Licenciada Norma Fidelia Guevara de Ramirios
El 11 de noviembre de 1989 las fuerzas guerrilleras y movimiento social urbano abrieron los ojos al país y al mundo sobre la necesidad de solucionar el conflicto armado interno por medio de la negociación política, cuando los asesores externos y nacionales aseguraban que el FMLN se extinguiría en poco tiempo. La clave fue reconocer el origen nacional e interno, la dinámica propia del conflicto.
Aquella ofensiva fue la llave para la negociación política de los Acuerdos de Paz firmados en 1992, que permitieron un cambio institucionalidad en el cual el pueblo ha luchado y sigue luchando por la construcción de democracia en El Salvador.
Treinta años después la importancia de una ofensiva política apropiada al nuevo contexto está a la orden del día, cuando el gobernante de turno, de la mano de los imperialistas proclama y se empeña en destruir al FMLN como opción de poder alternativo.
Porque el FMLN es un sujeto político, expresión de la acumulación de sucesivas batallas y victorias y debe fidelidad a su historia, al legado de sus héroes y heroínas, a los salvadoreños e internacionalistas, a la solidaridad de los pueblos, de organizaciones y gobiernos, a los organismos internacionales como la Organización de Naciones Unidas que fue factor clave de la negociación y para vigilar el cumplimiento de los acuerdos por parte del Gobierno. Toda esa experiencia debe tomarse en cuenta para superar cualquier dificultad por grande que parezca.
La ofensiva de hace treinta años, el sacrificio de hombres y mujeres que la hicieron posible, merece ser honrado, no solo relatado, y la manera de honrarles es luchar por una patria soberana, que con su propio esfuerzo salga adelante resolviendo sus deudas históricas, de pobreza e inequidad, de justicia social, la deuda de ser auténticos como personas y como nación, que respeta a otros y se respeta a si misma.
Jóvenes que lucharon con fe en el futuro, y en aquella gesta ofrendaron su vida como Pavel, Tania, Misael, Norma, Jesús Rojas y más de cuatro centenares de compañeros y compañeras exigen del FMLN de hoy, una ofensiva contra la mentira, una ofensiva por los derechos de nuestros hermanos migrantes, por los que viven a la orilla de la línea férrea, por la justicia para las victimas y los veteranos y veteranas de guerra, por los trabajadores y trabajadores injustamente despedidos, por la libertad sindical, por la autonomía universitaria y de los municipios, por el derecho a la libre expresión; porque sin lucha los cambios positivos logrados se revertirían.
Ahora como hace treinta años, los pueblos luchan contra el mismo enemigo de la época, que busca someter a los países, apropiarse de los recursos naturales, convertir en negocio los servicios públicos. Los que en los años 90s proclamaron que era el fin de la historia, para referirse a los golpes que hacían retroceder procesos de cambio; ahora están en ofensiva para restaurar el neoliberalismo.
Pueblos hermanos en Suramérica están dando respuesta, unos defendiendo sus conquistas como en Venezuela y Bolivia, otros recuperando gobiernos para enfrentar las secuelas del modelo neoliberal como Argentina, Ecuador y Chile.
Y en ese contexto, en nuestro país, el gobierno de turno muestra su naturaleza derechista y servil al imperialismo estadounidense; intenta borrar la huella positiva de las transformaciones logradas; es contra esa tendencia que nuestro FMLN debe emprender una ofensiva, en la que debemos luchar unidos.
En 1989, el régimen dinamitó la sede de una federación sindical; ahora desde el gobierno Bukele se arrebatan directivas de sindicatos para suplantar con otras, metiendo división entre los trabajadores; no se puede permitir el retorno de la dictadura, ganamos la paz y con ella el derecho de luchar con medios políticos y legales contra la arbitrariedad gubernamental.
En 1989 con cadena radial se calumniaba y se creaba escenario para asesinar, como ocurrió con los padres Jesuitas; ahora se hace con pago a los medios comerciales y utilizando las redes digitales; para justificar la persecución política con la misma impunidad.
Los desafíos no son menores y el camino sigue siendo el mismo; los revolucionarios que querramos luchar debemos tener coraje, valentía política, claridad sobre la magnitud y alcance de las estrategias de quienes quieren implantar en el país una nueva dictadura, y brindarle al imperialismo el servicio de destruir al sujeto de las transformaciones, que no pudieron destruir durante el conflicto armado. Asumamos el desafío en unidad con nuestro pueblo.
Honor y gloria a nuestros héroes y mártires, VIVA LA OFENSIVA AL TOPE Y PUNTO.
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