Abrazos… (escritos, por favor)
Por Wilfredo Arriola
Despedirse con: abrazos. Cada vez nos hace sentir menos cerca. En esta nueva anormalidad que vivimos, por más que le quieran poner el nombre de “normalidad” es una falsa postura que le da norma a esto. Cada vez más lejos, sin tocarnos, quizá encontrándonos tras una pantalla, figurándonos al otro o a los otros en sus espacios que desde hace varios meses no es el nuestro a pesar de la cercanía. Esta sensación que por el momento se vuelve tan sincera y a veces tan automática, de despedirse de esta forma, o inclusive con nuestros más allegados con la palabra: besos. Lo que conlleva, lo que genera todo esto, de ser una cordialidad se ha vuelto una sentencia de no poder ejecutarla.
El contacto es algo tan elemental, que a lo largo de mucho tiempo ha sido tema de estudio, por ejemplo, en la Biblia del Lenguaje Corporal de Judi James, comenta:
El contacto físico es tan importante que hay toda una serie de normas sociales que rigen su uso. En el mundo empresarial británico, el único contacto físico aceptable es el apretón de manos, pero incluso este gesto puede verse influido por normas culturales. Si un colega parece sentirse especialmente estresado o con una alteración de tipo emocional, podemos tocarle ligeramente el hombro o el brazo para mostrarle apoyo, pero cualquier otra cosa podría llegar a entenderse como acoso sexual. (James, 2010, p. 100)
A pesar de que, nuestras normas culturales siempre están regidas por este tipo de patrones, es común que, entre nosotros, lo salvadoreños, nos estrechemos la mano, nos abracemos con nuestros similares, con nuestros seres queridos después de un tiempo de espera, de separación. Ahora, las formas de afecto están más regidas a un abrazo virtual, a un beso dibujado en una videollamada, a abrazarse a sí mismo extendiéndonos nosotros las manos en nuestro pecho formando una equis y con el calor que le pudiéramos dar a esa persona lo sentimos nosotros mismos. ¿Te siento? Espero que también me sientas, escribimos con más nostalgia que entusiasmo.
Sin tocarnos, van más de cuatro meses e incluso, al vernos con alguien de forma esporádica o necesaria, seguimos manteniendo la distancia, procurando nuestra salud. Ser alarmista cobra sentido cuando los tuyos se vuelven victimas en medio de la pandemia, Charles Bukowski, el querido y rebelde poeta escribió: “Supongo que el único momento en que la mayoría de la gente piensa en la injusticia es cuando le sucede a ellos”. Espero y esto pase, por el momento el contacto físico es un recuerdo de un pasado, donde un abrazo nos salvaba de las ruinas de la tristeza y desesperanza, cuando una palmada en la espalda era un alivio entre amigos, que por poco que fuera su significado siempre quedaba en la trascendencia, un partido de futbol, de basquetbol, bailar, reírnos cara a cara, esa cercanía de intimidad potenciando la proxémica en las relaciones de carácter amistoso y amoroso. Por el momento todo eso descansa, a esa traducción corporal se le visualiza por el abrazo virtual. Uno cierra los ojos y lo siente, suponiendo también al abrirlos que todo esto por fin, ya haya pasado.