Rafael Lara-Martínez
New Mexico Tech,
Desde Comala siempre…
y
Karen Escalante Barrera
Gracias infinitas
(Apoyo documental)
Y alzas el cuerpo muerto hacia el espacio
como si tu agua fuera la del cielo. A. Storni
La vida es un río (A. Manrique)
de greda desangrándose.
R. Alberti
Abstract: “Acelhuate. Memory of a Current Desert” studies the complex etymology and inferences of a name: the title of the river (âpan/aapan, water-locative) that crosses the capital city of El Salvador, San Salvador. Traditionally, it has been analyzed as a toponym, despite the lack of a locative suffix, which will legitimize its grammatical category: name (nomos) of a place (topos). Instead of proposing a single and univocal translation, the essay discerns the multiple and labyrinthal means, which connect sound and script to several meanings, in perennial split. There are at least eleven interpretations of this toponym, lacking a locative ending, which will validate its attributes.
Resumen: “Acelhuate. Memoria de un desierto actual” estudia la compleja etimología y las inferencias de un nombre: el del río (âpan/aapan, agua-locativo) que atraviesa la capital de El Salvador, San Salvador. Por tradición, se analiza como topónimo, pese a la falta de un sufijo locativo que legitime su categoría gramatical: nombre (nomos) de lugar (topos). En vez de proponer una glosa unívoca, el ensayo discierne las múltiples vías laberínticas las cuales conectan el sonido y la grafía a varios sentidos, en escisión perenne. Existen unas once interpretaciones de este topónimo, carente de terminación locativa que valide su atribución.
0. Los limos de la tierra
L
a etimología de ACELHUATE resulta de una complejidad insospechada hasta el presente. La interpretación más clásica la ofrece Pedro Geoffroy Rivas (1961) al derivar el topónimo del verbo aselhuia, “regar”, y del sustantivo at, “agua”, a saber: “agua de riego”. La dificultad de mantener su acierto la demuestra la ausencia del verbo en cuestión en casi todos los diccionarios más recientes del náhuat-pipil (L. Campbell (1985), A. King (2013), R. Lara-Martínez-R. McCallister (2012), L. Schultze-Jena (1935)). Por su parte, los diccionarios del náhuatl-mexicano clásico transcriben e interpretan el verbo de manera dispar (F. J. Clavijero (1780), F. Karttunen (1989), A. de Molina (1571) (niteahuichia; niteatzelhuiliztli), A. de Olmos (1547) y R. Siméon (1885)): a(a)-tzelhuia(a)/âtzelhuiâ, “regar; rociar con la mano”, a grafía modificada (donde â = aa, vocal larga, cuya longitud no la anotan todos los textos, al reducir las ocho vocales, cortas y largas, a cuatro por asimilación castellana).
Esos documentos ofrecerían las fuentes primarias del significado geoffroydiano. Ninoatzelhuia, “me rocío”; nitlaatzelhuia, “rocío algo, regar o rociar” (Olmos); atzetzelhuaztli, “rociador (water sprinkler)”, oninatzelhui, “me rocié”, oniteatzelhui, “rocié a otro”; onitlaatzelhui, “rocié o regué el suelo” (Molina; Karttunen). Según Karttunen, la raíz verbal reduplicada —tzetzelhuiâ— equivale a “cerner algo a otro o sacudirle la ropa”, como lo estipula Molina. La ortografía correcta del verbo —despojado de sus argumentos obligatorios, sujeto (ni-) y objeto(no-/tla-— sería âtzelhuiâ/aatselwiaa.
Se anota que el verbo transitivo no puede omitir el pronombre de complemento directo: no-, “reflexivo”, tla-, “objeto indefinido”, tal cual lo glosaría el infinitivo castellano o su simple conjugación ((yo me/lo/algo) rocío). El concepto mismo de “verbo transitivo” presupone que la acción indicada involucra dos argumentos —sujeto y objeto— los cuales no pueden omitirse al explicitar su “tránsito” del agente al paciente. Por ello, los trabajos coloniales siempre incluyen ambos participantes de la acción verbal en cada entrada léxica, a fin de aclarar su categoría gramatical de manera tajante. “Ex.: ninotlaatzelhuia, “regar o rociar” (Olmos).
En ambas lenguas, el verbo más generalizado para “regar” lo glosa a-tekia —âtêquiâ— el cual contiene la raíz de “agua” —aa, -â—por lo cual literalmente significa “agua-trabajar”. La aparición del compuesto aa-tekia —agua-trabajo— la verifican todos los diccionarios mencionados, en reemplazo del compuesto que menciona Geoffroy Rivas. Por ello, la traducción “regar-agua; agua de riego” implicaría un pleonasmo “agua-raíz verbal (RV)-agua”, ya que aa-selhuia/aa-tselwia/â-tzelhuiâ incluiría la raíz del líquido al inicio, a la vez que el topónimo del río la repetiría al final. En ello, Rémi Siméon resulta bastante expreso al descomponer la raíz en atl, “agua”, y tzelhuia, “echar”. El verbo lo relaciona a nitlatzetzeloa, “algo-golpeo/sacudo/agito/tamizo/cierno”, es decir literalmente, a-tzelhuia, “agua-golpear/sacudir/agitar/tamizar/cernir”. En Molina, niteatzelhui, “rocío a otro con agua”; nitlaatzelhuia, “rocío o riego el suelo para barrer”.
Aun si se trate de un arcaísmo, se vuelve inútil la redundancia de aat al final — aa-selhui-aat— ya que la mención del líquido se halla al inicio del nombre. Por ello, en la lengua clásica, casi todos los vocablos que refieren la irrigación y sus sinónimos incorporan la raíz de “agua” como prefijo inicial del verbo: ââpîhuiâ, ââtiliá, ahâtêquiâ, ahâtêquiliâ, ahuachia, ahualia, âmáneloâ, apachoa, âpîhuiâ, etc. Este esquema general de incorporación —raíz nominal + raíz verbal = RN-RV— dificulta preservar la hipótesis geoffroydiana que reitera el sustantivo al inicio y al fin del supuesto topónimo. La siguiente fórmula sintetiza la argumentación anterior:
Incorporación nominal: Raíz nominal (RN) + Raíz verbal (RV) + X = â-/aa-RV-X, donde X = sufijo(s) a determinar.
Esta primera fórmula contrasta con la hipótesis geoffroydiana —RN + RV + RN bis-absolutivo— la cual reitera la raíz nominal a la vez que excluye el sufijo locativo. Esta terminación aparece en la mayoría de los topónimos, salvo que se asimilen a la gramática castellana.
A continuar: I. Es el mismo y es otro, su reflejo