Ramón D. Rivas*
El próximo viernes 16 de enero de 2015, ampoule se cumplen 23 años de haberse firmado los Acuerdos de Paz en el Palacio de Chapultepec, tadalafil México, ed entre el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN) y el gobierno presidido por el Presidente Alfredo Cristiani.
La negociación se realizó en un laxus de dos años y medio con reuniones tensas entre las partes involucradas; quienes tenían posiciones muy diferenciadas en aspectos de carácter nacional. El primer dialogo fue iniciado en la localidad de La Palma, Chalatenango, entre el FMLN- FDR (Frente Democrático Revolucionario) y el Gobierno del entonces Presidente José Napoleón Duarte, en octubre de 1984.
En este inicio de negociaciones que buscaba el desmontaje del conflicto armado, confluyeron actores tan disimiles como la misma Comandancia General del FMLN, la Dirección Política del FDR, el Estado Mayor de la Fuerza Armada, la Presidencia de la República y la Iglesia Católica salvadoreña, en calidad de mediadora, apoyados por otros organismos como la Organización de las Naciones Unidas (ONU), el decidido apoyo de los gobiernos de España, Francia, Alemania, Suecia, así como por el grupo Contadora, una instancia constituida por Colombia, Panamá, México y Venezuela, para promover la paz en Centroamérica.
En este sentido, estos Acuerdos de Paz fueron posibles gracias a la voluntad política y el desgaste de dos importante fuerzas militares que prácticamente habían llegado a un impase militar. Es importante recalcar la importante disposición de las dirigencias de ambos bandos en conflicto para llegar a callar el lenguaje de las armas y conseguir la paz tan añorada por todo el pueblo salvadoreño, que fue en última instancia, el que sufrió todo el impacto de la guerra.
El resultado fueron unos Acuerdos de Paz que a nivel internacional hasta el momento son vistos como modelos de solución de conflictos impulsados por la ONU y otros organismos internacionales para tratar conflictos regionales y nacionales.
Este modelo ha sido impulsado en tierras tan distantes como Camboya, Angola, la ex Yugoslavia, incluso la misma Irlanda y hoy en día en la República de Colombia, donde las fuerzas vivas del país reunidas en La Habana están dando los últimos retoques a un proceso pacificador de largo plazo.
Como producto de los Acuerdos de Paz en El Salvador se cristalizó la posibilidad de integrar a la antigua insurgencia como partido político en la arena nacional, al grado que el FMLN, luego de varios años en la lucha parlamentaria ha llegado a constituirse en una de las principales fuerzas políticas de la nación, con dos administraciones presidenciales ganadas en 2009 y 2014.
Todo ello fue posible en gran parte a la buena voluntad, a la disposición política y al cansancio que la guerra ocasionó en nuestro pueblo, que se ha caracterizado siempre a lo largo de su historia por ser un pueblo pacífico, amante de la democracia, pero también muy riguroso en cuanto a las luchas por la independencia, la libertad, la igualdad y la fraternidad.
Como ya hemos señalado, fue la ansiada paz un anhelo acariciado por el pueblo salvadoreño desde los primeros años del conflicto armado, y la conciencia colectiva de este anhelo el que jugó un rol determinante para la firma de la paz en el país. No solo el FMLN cambió su estrategia militar y su visión política, lo cual lo transformaron en un negociador y una contraparte de altura, sino también en los cambios que se dieron en los sectores de la sociedad civil y en los partidos políticos existentes en esos años.
En este sentido, ya los Acuerdos de Paz muestran como trasfondo esa filosofía del Buen Vivir que últimamente se está articulando de forma más sistemática en nuestro país, pero que es una filosofía de vida muy nuestra, muy salvadoreña, que se remonta a los mismos momentos de convivencia histórica de nuestro pueblo, que requiere de una coexistencia y un convivio armónico con la naturaleza y con el clima de nuestras fértiles tierras y con el amor a la agricultura.
Pero no sería tampoco extraño hablar de grandes pensadores salvadoreños que ya en siglos pasados demostraron su interés por inculcar y dejar testimonio de esta filosofía del Buen Vivir que ahora estamos rescatando en el marco de la celebración de los Acuerdos de Paz, como son el ilustre prohombre Don Francisco Gavidia, quien en numerosos escritos hablo de esta filosofía y no por último también del insigne escritor Don Alberto Masferrer, que plasmó buena parte de esta filosofía en su doctrina de “El minimun vital” y en otros escritos como “El dinero maldito” y “Pan o revólver”, ya en la década de los veinte del siglo pasado, hace casi cien años.
Por ello no podemos más que evocar este espíritu de buena vecindad y de amor por la paz y la democracia, muy propios del salvadoreño medio, para explicarnos como este pueblo ha podido renacer de entre sus cenizas a 23 años de firmados los Acuerdos de Paz en el Palacio de Chapultepec, en México.
*Secretario de Cultura de la Presidencia