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A un mes de la guerra de Ucrania

Isaac Bigio

Analista internacional

Ya ha pasado un mes desde que el 24 de febrero Rusia invadió a su mayor vecino occidental. Hasta ahora no para un conflicto que en cualquier momento va a llegar a generar más de 4 millones de refugiados. Esto implica que la población que hoy vive en la Ucrania histórica ya se ha reducido a menos de 44 millones de habitantes.

Cumbres de la OTAN y del G7

Al momento de escribir estas líneas, jueves 24 de marzo, se viene realizando en Bruselas el cónclave de emergencia de la OTAN y luego el del G7 (las 7 mayores potencias capitalistas liberales del globo). El Presidente ucraniano Volodímir Zelenski se ha dirigido a esta cumbre vía videoconferencia, algo que anteriormente ha venido haciendo ante varios parlamentos del mundo y Europa (incluyendo los de Washington o Londres), algo que nunca antes había hecho tanto un mandatario en la historia universal.

Zelenski exige ahora que los ucranianos salgan a las calles a protestar en masa contra la invasión rusa, así como para que la OTAN le envíe armas sin restricciones. Joe Biden y Boris Johnson han rechazo sus previos pedidos para que se liberen los aires ucranianos de aviones rusos, algo que no pueden atreverse a hacer para no chocar con dicha superpotencia atómica. La Unión Europea, igualmente, no va a lograr la unanimidad que se requiere entre sus 27 miembros para materializar el pedido de Kiev de integrarse inmediatamente a esta (pues sus normas requieren años de negociaciones para resolver problemas de tarifas y cuotas).

La principal causa que desencadenó el estallido armado (el pedido de Ucrania de entrar a la OTAN y de volver a dotarse de bombas nucleares) ha sido revocada por el propio Zelenski y confirmado por Johnson. Esto último pudiese servir para ir tejiendo un acuerdo que conduzca a un acuerdo de paz y a un retiro de las tropas rusas de Ucrania, pero la OTAN insiste en querer arrinconar a Moscú. Ahora esta discute implementar nuevas sanciones a más funcionarios y oligarcas putinistas, así como a reservas de oro y otras importaciones de Rusia. El problema está en que hay muchas naciones europeas (especialmente la que tiene su mayor economía, Alemania) que dependen de los hidrocarburos de Moscú, quien ahora amenaza con exigir pagos en rublos.

En su cumbre, la OTAN viene resolviendo desplegar más tropas en sus integrantes orientales, así como en enviar más armas y fondos para Kiev. Londres, por ejemplo, le está mandando otros 6,000 lanzacohetes portátiles.

La tragedia ucraniana viene sirviendo para que la OTAN y el bloque euro-norteamericano, que estaban previamente tan divididos, ahora se reunifiquen. Para los británicos y para los europeos esta es una confrontación armada que les debe unir y Vladímir Putin es el ideal enemigo común. Si en las 2 guerras mundiales (las de 1914-18 y 1939-45), Washington, París y Londres se aliaron contra la amenaza de Berlín, ahora estas 3 capitales vienen logrando el apoyo de Berlín y de todo el continente europeo contra sus 2 “parias”: Rusia y Belarús.

Nuevamente, un país eslavo es la manzana de la discordia. La primera guerra mundial estalló en torno a los serbios, la segunda fue por Polonia, y hoy el primer conflicto nuclear de la historia podría originarse por Ucrania.

Reino Unido

Otras consecuencias de esta guerra es que en Europa vienen subiendo los costos de los hidrocarburos (lo que impulsa a un alza generalizada de precios) y a que se busque la unidad nacional y un discurso de distracción ante un posible descontento popular. Esto último debido a que ahora se vienen una serie de recortes o alzas de impuestos para poder pagar las facturas de lo que ha costado la pandemia del Covid-19, la misma que viene superándose.

El Reino Unido, donde me encuentro, se proclama como el principal proveedor europeo de armas y entrenadores militares para Ucrania. Londres, nuevamente, ha seguido a Washington como el mayor instigador en su propio continente para una respuesta ante un peligro militar. Si antes ambas potencias querían liderar a Occidente en bombardeos contra Afganistán, Irak o Libia, ahora no se atreven a hacer lo mismo ante Rusia (debido a que esta tiene el mayor arsenal nuclear del planeta), pero son los más duros en sus sanciones financieras contra Moscú (los mayores que ha conocido el mundo después de la II Guerra Mundial).

