Rafael Lara-Martínez
New Mexico Tech,
Desde Comala siempre…
y
Karen Escalante Barrera
Gracias infinitas
(Apoyo documental)
III. Axolotl, cortazariana
III. I. Don del río sin lecho
De tal manera, si la glosa de Geoffroy Rivas ofrece un pleonasmo sin locativo, la de Wikipedia contradice los estudios gramaticales más recientes de las lenguas nahuas al confundir el sufijo absolutivo (-tl/-t) con el locativo. Para complejizar el razonamiento anterior, se reconoce que la palabra para “flor de agua” — âxôchi(a)tl; aaxuchit— se relaciona al verbo xôtla/xuta (“herir” en Campbell), “brotar”. Esta filiación —la flor como “el brote; lo que germina”, acaso “la que zahiere el suelo”— establece un paralelismo entre el florecer y el manantial, tanto que axotlan/axutan designaría esa semejanza de la floración con el surtidor. De su entierro, el capullo y la fuente afloran hacia el Taltikpak. Por hipótesis adicional, el río se llamaría “en el lugar del agua germinal”. “En el lugar del agua en flor” (véanse las expresiones castellanas similares: “a flor de tierra/piel” y los verbos “aflorar”, “desflorar”).
Probablemente, sin cita directa, el comentario internauta actual proviene del reconocido trabajo de Jorge Lardé y Larín (1976) quien descompone el nombre fluvial en las raíces siguientes: acel, acelin, “ninfa, lila”, hua “que tiene o posee algo, partícula que denota abundancia” y at, “agua”, es decir, “río que tiene ninfas río abundante de ninfas” (en náhuatl-mexicano: atlacuezonan; atlakuisiuatl, “ninfa”). Acel/asel no aparece en los diccionarios, siendo el sustantivo “liendre” el más cercano en su fonología. En su sentido de “dueño y poseedor de la cosa” (H. Carochi), huâ aparece en la deidad emblemática de la mito-poética náhuat-pipil: tepëhuâ, “señor del cerro”. Por ello, Acelhuâ podría traducirse como “dueño/señor/poseedor de liendres/ninfas”. La fórmula RN + SUF + RN-absolutivo —semeja la de Geoffroy Rivas— al adjuntar una raíz nominal conclusiva junto al sufijo absolutivo.
De nuevo, al excluir la idea de un locativo en el topónimo, Lardé y Larín lo identifica a una entidad o nombre de objeto por el sufijo absolutivo –t de la palabra “agua” en náhuat-pipil. Para complicar la designación, Lardé y Larín afirma que “Acelhuate brilla por su ausencia en los testimonios escritos de la alta colonia”, a la vez que cita otros apelativos o grafías posibles: Asestuate, Ateluta (¿a-telu-ta(n), en el lugar donde top(ete)a el agua?) y Azeluate (nótese el inicio en a(a)-, “agua”, y las terminaciones –te y –ta, quizás del locativo -tan). Por esta doble insinuación —topónimos diversos y nombre tardío— podría dudarse que el calificativo actual sea el original y exclusivo de un cauce intrincado y cambiante de unos “setecientos treintaitrés (733) kilómetros al centro de El Salvador” (Wiggins). Se necesitaría una investigación de los archivos anteriores al siglo XVIII para externar una hipótesis válida. Tal vez al invalidar su antigüedad, el nombre del río carecería de un sufijo locativo por asimilación al castellano. Esta conjetura —existencia de un topónimo sin locativo— ofrecería una lección de lingüística histórica. Presupondría que hacia mediados o finales del siglo XVIII, el náhuat-pipil iguala los nombres de lugar a los de entidades, prosiguiendo la sintaxis castellana. Hacia este modelo desembocan todas las exégesis desde el siglo XX al actual, al identificar el estar con el ser.
