Con Brasil 2014 ya en su semana de definición, pills la actuación de Lionel Messi es impecable: hizo en cada momento lo que su equipo necesitaba. Pero Messi tiene el problema de ser Messi, order se espera de él el partido brillante, una actuación maradoniana que lo haga indiscutible en el Mundial.
“Gracias a Dios que Messi existe. Imagínate si no existiera. ¡Habría que hablar aún de Maradona! Sería absurdo”, clamó Johan Cruyff en el filme “Messi”, presentado días atrás en Brasil.
Messi existe, pero es tan comparable como diferente a Diego Maradona. En un Brasil 2014 que para los argentinos tiene paralelismos con el camino hacia el título de México 86, el partido de épica y golazos maradonianos es casi una necesidad albiceleste.
Quizás no llegue nunca, quizás Messi no necesite ofrecerlo. El “10” de la selección viene siendo un relojito en Brasil, un jugador “sabio” que se está adaptando a su momento y dándole en cada situación al equipo lo que éste necesita.
“Lo que él influye es determinante. Que reciba la pelota un jugador como Messi y que no la pierda nunca o casi nunca es agua en el desierto”, describió Alejandro Sabella, su seleccionador, antes de insistir: “¡Es agua en el desierto!”.
Argentina no es un desierto, pero depende de Messi como ninguna otra selección. Criticado y despreciado durante muchos años por buena parte de aquellos compatriotas que nunca lo vieron jugar en el campeonato local, hoy muy pocos se atreverían a negar su argentinidad: la demuestra como líder del equipo, también con el arranque de euforia tras el 1-0 sobre Bélgica el sábado en Brasilia.
Un abrazo largo y fuerte con Sabella, otro intenso con Lucas Biglia y varios más. Luego, en el vestuario, euforia desatada al ritmo del ya famoso “Brasil, decime qué se siente”.
Si la aceleración llega, si la exhibición messiánica se produce, la semifinal del miércoles ante Holanda en Sao Paulo no es precisamente un mal escenario.
Ausentes ya Cristiano Ronaldo, Neymar, Luis Suárez y tantas otras estrellas, Messi es -con permiso de un Arjen Robben en llamas- “el” hombre al que todos miran. Lo hace su seleccionador, por ejemplo.
“Cuando le llega la pelota a Leo, suspiro. Leo tiene libertad total para decidir en el campo. Vos pensás que no está bien… ¡pero está!”, dijo Sabella en ese mismo filme “Messi”.
Sabella abre los ojos como platos en esa película de Alex de la Iglesia al hablar de su capitán, pero el sábado en Brasilia los entornó buscando precisión ante el comentario de un periodista, que sostuvo que Messi no había “jugado tan bien”.
“Messi jugó un gran partido. El fútbol no es sólo hacer goles, es tener la pelota, juntar rivales para dársela al compañero, cada pelota de él es una esperanza para nosotros y una situación comprometida y peligrosa para el rival”.
Aquella acusación de “pecho frío” que le hacían muchos hinchas argentinos a Messi fue perdiendo sustento con el paso de los años, y el sábado ante Bélgica fue además rebatida por la estadística: Argentina cometió sólo 11 faltas en todo el partido, y Messi, con cuatro, fue el que más hizo.
En eso está el aguerrido y enérgico Messi de Brasil, que no viene mostrando en el Mundial esos imparables arranques explosivos que lo hicieron famoso y único. Su abuelo materno dijo días atrás que el delantero “ahora no corre”.
“No me convence”, añadió, al tiempo que recordó que en la Liga española es “más eléctrico” y capaz de eludir “a los 22 jugadores”.
Ese Messi que recuerda Antonio Cuccitini no es en general el que se vio en los últimos meses en España. Hubo un Messi distinto tras la última lesión, a fines de 2013. Pero el de Brasil, diga lo que diga el abuelo, “convence”: cuatro goles, una primera fase en la que sostuvo a su selección casi en soledad y dos intervenciones clave en octavos y en cuartos para llegar a la victoria y a semifinales.
Quizás Holanda le exija a la Argentina contar con el “Messi total”, el Messi fulgurante. O quizás el mejor jugador del mundo sepa ya que hay otras vías y que no tiene por qué ser como Maradona para ganar un Mundial.