Dr. Víctor Manuel Valle Monterrosa
Casi termina mayo, mes de las flores y de las madres. Hace 80 años, también fue mes de luchas y esperanzas. En abril y mayo de 1944 hubo gloriosas jornadas que hicieron caer a Maximiliano Martínez, fundador de la dictadura oligárquico-militar de 60 años (1931-1992), y abrió un breve paréntesis de esperanzas democratizadoras y, para algunos, de revolución. Ese período fue terminado abruptamente el 21 de octubre de 1944 con el golpe de estado restaurador de la dictadura dirigido por el coronel martinista Osmín Aguirre y Salinas.
Abril de 1944 tuvo la rebelión del Domingo de Ramos. Hubo coraje y dignidad; muchos patriotas fueron fusilados para contener el alzamiento. La protesta creció en apoyos e intensidad. Mayo fue el mes de la fuga del dictador que salió del país el 9 de ese mes. Ambos hechos, alzamiento del 2 de abril y huida del dictador el 9 de mayo, han sido analizados profusamente por destacados intelectuales. Lo cierto es que, en el imaginario popular, las llamadas gloriosas jornadas de abril y mayo de 1944 contuvieron semillas de revolución, de esa revolución anhelada que nunca llegó.
Por muchos años, después de 1944, la izquierda salvadoreña, principalmente el Partido Comunista entonces proscrito con base en la Constitución de 1950 que prohibía las doctrinas anárquicas y contrarias a la democracia, invocaron el nombre de abril y mayo para mantener viva la llama del ideal revolucionario. En los años 1950 y 1960 se intentó la inscripción del Partido Revolucionario Abril y Mayo (PRAM); pero el sistema lo rechazó. Había un Consejo Central de Elecciones genuflexo y fiel a la ideología propia del régimen. Líderes de esos esfuerzos para inscribir al PRAM eran Raúl Castellanos Figueroa, después connotado dirigente del Partido Comunista, y Roberto Carías Delgado, abogado de izquierda y gran orador de plaza pública. La alarma por la llegada del comunismo a El Salvador, vía PRAM, la encendió una fotografía de portada del Diario de Hoy, la perenne trinchera de la derecha salvadoreña, donde aparecían Carías Delgado y Camilo Minero en un congreso mundial por la paz celebrado en Moscú. Y eso era intolerable para el conservadurismo y las derechas de siempre.
Abril y mayo de 1944 tuvieron el heroísmo de los alzados y un líder civil muy carismático, el joven médico Arturo Romero que fue llamado “el hombre símbolo de la revolución”.
Hubo patriotas civiles y militares fusilados, entre ellos Víctor Manuel Marín, un conspirador civil contra Martínez y de quien se dice, fue torturado por los esbirros de siempre, hasta cortarle la lengua, por lo que el poeta revolucionario Osvaldo Escobar Velado escribió un poema donde dijo: “Cantar la Patria es retornar a Víctor Manuel Marín y su silencio claro. Retornar a su lengua de ángel y de mártir/que calló el nombre de los conjurados. . .”
Mucho ha pasado en nuestro país desde esas gloriosas jornadas de abril y mayo de hace 80 años y lo que más huella ha dejado quizá sea el conflicto interno político-militar de los 1980 con obvias raíces en la injusticia y la opresión interna con el acicate de una confrontación mundial de los poderes hegemónicos globales en disputa, principalmente los Estados Unidos y la fenecida Unión Soviética. El conflicto terminó con un Acuerdo de Paz mediado por Naciones Unidas y que abrió otro período de esperanzas para la transformación social que tanto se anhela y que tantas veces ha sido diferida. El Acuerdo y sus derivados fueron saboteados, descarrilados y, en cierta medida, malogrados. Lo demás es historia conocida hasta el actual 2024.
Cuando uno fija en el tiempo los 80 años transcurridos desde 1944 y ese año lo retrocede a 80 años antes, se llega a 1864, año en que se aprobó una famosa Constitución Política bajo la presidencia de Francisco Dueñas, ex rector de la Universidad de El Salvador, destacada figura conservadora, aliado de Rafael Carrera, enemigo político de Francisco Morazán, fusilador del ex presidente liberal general Gerardo Barrios, y fundador de una familia económicamente poderosa y políticamente influyente aún hasta nuestros días.
¿Qué pasará dentro de 80 años? Es decir, en el 2104, en los albores del siglo XXII. ¿Seguirán los herederos de Francisco Dueñas como los poderes fácticos de siempre? ¿Seguirá nuestro pequeño El Salvador como un país indecentemente subdesarrollado? Hace 80 años, yo tenía 3 años y en la actualidad hay mucho niño de 3 años que el 2104 tendrá 83 años, mi edad actual. Esos niños merecen vivir una ancianidad feliz y segura. Por eso me preocupo y llamo a reflexión.