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A la memoria de Raúl Marroquín

Francisco Martínez

En los albores de este 28 de agosto, fecha de la constitución en 1986, del Comité de Despedidos y Desempleados de El Salvador (CODYDES), nos enteramos de la partida física del viejo Raúl Marroquín. Quién venía en los últimos años, batallando contra una enfermedad que al final le ganó la partida, luchó para sobrevivir a esa enfermedad con su característica paciencia y su ánimo por la vida.

El CODYDES fue un esfuerzo organizativo que se gestó en 1985 con los despedidos de ANDA, los despedidos de la Refinería de Azúcar, despedidos de Hospital Policlínica Salvadoreña y otros colectivos de trabajadores que fueron afectados por la represión patronal contra el sindicalismo. Fue una expresión social de organización, combativa, un vivero permanente de milicianos y combatientes guerrilleros.

Raúl llegó al CODYDES en la transición de la guerra a la postguerra, para hacerse cargo de los proyectos de formación, su especialidad como educador lo llevó a hacer equipo con un grupo de compañeros pedagogos que entusiasmados y comprometidos veían un campo amplio de desarrollo para acciones formativas, para beneficiar a trabajadores desempleados y a los combatientes que dejaban las armas y se insertaban en la vida civil, fue un comprometido con la causa de la formación de cuadros, en valores y competencias.

Raúl Marroquín fue desde joven parte de las comunidades eclesiales de Base en la parroquia de Ilopango, su formación cristiana de la mano de padre Fabián Amaya Torres, mano derecha de monseñor Romero.

Su hermano Luis Marroquín, un dirigente sindical en la empresa CONELCA, fue capturado, torturado y asesinado, sacado en una tanqueta y encontrado su cuerpo en el cementerio de Ciudad Delgado.

Durante los ochentas, en el marco de la guerra civil, Raúl desempeñó diferentes tareas en las estructuras logísticas del PRTC, su carácter sereno, cuidadoso, respetuoso y sobre todo responsable le permitieron ser depositario de un alto nivel de confianza, por lo que asumió distintas responsabilidades, que fueron claves para la acción político militar. También contribuyó sustancialmente desde su quehacer profesional como trabajador social, en la fundación de organizaciones que contribuyeron a la promoción del desarrollo integral y la autogestión de las comunidades rurales.

No era un hombre que se enzarzaba en debates, pero era de los que sabía poner los puntos sobre las íes, ordenado en sus argumentos como lo era en sus tareas y espacios donde se desarrollaba. Pocas veces lo vi perder la paciencia. Lo recuerdo una vez en 1993, que debatíamos sobre la autonomía de las organizaciones sociales y muy a su estilo pidió la palabra y más o menos planteó, “que sí, era correcto el planteamiento de que las organizaciones se desarrollaran conforme sus propios estatutos, pero, de qué servía tener un discurso de autonomía, para qué  hablamos de tomar nosotros las decisiones, si al final, las decisiones que se tomen no las iban a respetar en la cúpula del partido, y en voz fuerte señaló, o díganme si alguien se va a atrever a decirle no a los de la cúpula, quién va a ser el que les diga que haremos lo que hemos acordado, o si no, dejemos de hablar paja”, se acabó el debate.

Recuerdo a su esposa Chepita y su hijo, que se llama como mi segundo hijo, Carlos Manuel. Ella jugó un papel clave en el sector obrero, en una de las grandes empresas del sector textil, su compromiso sindical le terminó costando su empleo, ya que, según la dirección de la empresa, no era compatible con los principios de la corporación. Su familia lo acompañó siempre en los momentos difíciles: fueron, sin duda, su apoyo moral.

Se insertó laboralmente como empleado en la municipalidad de Soyapango y se caracterizó por ser una persona honorable, un compañero de respeto. Fue parte del grupo de empleados despedido en una de las administraciones del frente bajo dirección de Carlos el “diablito” Ruiz en la Alcaldía de Soyapango, como buen CODYDES, hizo la lucha en los tribunales y fue restituido en su trabajo en donde laboraba a la fecha de su fallecimiento. Me quedo con la imagen de un Raúl siempre apacible, inteligente, muy humano y de calma ante las adversidades. Mi solidaridad con su familia ante su partida física, quedan sus recuerdos y su ejemplo. Fortaleza y ánimo, ante su partida.

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