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ACUERDOS DE PAZ Y ELECCIONES ¿QUÉ SERÁ DEL FUTURO?

Por: Licenciada Norma Guevara de Ramirios

Luchar por un futuro digno para nuestro pueblo requiere, en el presente, desenmascarar los móviles de quienes se agrupan para hacer del control del Estado el mecanismo para entrar al círculo de la oligarquía.

Nada fácil, pero posible.

Si la mentira es el pilar de los propagandistas de la reelección presidencial, es deber de todos los participantes en las elecciones decir al electorado, de manera comprensible, con argumentos entendibles, cómo se está reconstruyendo el capital de quienes  dirigen y hacen negocio con las entidades del gobierno.

Explicar lo que se pierde para la sociedad en cada acto de eliminación de instituciones, de programas sociales, de salud; derechos negados a los diferentes sectores como maestros, sector salud, productores agrícolas, sector informal y más.

Qué mueve esas decisiones, quiénes se benefician con esas acciones, cómo se usufructúa el miedo y el acomodamiento por conveniencias. Cómo y por qué se profundizan las diferencias sociales y económicas.

Leyendo al Cardenal Gregorio Rosa Chávez en una de sus más recientes entrevistas, nos recuerda una frase, que encierra un pensamiento desafiante para hoy: “la mentira tiene patas cortas, llega hasta donde la verdad la alcanza”. Con verdades es como se puede luchar por un futuro digno para nuestro pueblo.

Y una de las verdades más incuestionables, vivida por millones de salvadoreños y miles de personas de otros países, es la épica del pueblo para dejar atrás la vieja dictadura militar que se mantuvo por más de seis décadas.

Otra verdad incuestionable es que la Constitución de la República, vigente aún, aunque ignorada por quienes juraron cumplirla, es en buena parte producto de los Acuerdos de Paz, que pusieron fin al conflicto interno, que en su fase político militar duró doce años.

Ese conflicto fue real, y en él nuestro pueblo perdió vidas de decenas de miles de compatriotas, incluyendo la de San Oscar Arnulfo Romero, las de los padres Jesuitas, de religiosas, sacerdotes, predicadores de la palabra, estudiantes, campesinos, defensores de derechos humanos.

Es que esas verdades, negadas por quienes llegaron al gobierno con un plan de perpetuarse en el poder gubernamental, y mintiendo sobre su visión del poder político, es ahora la base de la destrucción de las instituciones, del Estado de derecho para dejar indefenso al pueblo.

Las candidatas y candidatos a la presidencia de la República, a diputaciones, a alcaldes y concejales, a diputaciones al PARLACEN, de todos los partidos de oposición, tienen el deber de ahondar en el daño irreparable que causa la negación de derechos ciudadanos y garantías constitucionales, y como pedagogos, en el corto tiempo de una campaña tan irrespetuosa de la legalidad y de todo principio democrático, deben ayudar a ganar conciencia en el pueblo.

Porque cualquiera que sea el resultado de las elecciones, la lucha por una vida digna para el pueblo debe continuar y se ganará sin duda en menos tiempo y a menor costo, con una población esclarecida de su propia historia.

Sin contexto, las pérdidas de democracia hoy, son incomprensibles.

Para que la verdad y la capacidad de unir fuerzas diversas alrededor de objetivos comunes, llegue a ser una herramienta útil para recuperar democracia y respeto a los derechos humanos, hay un punto importante de nuestra historia que enseña a luchar, y ese es el rico proceso de negociación de los Acuerdos de Paz.

No se trata de repetir hechos, las circunstancias de hoy son diferentes, pero, en la historia reciente, tenemos la escénica de  procesos que para la lucha del presente contra un régimen que niega la historia y pretende imponer un modelo político autoritario, dictatorial, es un buen recurso.

Sin duda, la mayor parte de candidaturas son personas jóvenes, les puede resultar  desconocido ese pasado reciente, pero deben tener seguridad que en él pueden aprender a reconocer la capacidad constructora del diálogo, de reconocer las diferencias y de  partir de ellas para construir en democracia, para defendernos de la agresividad de un régimen que busca destruir, uno a uno, a todo cuanto le cuestione su sin razón, su ilegalidad, entre ellas la reelección inconstitucional

Si jueces e instituciones están sometidos por temor, solo queda en el voto, y en la calle como lo hicieron los que marcharon hacia la Plaza Cívica este 15 de septiembre, hablar y decir  no a la reelección.

De modo que las elecciones son una oportunidad para despertar conciencia cívica democrática, y debe ser mejor aprovechada para ganar, pero sobre todo para ganar convicción de seguir luchando por un futuro digno para todos.

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