Álvaro Rivera Larios
Escritor
Las palabras, prescription ya se sabe, illness no solo significan, también son una experiencia nada fácil de traducir. Cómo le explica un salvadoreño a un inglés todo lo que rodea a una expresión como estar enculado y derivaciones suyas como encule y enculamiento. Toda esta familia de palabras remite a un amor metido en las entrañas que hace palidecer a expresiones como “estar enamorado”. Estar enamorado y estar enculado podrían verse como frases sinónimas, pero solo en un plano abstracto: la primera es una expresión correcta y de carácter universal en nuestra lengua, la segunda es un localismo excluido del habla de las personas decentes. Un caballero y una dama consideran de mal gusto el encularse. Pero también hay otras diferencias. En su acepción más frecuente, la persona enculada está siendo penetrada analmente, pero no es este el significado del cual hablamos aquí, el enculamiento del cual hablamos es una metáfora utilizada para referirse al amor apasionado, loco.
Rara vez nos detenemos a pensar que cuando se habla de encule, enculado y enculamiento (en el sentido con el que aquí se aborda) se está utilizando un lenguaje metafórico. Y si el enculamiento es una metáfora, el desplazamiento de una palabra de su significado convencional, estaríamos ante un ejemplo de la creatividad verbal colectiva.
Y la metáfora creada, la del encule y el enculamiento, ya no es un simple sinónimo del estar enamorado, porque no solo nombra un estado emocional, designa su intensidad de una forma plástica,literaria, transgresora.
He dicho ya que es una metáfora excluida del lenguaje “bien educado”, una metáfora marginal que solo se mueve por cierta región y dentro de un segmento social muy determinado: el de los jóvenes de los núcleos urbanos. Los adultos cargados de responsabilidades y obligados a mantener la fachada de su respetabilidad frente a los demás rara vez utilizan esta expresión. Hablamos pues de una partícula del lenguaje que remite a los juegos y valores de una sociedad determinada. Uno puede estar enamorado en cualquier parte del mundo, pero enculado solo se puede estar en Nicaragua, Honduras y El Salvador, con todo lo que implica referirse a la pasión con un “coloquialismo malsonante”.
Quienes se enculan rasgan la elegante asepsia de quienes dicen estar enamorados. Quien está enculado es sujeto pasivo de una pasión que lo penetra y arrastra. El enculado tiene el amor enterrado en el cuerpo. Si uno salta en el tiempo y llega a la Grecia antigua, podría ver a las víctimas de las armas de Eros como personas flechadas o penetradas por el amor. Una persona enculada en El Salvador es el equivalente de una persona flechada por Eros en la Grecia antigua. Aquellos y aquellas que eran flechados/as por el dios llevaban el amor enterrado en el cuerpo, en las entrañas.
Pero un encule no es cualquier flechamiento. Si las flechas de Eros tenían por diana el pecho de la víctima ¿por qué el receptor de la pasión en Honduras, Nicaragua y El Salvador es el culo metaforizado y no el corazón? ¿Significa eso que los amantes, arrebatados por el amor ciego, son capaces de entregarlo todo, hasta el centro simbólico de su honorabilidad heterosexual?
No pretendo cerrar las varias puertas que abre la metáfora del enculamiento, lo que intento es abrirlas para mostrar la complejidad que lleva dentro un coloquialismo tan desprestigiado y malsonante. Yo diría que un estudio sobre la visión cultural que se tiene del amor en Honduras, Nicaragua y El Salvador no puede ignorar las connotaciones filosóficas que tiene el enculamiento.
Decía yo, en un comentario inicial, que la poesía en Nicaragua, El Salvador y Honduras no puede convertir la pasión amorosa en una dimensión abstracta. Sin renunciar a que sus versos puedan ser comprendidos por un japonés, un poeta salvadoreño que escriba poesía de amor no tiene más remedio que hacer bailar sus versos en torno al enculamiento.
De adentro y afuera
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