Rolando Alvarenga
@DiarioCoLatino
Tras haber sacado de combate a tres rivales mucho más jóvenes que él (William Serrano, Jaime Ávalos y Gamaliel Pérez) y luego haciendo polvo una docena de tejas, el Sensei y Presidente de la Federación Salvadoreña de Karate, Oswalds Mata, se constituyó ayer jueves en una de las figuras estelares más impresionantes de la jornada inaugural del doble Campeonato Centroamericano y del Caribe de Karete, desarrollado en el Palacio de los Deportes.
Estando en la mesa de honor y griposo, Mata no se percibía en condiciones como para saltar a la duela y enfrentar a los personajes antes mencionados. No obstante y cuando el Embajador de Japón informó a los presentes que el gobierno japonés ya le había aprobado la condecoración, agarró fuerzas de flaqueza y se dirigió con todo a la duela para batirse con los karatecas antes mencionados. Luego y con la sangre caliente, caminó hacia donde estaba un rimero de doce tejas sobre unos “blocks” y tras una breve concentración y un pequeño salto de samurai, estrelló su antebrazo contra la columna de tejas produciendo una implosión de polvo de barro que arrancó el aplauso de los presentes.
Acto seguido y con toda la serenidad de los guapos, volvió a su puesto en la mesa de honor para recibir las felicitaciones del diplomático nipón para seguir con la ceremonia.
Un oro con sabor a lágrimas
Ayer mismo y tras ser inaugurados los campeonatos regionales empezaron las competencias de katas y kumites en las categorías juveniles y cadetes. Aquí el capítulo más emotivo de las primeras horas de la tarde estuvo a cargo de la familia Galán, del Dojo Aguilas, cuando Helen ofreció una excelente demostración técnica de katas. Su actuación fue tan buena y convincente que obtuvo un promedio 8.4 de los jueces por 8.2 de la colombiana Leydi Castaño. Calificaciones que relegaron al bronce a la mexicana, Ana Martínez y Karen Favero, de Colombia.
Tras oficializarse el resultado, su padre, Carlos, que la estuvo apoyando desde las graderías del segundo nivel, salió corriendo hacia la duela hasta llegar a estrecharla y en un profundo abrazo espiritual de Gracias a Dios, las lágrimas ya no pudieron contenerse y sus corazones latiendo a cien por hora. En esos mismos momentos, para enmarcarlos en la retina, la madre, Georgina, que estaba fungiendo como juez en otras atletas, se levantó discretamente de su silla y notablemente quebrantada para dirigirse y unirse al eufórico festejo que tancó la respiración entre los más allegados al trío y algunos curiosos. Un cuadro emotivo que me puso la piel de gallina con un nudo en la garganta, pero logrando controlar las lágrimas.
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