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ACUERDOS DE PAZ Y ELECCIONES ¿QUE SERÁ DEL FUTURO?

Por: Licenciada Norma Guevara de Ramirios

(Primera parte)

En la víspera del 222 aniversario de la independencia de Centroamérica y a las puertas del séptimo evento electoral después de los Acuerdos de Paz para elegir presidente de la República, es importante reflexionar sobre la realidad del país y su futuro.

En algunos círculos se afirmaba que los Acuerdos de Paz, firmados entre el FMLN y el gobierno de El Salvador en 1992, bien podría ser nuestra segunda Acta de Independencia; y es que se valoraba el país que dejábamos atrás, de dinastías, dictaduras militares, dependientes del imperialismo norteamericano; y, porque se abría una nueva época de apertura democrática.

Esta vez, la independencia era de El Salvador, y no como en 1821, de Centroamérica; pero sería mezquino negar el papel de los hermanos países centroamericanos, de otros de Sur América, de México, de Francia, de las Naciones Unidas y de pueblos solidarios; todos hicieron su parte para que en el país, dos partes que parecían irreconciliables, firmaran acuerdos para la propia transformación democrática del Estado salvadoreño.

Los acuerdos se discutieron y pactaron mirando al futuro, buscando consolidar instituciones que velaran por los derechos humanos, por la seguridad, por la soberanía, por el respeto a la voluntad popular en los procesos electorales, por la libertad de pensamiento, de prensa, de organización, por la protección al consumidor, por el papel de quienes de manera directa estuvieron en el enfrentamiento armado, por la forma de resarcir el daño a las víctimas y lisiados.

Vencer las resistencias que suponía cumplir tan grande misión era una tarea titánica, en la cual muchos salvadoreños empeñaron tiempo y sabiduría.

Ahora es el futuro de aquellos acuerdos, de aquellos nobles propósitos el que cuestiona; este futuro (nuestro presente) nos cuestiona ante tanto retroceso que vive nuestra sociedad. Nos cuestiona la mutación de instituciones, convertidas en títeres de una naciente nueva dictadura.

Se gesta un modelo que pretende ser exportable, un modelo político plagado de mentira, de persecución, de odio, de miseria, de abandono a los productores, de despojo de tierras a los campesinos pobres, de restricción de garantías constitucionales y de encarcelamiento de miles de personas, una gran parte inocentes; es un presente de derroche de fondos públicos, arropado sí, de un manto transparente de “legalidad”.

Ese es el trasfondo de un proceso electoral general, convocado por el Tribunal Supremo Electoral (TSE) el 6 de septiembre, para elegir diputaciones a la Asamblea Legislativa y Presidencia de la República el 4 de febrero del 2024, y a Concejos Municipales y diputaciones al Parlamento Centroamericano el 3 de marzo de 2024.

Una elección que implicará violar el principio de no reelección, que cambió el tamaño de la Asamblea Legislativa, y la forma de asignar votos a escaños, que colocó al salvadoreño en el exterior como elector de una sola circunscripción, San Salvador; una elección en la que se eliminaron 262 municipios y se crearon 44, una elección en la que se atribuyen el derecho de cambiar las reglas si se les ocurre como conveniente al partido oficial.

Pero en medio de esta realidad, y con la seguridad de que habrá un futuro, cualquiera que sea, toca a las y los salvadoreños que soñamos que la democracia era necesaria y posible, que dentro de ella luchen las diferentes fuerzas y sus propuestas para encarar los problemas de la sociedad, aun en esas circunstancias, está el deber ineludible de luchar, de volver a empezar si es necesario, pero soñar y trabajar por un futuro digno para nuestro pueblo.

El FMLN ha presentado ya la solicitud de inscribir su fórmula para disputar la presidencia de la República, Manuel Flores y Werner Marroquín, los militantes  del FMLN hemos escuchado el llamado de Manuel el Chino Flores, de trabajar juntos por el futuro.

A este partido corresponde poner el mayor empeño por recuperar el país, su economía, su democracia, poner su mirada en los humildes. No somos los únicos, el sacrificio fue de todos para llegar a derrotar una dictadura que mataba y que predicaba odio, como el que ahora predican los defensores del pasado, de dictaduras militares.

No faltan quienes recomiendan no luchar, callar, ver a otro lado y no ver lo que sufre la gente, esos consejos son ajenos a la esperanza con la cual lucharon y entregaron su vida sacerdotes, monjas, periodistas, sindicalistas, maestros, estudiantes, campesinos, profesionales.

Recuperar lo mejor que nos trajeron los Acuerdos de Paz, requiere asumir una postura correcta en este proceso electoral, participar, expresarse, porque la indiferencia es endose al régimen de dictadura que se gesta desde el oficialismo.

(continuará)

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