Obispo de Amberes
Le pido amablemente que transmita mi caluroso saludo a los representantes de las Iglesias Cristianas, case de las Comunidades eclesiales y a los numerosos líderes de las religiones mundiales reunidos en Amberes del 7 al 9 de septiembre de 2014 para el encuentro Internacional por la Paz. Doy las gracias a la Diócesis de Amberes y a la Comunidad de Sant’Egidio por haber organizado este encuentro en el que hombres y mujeres de diferentes tradiciones religiosas se reúnen en una peregrinación de oración y de diálogo inspirados en el “espíritu de Asís’”.
El tema del encuentro de este año – La paz es el futuro – remite al dramático estallido hace cien años de la Primera Guerra Mundial y evoca un futuro en el que el respeto recíproco, el diálogo y la cooperación ayudarán a desterrar el siniestro fantasma del conflicto armado. En estos días en los que no pocos pueblos necesitan ayuda para encontrar el camino de la paz, este aniversario nos enseña que la guerra nunca es un medio satisfactorio para reparar las injusticias y alcanzar soluciones equilibradas en las discordias políticas y sociales. En definitiva todas las guerras, como afirmó el papa Benedicto XV en 1917, son una “inútil masacre”. La guerra arrastra a los pueblos hacia una espiral de violencia que se revela difícil de controlar; destruye lo que generaciones y generaciones se han esforzado en construir y prepara el camino para injusticias y conflictos todavía peores.
Si pensamos en los innumerables conflictos y guerras, declaradas y no declaradas, que afligen hoy a la familia humana y arruinan la vida de los más jóvenes y de los ancianos, que envenenan relaciones duraderas de convivencia entre grupos étnicos y religiosos diferentes y obligan a familias y comunidades enteras a exiliarse, es evidente que, junto a todos los hombres y mujeres de buena voluntad, no podemos permanecer pasivos ante tanto sufrimiento, tantas “inútiles masacres”.
En este sentido nuestras diferentes tradiciones religiosas, en el “espíritu de Asís”, pueden hacer una aportación a la paz. Lo podemos hacer con la fuerza de la oración. Todos nosotros nos hemos dado cuenta de que la oración y el diálogo están profundamente relacionados y se enriquecen mutuamente. Yo espero que estos días de oración y de diálogo sirvan para recordar que buscar la paz y la comprensión a través de la oración puede crear relaciones duraderas de unidad y prevalecer sobre las pasiones de la guerra. La guerra nunca es necesaria ni inevitable. Siempre se puede encontrar una alternativa: el camino del diálogo, del encuentro y de la búsqueda sincera de la verdad.
Ha llegado el momento de que los líderes de las religiones cooperen eficazmente para curar las heridas, resolver los conflictos y buscar la paz. La paz es la señal clara del compromiso por la causa de Dios. Los líderes de las religiones están llamados a ser hombres y mujeres de paz. Son capaces de promover una cultura del encuentro y de la paz, cuando otras opciones fracasan o vacilan. Tenemos que ser constructores de paz y nuestras comunidades tienen que ser escuelas de respeto y de diálogo con las de otros grupos étnicos o religiosos, lugares en los que se aprenda a superar las tensiones, a promover relaciones justas y pacíficas entre los pueblos y los grupos sociales y a construir un futuro mejor para las generaciones venideras.
Con estos sentimientos, invoco sobre todos los participantes del encuentro y sobre todos los que les ayudan con sus oraciones, las copiosas bendiciones del Dios de la Paz (cfr. Rm 15,33).
Vaticano, 26 de agosto de 2014