Aquí todos los noticieros y diarios están centrados en dicho conflicto. A inicios de abril se incrementan los impuestos y se eleva en un 50% el costo del gas, mientras que la inflación ya está a una tasa anualizada del 6.2%, cifra récord desde 1992.

El miércoles 23 el tesorero Rishi Sunak presentó sus medidas para este trimestre, según las cuáles organismos independientes proyectan que se va a ir generando el mayor ajuste económico en las 7 décadas que dura el reinado de Elizabeth II. Se estima que la inflación va a llegar a fines del 2022 al 8.7% (la peor en 4 décadas) y que cerca de uno de cada cinco británicos ha de terminar viviendo en la pobreza extrema, y todo ello mientras que el Primer Ministro s eufana de que el Reino Unido es la economía que más crece dentro d elas 7 superpotencias capitalistas liberales.

Hasta antes de esa guerra, buena parte del debate nacional se centraba en esos temas y, sobre todo, ante la demanda unánime que hacía la oposición ante el Primer Ministro para que renuncie.

Cada semana en que Boris Johnson está obligado a dirigirse a la cámara de los comunes, él era acribillado con pedidos para que él deje el cargo y que en su bancada conservadora le sacaran de dicho cargo. Todo ello debido a que él organizó fiestas o reuniones sociales en su residencia oficial durante diversas cuarentenas durante la pandemia, violando sus propias leyes impuestas al resto de la población. Sin embargo, ya nadie pide su dimisión. Johnson, quien estaba en caída libre en las encuestas, ahora quiere aparecer como el gran líder que pide la unidad de su nación y de Occidente frente al enemigo común: el oso ruso.

Hasta antes de que Putin lanzase su ofensiva bélica, los conservadores británicos apuntaban a ser duramente castigados en las elecciones locales del 4 de mayo. Ahora las cosas pueden cambiar, así como también han parado los fuertes reclamos de Escocia en pro de un nuevo referéndum sobre su independencia o los de Irlanda del Norte para que los productos de la isla gran británica no pasen por los controles que estipulan los acuerdos con la Unión Europea (UE).

De otro lado, por primera vez desde que yo recuerde, se iza la bandera de un país extranjero en casi todas las plazas y alcaldías de los pueblos más recónditos del país. La bicolor azul-amarilla se ve por doquier, desde ventanas de viviendas hasta en las solapas de casi todos los 650 parlamentarios y en la de multitud de hombres y mujeres en las calles. Los británicos, que son fanáticos de su bandera tricolor de 3 cruces superpuestas (la misma que ha llegado a ser integrada en la de muchas de otras naciones en todos los continentes), ahora vienen desplegando aún más a la de Ucrania. ¡Y todo esto en momentos en que debería darse un jolgorio nacional, pues Elizabeth II está celebrando sus 70 años en el trono, algo que nunca antes otra mujer en la historia universal ha logrado!

Todo esto se da cuando estamos a pocos días del 40 aniversario de la guerra de las Malvinas. No obstante, en Reino Unido casi nadie habla de ello. Al igual que en abril 1982, tenemos a un Gobierno conservador, el mismo que ha querido utilizar un conflicto para unir a la población tras una causa bélica patriota, evitar su descrédito y tramontar su bajo nivel en la opinión pública.

Anti-rusos

Todos los 9 partidos con presencia en el Parlamento británico, la inmensa mayoría de los eurodiputados y todos los Gobiernos de Europa al norte y al oeste de Belarús se identifican 100% con Kiev.

El argumento que repiten constantemente todos sus medios es que Ucrania es una democracia cuya soberanía ha sido pisoteada por una invasión no provocada por parte de Vladímir Putin. Algunos tildan al jerarca ruso de “Pluter” comparándolo con Hitler. Gordon Brown (quien durante la administración laborista de 1997-2010 fue primero el número dos y luego el Jefe del Gobierno) ha pedido un juicio internacional tipo Núremberg, algo que otros, incluyendo sectores dentro de su partido, han pedido antes para él o para Tony Blair por haber iniciado la invasión a Irak del 2003 denunciando supuestas “amas de destrucción masiva” que nunca se encontraron.

