Álvaro Darío Lara
Escritor y docente
El 9 de julio de 1849, el gran escritor francés Víctor Hugo, pronunciaba ante la Asamblea Nacional, uno de sus tantos discursos, que han sido recordados y citados ampliamente. Piezas de una quemante oratoria que no han perdido su hiriente actualidad. Bueno es, quizás, traer un fragmento a cuenta, en la presente hora nacional: “Aquí en París, en los suburbios de París donde el viento de rebelión prende fácilmente, hay calles, casas, alcantarillas donde las familias, familias enteras viven hacinadas, hombres, mujeres, niñas, niños, puesto que no tienen camas ni mantas, casi ni ropa, nada más que montones de trapos apestosos en fermentación, recogidos en el lodo de las esquinas de las calles de ciudades llenas de basura donde las personas se entierran para escapar del frío del invierno (…)
Bien, señores, yo digo que estas cosas no deberían ocurrir nunca; Yo digo que la sociedad debe poner todos sus medios, toda su dedicación, toda su inteligencia, toda su voluntad, para que estas cosas no ocurran. Yo digo que este tipo de hechos, en un país civilizado, comprometen la conciencia de toda la sociedad (…)
Es por esto que me gustaría hacerles entender la importancia de la propuesta. Esto es sólo un primer paso, pero decisivo. Me gustaría que en esta asamblea, tanto mayorías como minorías, caminemos juntos hacia ese gran final, ese magnífico objetivo, ese objetivo sublime que es la abolición de la pobreza (…)
Señores, como he dicho anteriormente, ustedes cuentan con la ayuda de la Guardia Nacional, el ejército y todas las fuerzas vivas del país para fortalecer este estado sacudido una vez más. Ustedes nunca han reculado ante ningún peligro, ustedes nunca han dudado ante cualquier deber con tal de salvar la sociedad civil, el gobierno legal, las instituciones, la paz pública, la propia civilización. ¡Ustedes que han hecho cosas importantes, ahora no hacen nada!
Ustedes no están haciendo nada, insisto en ello porque el orden material conseguido no tiene base sin el orden moral. Ustedes no están haciendo nada porque el pueblo sufre. Ustedes no están haciendo nada porque hay por debajo de ustedes una parte del pueblo desesperada. No hacen nada por los que son el futuro y están sin pan; ni por aquellos más mayores que han trabajado toda la vida y están sin hogar. Tanto es así que la usura devora nuestros campos, tanto es así que se muere de hambre en nuestras ciudades, tanto es así que ya no existen leyes fraternales, sagradas que ayuden a las familias pobres y honestas, a los campesinos, a los obreros, a la gente de corazón. Ustedes no hacen nada para que el espíritu de la revolución auxilie este sufrimiento popular. No hacen nada, absolutamente nada, contra esta situación de destrucción y oscuridad, colaborando poco a poco, malvadamente en la infelicidad del hombre”.
Si empezamos a hacer lo que corresponde, pensando antes en la República, que en el feudo individual, ¡otros vientos soplarán muy pronto entre nosotros!