensión de estudiantes de medicina de la Universidad de El Salvador por las autoridades del Hospital Rosales, por la misma causa solidaria de aquellos estudiantes masacrados.

El ambiente que vivimos como país se asemeja en mucho al de aquel tiempo, cuando la dictadura militar masacró a estudiantes universitarios y de secundaria.

Hay inseguridad, como había entonces. Antes que los estudiantes, se había producido masacres de campesinos en Chinamequita y en Tres Calles; se pintaba al país como algo maravilloso, “el país de la sonrisa” era el lema del gobierno, supuestamente para ambientar el concurso de Miss Universo que se celebraba en el país.

Las autoridades universitarias de aquel entonces, guardaron silencio ante el allanamiento militar al Centro Universitario de Occidente el 25 de julio, para evitar que los estudiantes y vendedoras de la calle realizaran su desfile bufo, criticando las medidas del régimen; ahora, las autoridades universitarias permiten la presencia militar y policial en el campus universitario, sin que eso genere la protesta o indignación por la violación a la Autonomía Universitaria.

Otra vez, los gobernantes de turno preparan el ambiente para volver a ser la sede del concurso Miss Universo, 48 años después.

Es bueno que los estudiantes de medicina de hoy, sientan como suya la represión injustificada que se ha cometido contra dos mujeres médicas, que expresaron críticas a la jornada difícil de un día en que otros provocaron disturbios en el Estadio Cuscatlán.

Los estudiantes de medicina que hacen su residentado, y que son los que usualmente atienden las emergencias en los centros de salud pública, están en proceso de graduarse de una compleja carrera universitaria para servir al cuidado de la salud del pueblo, y saben que cuando se comete una injusticia y se trata de justificar socialmente como algo bueno, es necesario hacer ver lo que en verdad es, una injusticia; eso llevó a unos 50 estudiantes a manifestarse solidariamente.

El gobierno de turno, acostumbrado a usar la mano dura al margen de las leyes, violentando derechos, se ensaña suspendiéndoles, lo que afecta su proceso como estudiantes a punto de terminar una carrera universitaria.

Así fue en 1975, el régimen se ensañó con quienes protestábamos por la violación a la autonomía universitaria y la captura de estudiantes, lanzaron a los mal llamados cuerpos de seguridad de entonces contra miles de estudiantes que pacíficamente marchábamos hacia el centro de la capital, para denunciar lo que pasaba en Santa Ana y para criticar la tolerancia de las autoridades universitarias que guardaban silencio.

Aquella tarde es inolvidable para quienes la vivimos. Gases lacrimógenos, balas, tanquetas, captura de estudiantes, desaparición, y asesinato en el momento de al menos dos compañeros estudiantes de economía y sociología, Roberto López Miranda y Carlos Fonseca, respectivamente. Y la desaparición de muchos estudiantes universitarios y de secundaria.

Los nombres de algunos se repiten año con año, aún en los tiempos de la cruenta guerra insurgente y de la represión de los gobiernos. La exigencia de justicia ha sido siempre una bandera de los estudiantes, el ejemplo de lucha ha sido reivindicado por distintas generaciones de estudiantes.

Aquel 30 de julio sangriento, como lo tituló el semanario Voz Popular, que regó de sangre, carne humana, cerebro, las calles de la 25 avenida norte y 1ra calle poniente, en las cercanías del hospital del Seguro Social, de Maternidad y Rosales, está en la memoria de los miles que marchamos.

La conciencia nacional fue estremecida, gremios típicamente de derecha se pronunciaron condenando la masacre, y los estudiantes, en protesta, tomaron y ocuparon la Catedral entre el 2 y 9 de agosto. Dia en que conocimos de la muerte de uno de los estudiantes heridos, Balmore Cortez Vásquez.

Pocos fueron liberados después de ser capturados, muchas familias guardaron silencio ante la pérdida de hijos, por temor a las represalias del régimen, ningún juez fue capaz de intentar enjuiciar a quienes dieron la orden o ejecutaron la masacre.

Eso también se parece al tiempo en que vivimos, sin espacio para esperar justicia imparcial.

Lema obligado es afirmar que nunca jamás se debe repetir aquel acontecimiento, que la U y las familias de las victimas demandan justicia aún. Que nunca olvidaremos el martirio de los héroes del 30 de julio.

Como entonces, y como siempre, es justo expresarse contra lo injusto, y los estudiantes de medicina que hoy sufren las represalias del gobierno merecen la solidaridad del pueblo, no solo de las asociaciones de médicos, porque luchando por lo justo es como se reivindica a quienes dieron su vida aquel 30 de julio, hace 48 años.

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