La gran mayoría de la asamblea de las Naciones Unidas ha condenado la ofensiva militar rusa y su Secretario General, António Guteres, demanda que Moscú se retire inmediatamente. EEUU, quien se solía quedar casi solo en varias de esas votaciones para defender a Israel, ahora ha logrado darle la vuelta a la tortilla para aislar a Rusia.

La prensa occidental presenta a Ucrania como un David que se enfrenta a un Goliat. Constantemente muestra los bombardeos contra ciudades ucranianas. Cuando se cumplía la primera quincena de la incursión rusa, todos los diarios serios de Inglaterra colocaron en sus portadas la misma foto en la que se veía a una mujer a punto de dar a luz en medio de los escombros de un hospital. El Presidente ucraniano Zelenski ha dicho que ello demuestra el intento ruso de imponer un genocidio contra su nación.

En Europa no es muy fácil ver la opinión del otro bando, pues los canales rusos están vetados. Sabemos que Putin argumenta que él no quiere una ocupación de Ucrania, sino solamente una “operación militar especial” para que su vecino entre a la OTAN y no se dote de armas nucleares, así como para “des-nazificarla”.

Esto último es ignorado o rechazado por la prensa occidental, para la cual es imposible que un Presidente judío cogobierne con nazis. Empero, la verdad es que la única vez que un partido con insignias y discursos abiertamente hitlerianos ha llegado al poder en un país europeo de la postguerra fue en Ucrania tras el levantamiento de febrero 2014. Lo que inicialmente fue creado como el partido nacional-social (nazi en abreviatura germana) de Ucrania es el actual “Movimiento Libertad” (o Svoboda en ucraniano), el cual llegó a tener en el primer Gabinete que sobrevino al derrocamiento del Gobierno constitucional de 2014 nada menos que a 3 ministros y al vice-primer ministro.

Si Ucrania acusa a Rusia de ir produciendo un genocidio, Moscú se la ha pasado 8 años denunciando que Kiev ha querido hacer ello mismo con los más de 8 millones de ruso-hablantes de Ucrania. Sus canales han mostrado imágenes de cómo los nacionalistas y nazis ucranianos han mutilado y decapitado civiles, hecho fosas comunes y constantemente ha venido bombardeando a las ciudades, aldeas y minas de las separatistas “repúblicas populares” de Donetsk y Luhansk.

Para Putin, su incursión es para prevenir que la OTAN se expanda hacia sus fronteras y logre tener misiles nucleares que en 5 minutos puedan llegar a Moscú, así como para defender la autodeterminación de 3 regiones ruso-parlantes que en el 2014 decidieron independizarse de Ucrania (Crimea, Donetsk y Luhansk).

Prorrusos

Debido a que en Occidente se prohíbe a la media rusa, y en Rusia ocurre lo inverso, no es fácil tener una visión objetiva del conflicto. Mientras que la OTAN presenta la batalla por Mariúpul como una carnicería que ha hecho que cientos de miles de civiles sean víctimas de bombardeos y crímenes de lesa humanidad, la república separatista de Donetsk acusa al Batallón Azov (que usa simbología de las SS) da haber hecho durante 8 años una serie de matanzas contra civiles y de impedir la salida de estos para usarlos como escudos humanos.

Han llegado a darse reportes de Kiev, según los cuales sus fuerzas mataban a un promedio de mil soldados rusos diarios, varias veces más que los civiles y militares ucranianos fallecidos por día. Esto es difícil de creer teniendo en cuenta de que los rusos tienen mejor armamento y son quienes están a la ofensiva y, en caso de que ello fuese cierto, implicaría que Moscú prefiere sacrificar a sus propios uniformados antes que matar civiles del otro lado.

Varios de quienes apoyan a Rusia indican que, tras la revuelta de febrero 2014 (a la cual tildan de “golpe”, mientras los pro-occidentales la caracterizan como una “revolución”), muchos monumentos que hayan tenido que ver con la revolución soviética o la resistencia antinazi han venido siendo demolidos. Ello, mientras que la izquierda fue proscrita y se permitía que los grupos armados con fanfarria, saludos, metodología y banderas hitlerianos actúen libremente.

