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Acelhuate Memoria de desierto actual

Rafael Lara-Martínez 

New Mexico Tech, 

[email protected]

Desde Comala siempre…

 

y

 

Karen Escalante Barrera

[email protected]

Gracias infinitas

(Apoyo documental)

 

II.  Riyendo voy por el río

 

Para complicar la traducción, un artículo sin base documental en Wikipedia, afirma que el topónimo proviene de axol, “flor de río”, y huatl, “locativo”, es decir, “río que tiene ninfas”, mejor dicho, “en el lugar de las flores acuáticas” (véase también: axoa, “untar” y âxôchitl/axochiatl, “flor de río, agua-flor (Erblichia odorata, Astianthus viminalis)” y el verbo xolôni, “mojarse”): RN + RN + LOC.  Esta nueva interpretación no sólo mezcla el náhuat-pipil —carente de tl— con el náhuatl-mexicano, sino por equívoco remite a un locativo terminado en esa misma consonante –tl.  Es sabido que el náhuatl-mexicano clásico establece una distinción gramatical tajante entre la entidad —con terminación absolutiva, -tl, -tli, -li— y el locativo —con terminación -co, -nâhuac, -pan, -tlân, -yan, etc. (véase: Izalco, Sensunapan, Cuzcatlán)  En contradicción flagrante, huatl/wat(l) designaría una entidad, no un topónimo con sufijo locativo.  Este tipo de errores flagrantes manifiesta la brecha que se extiende entre las versiones popularizadas, influyentes, y las académicas en su encierro.

Si la oposición castellana — inexistente en otras lenguas indo-europeas como el inglés—contrasta ser (“ser entidad”) a estar (“estar lugar”), el náhuatl-mexicano contrapone el sufijo en los nominales a los topónimos: ni-mexicatl, “yo-mexicano/a” (entidad), Mêxihco ni-can, “México yo-estar” (locativo).  Acaso esa misma distinción ocurre en el náhuat-pipil clásico, salvo que haya desaparecido a época muy temprana.  Obviamente, la falta castellana de una diferencia gramatical entre la entidad y el locativo obliga a reformular la toponimia náhuat-pipil, de igual manera que en Nuevo México el español coloquial calca el vector inglés: voy pa’dentro/fuera, te llamo/lo traes pa’trás etc.  Se aplica la regla implacable que asimila el idioma dominado a la gramática del hegemónico.  Para las lenguas nahuas, se equiparan los antiguos locativos —los topónimos o nombres de lugar— a los sustantivos o nombres de entidades.  No en vano, en las hablas náhuatl-mexicanas menos influidas el nombre de “río” —âpan/aapan, “agua-locativo”— funciona como un verdadero topónimo, por lo cual se emplea con un verbo de movimiento sin necesidad de preposición, u otro indicador espacial: “yajqui âpan, “fue al río; ir-pretérito agua-locativo”.  En la lengua clásica: âpan omic in noteachcauh, “en el agua/río murió mi hermano” (Carochi, Libro I: párrafo tercero).

 

Por tal razón, la cuestión central consiste en determinar si el nombre del río expresa una entidad —con sufijo absolutivo –t— o, por lo contrario, designa un verdadero topónimo con sufijo locativo.  Si “ser es estar” —Being is Dasein— toda entidad (ser) se localiza en un espacio-tiempo (estar) que le otorga un contenido concreto.  El río no se percibe necesariamente como un ente (ser), sino su topónimo exige calificarlo de lugar (estar) que aloja la fauna y flora (ser) que lo habita al conformar un Dasein concreto.  Si el concepto de topónimo posee un sentido neto —nombre (nomos) de lugar (topos)— Acelhuate no se caracteriza como tal sin el empleo de un sufijo locativo.  A lo sumo, aplicando la propuesta de J. R. Andrews (capítulo 48), la mayoría de los topónimos salvadoreños —carentes de un sufijo locativo terminal— se descifran como nombre de un rasgo topográfico.  Por influencia del castellano se despojan de su sentido adverbial original para adquirir un sentido nominal estricto, según un ejemplo clásico: mictlântli, “es el infierno/inframundo”, pero mictlân, “a/en/de la región infernal/de los muertos”.

Esta propuesta define la sabiduría (sophos) que profesa la amistad (philos) por el idioma náhuat-pipil.  Hay que distinguir la entidad del lugar en el cual habita.  Del sitio que la alcoba y le ofrece sustento.  Se reitera el esquema del topónimo el cual, aun si no generaliza la secuencia RN + RV o ADJ + Verbalizador u Otro Sufijo, mantiene la inclusión obligatoria de un sufijo locativo final para legitimar la categoría de topónimo.  No hay nombre (nomos) de lugar (topos) sin lugar (locativo).

Topónimo = Raíz nominal (RN) + Raíz verbal (RV) compleja + Locativo

= X + Y + Otro sufijo + Locativo, donde la exigencia mínima la          estipula la presencia de un sufijo locativo para validar la toponimia,     salvo de asimilar el lugar a la entidad.

 

A continuar: III.  Axolotl, cortazariana

Ver también

Nacimiento. Fotografía de Rob Escobar. Portada Suplemento Cultural Tres Mil, sábado 21 de diciembre de 2024