III. II. Su patria, río anochecido
Debe añadirse que si la acotación inicial de Wikipedia fuese válida —a-xol o a-cel— esta raíz tal vez posea un sentido mitológico inadvertido. Al aclararlo, valga la licencia poética que toda lingüística formal censuraría, aun si su estructura lógica jamás prescribe el sentido sin alusiones metafóricas. Según la definición jakobsoniana, ambas disciplinas —ciencia de la forma y conciencia del sentido— remiten al código mismo por una función metalingüística sin referencia directa a lo Real. En una expresión cara al inglés, lo Real lo realiza —“to realize”— un grupo social o persona, al enterarse de su realidad en efecto. El nombre de la rosa sin rosa…
A este respecto, se comenta una oración inglesa trillada: you broke my/the glass/heart/law = Pronombre – Verbo + Artículo/Posesivo – Sustantivo. La significación material, sentimental o ética la dicta el sustantivo terminal —junto a la ambivalencia del verbo— en su paso de lo literal a lo psíquico y a la moral, sin una determinación de la estructura gramatical. A veces la forma no informa, salvo al deformarse en la exégesis de los participantes en el acto de habla. “Si riegas, la riegas”, por esa ley que sólo expresa lo afectivo (broken heart) y la ética (broken law/contract) en metáforas secundarias de lo material (broken glass). As nationalists would sing, “it ain’t no country in your country”. Hasta la ciencia del lenguaje, en su “revolución cognitiva”, la explica “una bola de nieve que inicia una avalancha” polar hacia el hallazgo de un “genotipo lingüístico” universal (D. W. Lightfoot en Chomsky). Por este tropo sin trópico, lo ecuménico remite a una “información genética, común a la especie”, cuyo hallazgo racional lo refiere la metáfora. En decreto tórrido, “el tiempo nace de” la eternidad que se deshiela” ante el embate de la lava en flor (J. E. Pacheco). Por designio científico centenario, sólo quienes creen en “fantasmas” y “espectros” (Genspenst) agobiantes suscitarán el verdadero cambio social (K. Marx).
Desde el inicio del giro chomskiano (1957), la lógica sintáctica demuestra su capacidad de producir el sinsentido, en réplica de “Alicia en Maravillolandia” (1865): “colorless green ideas sleep furiously (en furia duermen verdes ideas incoloras)” = Oración = Frase Nominal (Adjetivo + Adjetivo – Sustantivo) + Frase Verbal (Verbo -Adverbio). Acaso otorgarle una significación precisa a los sonidos —a la estructura sintáctica— ofrecería uno de los límites más arduos de la ciencia del lenguaje, en la modesta confesión que el idioma es tan complejo para describirlo en su totalidad. Se trataría de la tarea sublime de la función poética durante el acto de habla, el cual presupone más de un participante. Un poemario, poema-Río, poe-Mar-io, poe-Mario…, según el axioma que le asigna varios sentidos a un simple sonido /a/: letra y preposición “a”, verbo “ha”, interjección “¡ah!”. Sea la homofonía un rasgo universal —c/see/sea; si six scies scient…— en la barroca conversión del sonido en sentido.
En efecto, a-xol remite al axolotl o salamandra mexicana, al igual que a Xôlôtl o Xulut, como imagen de Venus vespertino. Se anota que este apelativo mítico no sólo despliega el astro en una dualidad irreconciliable: Xôlôtl/Xulut , “paje, mozo, criado o esclavo”, vs. Nextamallani, Venus matutina, la nistamalera. A la vez, le concedería al río una cualidad mitológica hasta ahora desdeñada. Si la astronomía hace del planeta un simple objeto, sin concederle un sitio al sujeto que lo observa, una visión ingenua hace de la lengua un calco de lo real, en vez de reconocer un símbolo cultural intersubjetivo. En el río de nenúfares germinales se reflejaría la Estrella de la Tarde en su descenso al inframundo.
No se cree lo que se ve —“mirar el río hecho de tiempo y agua”— se ve lo que se cree, “que nos perdemos como el río/y que los rostros pasan como el agua” (J. L. Borges). Imagen fiel del Mundo —Cemanauatl— “los nombres de ydolos, pueblos, ríos” jamás “se juntarán con los dichos pronombres” posesivos (Olmos). Por naturaleza, el Acelhuate se abstrae de toda idea de hacienda. Su efigie de “medusa” pertenece a “la mar que no es ni mujer ni prójimo” (J. E. Pacheco). Sólo reitera que “la vida tiene hoy el ritmo de los ríos” (A. Machado). “El alma” es “un ancho y terso río” (A. Machado).
A continuar: IV. Donde remen los suspiros