Durante la ocupación nazi de Ucrania (1941-45), Hitler logró contar con el apoyo de miles de células adscritas al “Ejército Insurgente Ucraniano” de Stépan Bandera, los cuales se dedicaban a masacrar miles de soviéticos y colaborar con los nazis en la limpieza étnica de polacos, judíos y ruso-hablantes. Bandera ha sido oficialmente rehabilitado por varios Gobiernos de la Ucrania post-soviética, los mismos que le erigen monumentos (mientras derrumban a los de Lenin) y que han dado una condecoración post-mortem a su nieto y tocayo. Gigantescos retratos de Bandera aparecen en marchas fascistas, en el local central de la revuelta del 2014 y hasta en partidos de fútbol en los cuales el equipo de Lvov quiere provocar a los del elenco ruso-hablante de Donetsk.

A pesar de que Ucrania se reclama como una democracia, todos los partidos de izquierda, incluso de corte socialdemócrata, siguen ilegalizados, en tanto que sigue siendo el único país europeo donde las milicias abiertamente hitlerianas son armadas, financiadas e integradas al Estado.

Por su parte, Rusia también tiene sus propios grupos ultranacionalistas que reivindican símbolos del zarismo y que quieren negar la existencia de una nación ucraniana. El mismo Putin ha despreciado la identidad cultural del país que está invadiendo. Él ha llenado un estadio con un evento de masas para apoyar su guerra. Al igual que Fujimori, Putin ha logrado convertirse en una figura muy popular apelando a la lucha militar contra el terrorismo o contra otras naciones.

Putin se hizo poderoso y popular al aplastar a la República independiente de Chechenia y al convertir a Grozni en la primera capital europea arrasada durante la postguerra. En ese momento, la OTAN se hizo el de la vista gorda pues Moscú les avalaba sus invasiones en el Este. Luego, Putin ha lanzado sus ejércitos a Georgia y a Ucrania, en las cuales, al igual que en Moldova, ha patrocinado la escición de fracciones pro-rusas de su territorio con lo cual les quiere impedir a estas 3 repúblicas post-soviéticas a que se integren a la Unión Europea y a la OTAN.

Perspectivas

Esta es una guerra que bien pudo haber sido evitada si se hubiese dado una solución en Ucrania similar a la que los británicos han dado en su entorno.

Londres, tras una serie de fuertes conflictos, permitió la independencia de 26 de los 32 condados de Irlanda. Esta república, a diferencia de todas las antiguas dependencias de la familia Windsor, es la única que no ha querido ser parte de la Mancomunidad Británica de Naciones. Sus líderes nacionalistas organizaron en la semana santa de 1916 una insurrección separatista creando un flanco occidental cuando el Reino Unido estaban combatiendo a los imperios alemán, austro-húngaro y turco. Luego estos mismos hicieron que Dublín no apoyase a Londres en su nueva guerra mundial contra Berlín. Hoy, Irlanda es la única nación europea al oeste de Suiza que no quiere ser parte de la OTAN. Sin embargo, si Dublín decidiese hacer un pacto militar con los adversarios de la OTAN e instalar bases nucleares de estos, Londres, París y Washington hubiesen reaccionado de manera similar al Moscú actual.

Esto implicaría que la OTAN debiera renunciar a sus intentos de expandirse hacia el este y aceptar que Ucrania, Moldavia, Armenia, Azerbaiyán y Georgia adquieran el mismo status de países europeos neutrales como los que lo tienen Irlanda, Austria y Suecia (miembros de la UE) o Suiza y Noruega (integrantes del Acuerdo Económico Europeo). Por lo demás, resulta perjudicial continuar un conflicto cuando Kiev ya ha abandonado su planteo de entrar a la OTAN y esta sabe que no les puede incorporar a su seno.

El Reino Unido y la República de Irlanda tienen una disputa con relación a los 6 condados que hoy conforman la provincia de Irlanda del Norte. La solución que ambos han optado es por permitir la libre determinación de dicho territorio, el libre tráfico irrestricto entre personas y mercancías entre ambas Irlandas y permitir la doble ciudadanía.

