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A treinta años de la masacre de los jesuitas, su ejemplo vive en la memoria histórica

Nelson de Jesús Quintanilla Gómez,
[email protected], [email protected], y Blogs: sociología-politica.blogspot.com

Hace treinta años fueron asesinados los padres jesuitas de la UCA. La madrugada del 16 de noviembre 1989 fueron asesinados seis sacerdotes jesuitas, y sus dos empleadas. El crimen fue cometido de la Universidad Centroamericana (UCA) y su actor intelectual fue el expresidente Alfredo Cristiani, pues era el comandante general de las Fuerzas Armadas y ningún militar debía actuar sin órdenes superiores.

Según informes diversos, los jesuitas fueron masacrados por un pelotón del batallón Atlacatl de la Fuerza Armada de El Salvador bajo las órdenes del coronel René Emilio Ponce, en la administración del presidente en turno Alfredo Félix Cristiani del partido ARENA.

Todos fueron sacados de las habitaciones donde dormían y luego ejecutados en el jardín de la UCA; Ignacio Ellacuría, Juan Ramón Moreno, Segundo Montes, Ignacio Martín Baró, Amando López y Joaquín López fueron los sacerdotes asesinados, así como sus dos empleadas: Elba Ramos y Celina Ramos, ambas salvadoreñas y empleadas domésticas.

En 1991 hubo una condena contra cuatro militares acusados de ordenar las ocho muertes, mientras otros nueve militares acusados fueron liberados de los cargos. El 14 de diciembre del 2,000 Juan Orlando Zepeda, viceministro de Defensa reafirmó su inocencia en el asesinato de sacerdotes jesuitas, acompañado de René Emilio Ponce, general retirado. En ese año un juzgado de paz decidió no abrir un juicio a los jefes militares acusados de ser autores intelectuales de la masacre.

Para un sector ultra-conservador de los mandos militares en el ejército salvadoreño y para los escuadrones de la muerte creados por el fundador de ARENA, los padres jesuitas que ejercían la alta dirección y cátedra dentro de la UCA eran considerados sospechosos de sostener la Teología de la Liberación, por lo que se suponía que serían aliados del FMLN, por lo tanto subversivos para el control político, cuyas amenazas hacia los mismos se venían gestando desde mediados de la década de 1980, pero que se consumarían en el año 1989 en el marco de la Ofensiva Hasta el tope Febe Elizabeth Velásquez.

El 3 de marzo de 1989, en un campo pagado del grupo ultra-derechista “Cruzada pro Paz y Trabajo” ataca a los que llama “grupo de cerebros satánicos conducidos por Ellacuría” y “perros comunistas” que están arruinando al país. El 14 de marzo del mismo año hace explosión una granada colocada dentro de la planta eléctrica de la UCA.

Entre el 16 y 20 de abril un campo pagado del Alto Mando de la Fuerza Armada de El Salvador acusa al P. Segundo Montes de defender el uso de minas por parte del FMLN. Un comunicado de prensa de ARENA llama al sacerdote Segundo Montes “inhumano e inmoral”. Era preparando el terreno para luego asesinarlo.

En ese mismo mes, el coronel Juan Orlando Zepeda de la tandona y comandante de la Primera Brigada de Infantería afirmaba que la UCA es un refugio de los líderes terroristas, y que en ella se planifica la estrategia de ataques contra los salvadoreños. El 28 de ese mismo mes ocurre una nueva explosión con tres bombas en la imprenta de la UCA y en el portón de entrada junto a ella.

El 3 de julio de 1989, el presidente de ese entonces Alfredo Cristiani recibe una carta abierta por parte de la organización “Cruzada pro Paz y Trabajo” en la que piden la captura y juicio sumario de los sacerdotes Ignacio Ellacuría y Segundo Montes, a los que consideraba responsables de toda la destrucción de la infraestructura y de todos los viles asesinatos cometidos en nombre de la teología de la liberación y de la doctrina marxista-leninista que intentaban imponer. Para el 22 de julio, se da una tercera explosión con cuatro bombas en la imprenta de la UCA.

Entre los días 11 y 15 de noviembre la Radio emisora Cuscatlán emite ciertos mensajes con amenazas de muerte dirigidas contra los jesuitas de la UCA, contra Mons. Rivera Damas y contra Mons. Rosa Chávez. Se emiten amenazas explícitas como “Ellacuría es un guerrillero, que le corten la cabeza” o “deberían sacar a Ellacuría para matarlo a escupidas”.

Para el 13 de noviembre, en medio de la ofensiva La Prensa Gráfica informa la realidad de las amenazas retransmitidas por la cadena nacional de radio en las que se afirmaba: “es de suma importancia que saquen del país a los jesuitas, porque en la UCA esconden armas desde hace alrededor de diez años”. Señalando estos como principal responsable al sacerdote jesuita español Ignacio Ellacuría.

El día 16 de noviembre de 1989 seis sacerdotes de la Compañía de Jesús y dos empleadas domésticas son asesinados dentro del campus de la UCA, estos fueron colocados boca abajo mientras eran ejecutados. En el patio central se encontraron los cuerpos de cinco de los religiosos, y en una de las habitaciones se encontraba otro de ellos. Los cadáveres de la mujer y la niña estaban en otro cuarto anexo.

Los asesinos también incendian y saquean el Centro Monseñor Romero, como estratagema los autores del crimen dejaron señales y pruebas falsas simulando que los crímenes habían sido cometidos por el FMLN, la cual fue descubierta como espuria sin soporte en las posteriores investigaciones.

El 16 de noviembre de 2009, el gobierno salvadoreño presidido por Mauricio Funes condecoró de manera póstuma a los seis sacerdotes con la Orden José Matías Delgado, recibida por familiares y amigos de los religiosos. Un exmiembro del ejército salvadoreño incriminó al expresidente Alfredo Cristiani, en la matanza de los sacerdotes jesuitas y sus dos empleadas.

A treinta años del asesinato de los jesuitas la lucha por la verdad de los actores intelectuales sigue impune, pero su memoria jamás se olvida.

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