En el 2014 se dieron referéndums sobre la independencia tanto en Escocia como en 3 regiones de Ucrania (Crimea, Donetsk y Luhansk). Mientras el primero se dio sin un solo arresto, de manera 100% pacífica y con el compromiso de Londres de respetar los resultados, los 3 finales no fueron aceptados por Kiev. Peor aún, la respuesta ucraniana sigue siendo considerar a las nuevas repúblicas separatistas como “terroristas” con las cuales no se puede negociar, mientras que han desencadenado contra Donetsk y Luhansk una feroz ofensiva que ha conducido a 14 mil muertos.

Una vía para la paz debiera consistir en aceptar los referéndums por la independencia de esas 3 regiones (o en pedir unos nuevos). Si Crimea vuelve a pedir ser reintegrada a Rusia (como pasaba antes de 1954) o si Luhansk o Donetsk votan por separarse de Ucrania, se debiera respetar ello. Un acuerdo entre Kiev y Moscú pudiese pasar por un status similar para esas regiones (y otras con muchos ruso-parlantes, como la de Járkov) para que adquieran un status tipo Irlanda del Norte (con doble nacionalidad y libre tránsito).

En Inglaterra tenemos varias veces más hablantes del español que del galés, pero en este país todos los trámites oficiales se pueden hacer en esta lengua nativa, la misma que, además, tiene un canal propio del Estado. En cambio, en Ucrania al menos 1 de cada 6 de sus habitantes se comunica a diario en ruso, idioma que casi todos los demás ucranianos entienden o están familiarizados. Hasta antes de la revuelta del 2014, el ruso era un idioma cooficial, pero desde entonces este perdió tal status, algo que condujo a movimientos separatistas en las regiones de mayoría de ruso-parlantes.

Otro posible elemento para ayudar a solucionar el conflicto consiste en hacer que el ruso vuelva a ser un idioma cooficial, así como lo son el francés en Canadá o el quechua en varias repúblicas andinas.

Estas son bases con las que se pudiese acabar una guerra que pudiese convertirse en la primera de corte nuclear en la historia universal. Todo indica que, por el momento, la OTAN no quiere que Kiev vaya a una conciliación, pues quieren aprovechar la guerra para castigar y arrinconar a Rusia. Lo que les molesta de Moscú es que Putin les ha impedido la expansión de la OTAN, que ha logrado salvar a Bashir Assad de ser derrocado por sus aliados en Siria y que ha ayudado a evitar el colapso de los gobiernos de Irán y Venezuela sometidos a las sanciones que les han impuesto.

Hoy, sin embargo, en aras de aislar al Kremlin, Washington ha vuelto a acercarse a Caracas (quien, a cambio de acuerdos para enviarle su petróleo, pide sacrificar a Juan Guaidó y a que se le vayan devolviendo sus bienes incautados en el exterior) y a Teherán (avanzando en renovar el acuerdo nuclear).

Mientras tanto, Washington, al querer aplastar a Moscú, puede generar un efecto rebote. Beijing ya se viene convirtiendo en la primera superpotencia económica y ha demostrado querer aprovechar esta crisis para expandir su influencia hacia Rusia. El bloque de Beijing ya integra a 9 naciones euroasiáticas (incluyendo China, Rusia, Irán, Pakistán y 4 exrepúblicas soviéticas de Asia central) en un acuerdo militar y comercial.

Ninguno de los llamados BRICS (las 5 potencias emergentes, Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) no apoyan a la coalición euro-norteamericana. En el patio trasero de EEUU, las izquierdas vienen ganando varias elecciones presidenciales. Al mundo, mientras tanto, no le conviene que siga esta guerra, así como tampoco otras que vienen generando más muertes (como las de Yemen, Siria, Irak, etc.), las mismas que vienen siendo poco abordadas por la nada objetiva prensa occidental.

En conclusión, la mejor forma de acabar con el peligro de un conflicto nuclear es aplicar en Ucrania las recetas del mayor imperio ultramarino que queda: el británico. Esto implica que Ucrania retenga el mismo status neutral que tiene hoy Irlanda, que el ruso vuelva a ser idioma cooficial, que se proscriban a las bandas nazis, que se legalicen a las izquierdas, que se acepten los resultados de los referéndums de independencia de Crimea, Donetsk y Luhansk (o que se convoquen a unos nuevos con carácter final) y que Rusia pare sus bombardeos y retire inmediatamente sus tropas de Ucrania.

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